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Por
  • Fernando Jáuregui

Más de mil personas aguardan su "sentencia"

Carmen Calvo
Carmen Calvo
E.P.

Toma de posesión de los nuevos ministros. Y este martes, primer Consejo, con siete nuevas caras en la mesa de La Moncloa. Ha habido análisis para todos los gustos sobre esta importante crisis de Gobierno: ¿significan los nombres entrantes algo nuevo, una política realmente diferente? Lo sabremos quizá en las próximas horas. Cuando empiecen a poblarse los ‘segundos escalones’ de la Administración.

Se calcula que más de mil personas, los habitantes de esos ‘segundos escalones’, secretarios/as de Estado, subsecretarios, jefes de Gabinete, asesores -que no son pocos, por cierto-, diplomáticos, esperan para saber si son confirmados o, más probablemente, relevados en los departamentos que mudan de titular. Otros, por supuesto, aguardan con ansia su posible nombramiento para un alto cargo. Y esos relevos no van a ser precisamente escasos. Importa ya poco cómo y cuándo se enteraron los cesantes y los entrantes de su nuevo destino.

Hacer una crisis es, me lo han confirmado algunos expresidentes, de lo más difícil que le cabe a un jefe de Gobierno, por las connotaciones sentimentales de despedir a quien lealmente ha servido a tu causa. Sin embargo, se me antoja que más difícil aún es trazar el nuevo rumbo tras una renovación tan importante como la operada el sábado. Y ese nuevo rumbo depende mucho de esos ‘segundos escalones’ que ahora llegan para administrar un considerable poder y un no menos considerable presupuesto.

La primera dimisión se produjo el mismo sábado, cuando Manuel Muñiz, secretario de Estado de España Global, dijo a la saliente ministra González Laya que se marcha. Era el encargado de la mejorar la imagen de España en el exterior. Falta hacen nuevos esfuerzos en la materia, y de eso se encargará, esperemos, también una red de embajadores que se mantenía alicaída. Será, sin duda, en el Ministerio de Asuntos Exteriores donde se operará la mayoría de nombramientos -por ejemplo, hay más de treinta embajadas aguardando la designación de su titular-, ahora de la mano de un diplomático de carrera como Albares.

De la misma manera que se esperan pocos cambios en los ministerios económicos, intocados en la remodelación -lo mismo que los departamentos de Podemos, que se quedan como en un segundo plano-, son de esperar, en cambio, mudanzas muy sensibles en las áreas de trabajo que correspondían a Carmen Calvo; es decir, en Presidencia, la comunicación de La Moncloa -que necesita un buen repaso- y cuanto afecta a las relaciones del Gobierno con el PSOE y, en general, con la sociedad. Ese, el de procurar una sensación de mayor transparencia, ha de ser uno de los puntos clave en el giro de un Ejecutivo que hasta ahora parecía vivir de espaldas al partido que lo sostiene.

Creo que en la administración territorial reside otra de las claves del futuro. Poco tiene que ver el catalán -Iceta- que se ocupaba de tales temas con la castellano-manchega que ahora llega, para ocupar, además, la portavocía. ¿Será ella, Isabel Rodríguez, hasta ahora enfrascada en la alcaldía de Puertollano, quien cargue con el peso de la inminente negociación con el secesionismo catalán? No estoy seguro. Pienso más bien que por esta área nos llegará también algún importante nombramiento: obviamente, no puede ser Sánchez quien, en solitario, afronte también tan espinoso asunto. Porque confío en que, más allá de presumir de haber rejuvenecido y ‘feminizado’ su Gobierno, Pedro Sánchez sepa empezar a delegar, a abrirse a un país que tiene muchas preguntas que hacer sin que él, que odia estar rodeado de los periodistas ‘inquisidores’ más aún que despedir a sus ‘leales’, las responda. Casi nunca las responde.