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JUICIO DEL PROCÉS-SONDEO DE METROSCOPIA PARA HENNEO

Sobró fantasía, faltó inteligencia

Coincidiendo con una crisis de altísima y preocupante tensión política por una contaminación del conflicto independentista catalán que todo lo mancha, estamos a las puertas de un acontecimiento crucial, de esos que no quisiéramos encontrarnos nunca por su gravedad y que ocupará un espacio en la historia de España: el juicio contra los presuntos autores de un golpe de estado parlamentario, por el que en octubre del año 2017 se declaró unilateralmente la independencia de Cataluña para configurarse como una república soberana. Qué fatuidad. Será sin duda otro juicio trascendental de nuestra democracia reciente, como el del fallido golpe de estado militar del 23-F.

La actuación de los líderes independentistas catalanes constituyó uno de los ataques más temerarios perpetrados contra la Constitución española y el propio Estatuto de Cataluña, con una fractura profunda, y ya veremos si irreparable, de la sociedad catalana. Estos dirigentes no supieron en ningún momento practicar eso que se denomina "hacer política" con cordura. El seny catalán del que tanto se ha presumido quedó hecho añicos. Actuaron como dioses menores atolondrados, sin tener en cuenta que no estaban capacitados para crear realidades imposibles y cumplir promesas irrealizables. O quizá sí lo sabían pero su única pretensión era provocar el caos por el caos, para ver por dónde se rompía la cuerda. Les sobró fantasía y les faltó inteligencia.

Sólo hay una respuesta democrática a un ataque frontal contra la esencia misma de la Constitución y del obligado cumplimiento de la leyes: la celebración de un juicio justo con todas las garantías para los procesados. Y así deberá ser. No hay motivos para desconfiar de la Justicia española y de su independencia. Con sus defectos y bondades, con sus aciertos y errores, sigue siendo, afortunadamente, uno de los pilares principales e imprescindibles de la democracia española.

Esta es la Justicia que el independentismo trata de desprestigiar con propaganda burda y mentirosa, presentándola como una tenebrosa inquisición dedicada a perseguir las ideas por mandato del gobierno de turno. Saben que es falso, que lo que se enjuician son delitos y no ideas. Si así fuera, no habría cárceles en España para recibir a cientos de miles de españoles cuyas ideas son contrarias al espíritu constitucional. Pero calumnia, que algo queda. Mantener que España no es un estado de derecho, que no se respetan los derechos humanos y que se ataca la libertad de pensamiento es una desvergüenza. España, y así está reconocido, es una de las democracias más ejemplares del mundo. Por supuesto, con margen para el perfeccionamiento. La principal razón de un juicio es la reparación de una injusticia por delito cometido. Y ante el alcance y la gravedad de los hechos enjuiciados, el Tribunal Supremo deberá estar a la altura que la ocasión exige. Los miembros de la mesa de la vista oral son magistrados de contrastado pluralismo ideológico y prestigio profesional. Ellos mismos tienen confianza en su buen hacer. No en vano, el juicio no sólo se transmitirá en directo por televisión sino también por Internet para el mundo entero. Seiscientos periodistas acreditados de 150 medios y de 50 países dan prueba del interés de la causa. No hay mejor antídoto contra las mentiras y las manipulaciones de la realidad que la verdad expuesta en directo.

Ante tanta expectación y tanto ruido político ensordecedor, sólo hay que pedir al tribunal del Supremo templanza, aplomo y firmeza para asegurar su imparcialidad y armonizar justicia, libertad y respeto a las leyes.