Nutrimos nuestro intelecto de las experiencias. Es el complemento imprescindible
de la lectura, la formación, la observación. Abstraer ayuda a aprender.
Yo me he instruido en el fútbol. No voy a alcanzar la hipérbole de Albert
Camus, que sentenció que todas sus certezas sobre la moral y las obligaciones
las había adquirido gracias al balompié (término entonces muy utilizado
porque eran renuentes a los anglicismos). Las simpatías y antipatías se
aceleran y se frenan en un fenómeno de acción y de reacción. Nunca
con el Real Club Deportivo Español de Barcelona he tenido sino impulsos positivos.
Empatizo con él. Cuando era socio de Osasuna, el club "perico" constituyó
un premio a la afición ejemplar y nos la otorgó a Pamplona. Eso une mucho.
Y también el hecho de la humildad frente a quienes presumen de hegemonía
en sus territorios vacuamente, sin más argumento que una aristocracia tan decadente
y anacrónica como la nobiliaria.
José María Fuster-Fabra me envió el vídeo del 120 aniversario
del Español (disculpen la ñ, a mí me pasa lo de las reticencias no
sólo con el inglés cuando escribo en castellano), lo vi y me provocó
escalofríos. En cada uno, sentía los nombres de estupendos amigos, y me
alegraba pensando en la felicidad de José Manuel Oliván o de Carlos Marañón,
dos periodistas cuya grandeza sólo es comparable a su bonhomía y a su
pasión perica. O Manuel Solanilla, del Abba. Cada jornada, miro con cariño
al Huesca, al Osasuna y al Espanyol (lo ponen así en Marca). Y coincido con
Camus en que la ética y las obligaciones incorporan en su manual querer y acompañar
a los nuestros. Con ellos, su club es el primero de Cataluña. Muchas felicidades.