Diario del Alto Aragón
Por
  • Félix Rodríguez Prendes

Islam y democracia

Varios militares españoles en el último avión de vuelta a Dubai desde Kabul
Varios militares españoles en el último avión de vuelta a Dubai desde Kabul
EFE

HEMOS asistido estos días al estrepitoso fracaso de la intervención de Occidente en Afganistán; aunque la repatriación de los nacionales y de los colaboradores haya sido, dentro de los que cabe, un éxito, gracias a la profesionalidad y el buen hacer de diplomáticos, policias y militares. Ha sido el mayor puente aéreo de la historia. Pero Occidente ha estado allí 20 años con una contribución en vidas humanas tremenda y con un gasto astronómico: solo a España nos ha costado 104 vidas y más de 3.500 millones de euros y después de 20 años dejamos la misma situación que cuando llegamos. Peor, porque ahora hemos sido derrotados.

El sistema de valores que comportan lo que hemos convenido en llamar democracias occidentales se basa en tres pilares fundamentales: a) la filosofía griega que nos ha enseñado a aceptar el predominio de la razón frente a los fanatismos; b) el derecho romano que nos ha enseñado a priorizar el imperio de la ley frente a oportunismos o veleidades más o menos ingeniosas de quien nos gobierna y c) el cristianismo que, mucho siglos antes de que fueran colocadas en el frontispicio de la Revolución Francesa, nos inculcó los principios de libertad, igualdad y fraternidad o solidaridad y de ahí se deriva la separación de poderes que es lo que garantiza el buen funcionamiento de la democracia. En España ya sufrimos en la edad media a estos fundamentalistas porque los almorávides, los almohades y los benimerines eran absolutamente radicales islámicos y en este tiempo:, siglos XII y XIII de la edad media, lo de la cohabitación pacífica no es verdad, los cristianos eran perseguidos y prácticamente sin ningún derecho frente a los musulmanes.

En los países musulmanes, donde por principio se establece que los hombres son diferentes, según sean seguidores del Islam o no y sobre todo donde son sujeto de diferentes derechos según hablemos de hombres o mujeres y cuyas civilizaciones no se soportan en ninguno de los pilares a que nos hemos referido, el empeño de implantar en ellos el sistema de democracia como lo conocemos en Occidente no deja de ser una nueva forma de colonialismo. La democracia no es exportable y mucho menos a punta de bayoneta.

Son sociedades tribales que se rigen por otros principios; aceptan que el poder del jefe de la tribu sea casi ilimitado. La llamada Primavera Árabe puesta en práctica por Barak Obama o la llamada Alianza de civilizaciones de Zapatero fueron un total fracaso. Superar el absolutismo nos ha costado a los occidentales varios siglos, varias guerras y varios intentos nulos. Por poner dos ejemplos, Irak y Libia que son actualmente dos estados fallidos, vivían mejor antes de la intervención de los países occidentales. En Egipto que llevaba el mismo camino, se ha parado el efecto gracias a la llegada al poder del general Abdelfatah Al Sisi y ha sido así desde los tiempos de los califas sucesores de Mahoma, porque su sistema de valores es otro. Los países del Golfo, Arabia y demás no son desde luego regímenes que pasaran el apto como democracias, los occidentales no lo soportaríamos, pero ellos, y yo he estado allí, viven felices a su manera. Allí todo es del Jeque y el jeque decide en todo; es la fuente de derecho e incluso es la última instancia judicial.

El presidente Obama ha querido pasar a la Historia como el propulsor de la instauración de la democracia en los países del norte de África y Próximo Oriente, y hemos comprobado que ha sido un fiasco porque falta la base y el tiempo a que nos venimos refiriendo.

Islam y democracia son dos términos que si no incompatibles totalmente, al menos son antinómicos y mejor que lo entendamos así.