Aragón

ALTO ARAGÓN - COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN DE HUESCA

La vida que refleja el agua de Mediano 50 años después de la inundación

#CONTRALADESPOBLACIÓN

La vida que refleja el agua de Mediano 50 años después de la inundación
La vida que refleja el agua de Mediano 50 años después de la inundación
P.S.

Toca el agua y no le parece que esté tan fría. En pocos días, Cloe, de 11 años, se zambullirá en el pantano del Mediano y alcanzará la torre, símbolo de la despoblación y de la resistencia. "Tienes la piscina más grande de todo Sobrarbe", le dicen en el colegio. Con bajar unas pocas escaleras desde su casa, puede bañarse. Su rostro, el de la única niña que vive allí, es uno de los que se refleja a diario en la superficie de este embalse 50 años después de que inundara el antiguo pueblo. Mediano vive hoy con vistas al pantano, sin olvidar su historia, pero con la mirada puesta en el futuro.

El 29 de abril de 1969, los antiguos vecinos tuvieron que salir con el agua al cuello. Y no es una metáfora. Tres días de lluvias torrenciales y, sobre todo, el cierre de los túneles que embalsaron el agua sin previo aviso, obligaron a evacuar una población que tuvo que dejar sus pertenencias antes de que subiera demasiado el nivel. Sus recuerdos salieron a flote con ellos y nadie los ha podido ahogar, pero Mediano tiene hoy otra historia cotidiana de la que poco se habla.

Cloe vigila cada día el estado del embalse desde la ventana de su habitación, en una casa de la Confederación Hidrográfica del Ebro en la que vive con su familia, porque su padre, Pablo Isla, es trabajador de mantenimiento. Ha nacido allí y forma parte de su vida. De niña, cuando bajaba el nivel, decía que la torre crecía. Conoce perfectamente el comportamiento del agua y recuerda la última vez que se vio el fondo. Fue en febrero de 2018 con una nevada y solo un mes después ya estaba como ahora, al 70 %. Pesca, nada o navega en todo tipo de cachivaches y, con su juego, la alegría emerge del agua que un día ahogó la ilusión de muchos vecinos. Ismael Pera nació en 1950 ahí debajo, donde ya solo queda la iglesia y el esconjuradero. Mira una foto de los años 60, entre un gran paquete que lleva en la mano, sentado en medio de Mediano sobre aquel Seat 600, que conducía mucho antes de alcanzar la mayoría de edad, y le brotan miles de anécdotas. Imposible contener una cierta rabia, pero también trasmite que Mediano fue un pueblo lleno de vida con la fonda que tenían sus padres, el comercio donde hasta vendían textiles, los bares o el cine.

La construcción del pantano se aprobó ya en 1915 con el Plan de Riegos del Alto Aragón como pieza fundamental para regar la parte sur de la provincia. Sin embargo, no fue hasta 1929 cuando se iniciaron las obras. Con parones por la situación política, se retomaron en 1941 y allí llevaron mano de obra de las cárceles. También acudirían muchas familias de toda España que se alojaban en pabellones. Por ello, llegó a haber hasta dos colegios y 800 vecinos. El abuelo de Pablo Isla, tras subir unos días a trabajar desde Monzón en bicicleta, se trasladó ahí. Años después, Pablo, tras ocupar otros destinos dentro de la Confederación Hidrográfica del Ebro, eligió Mediano. Fue en 1992 y ya no se ha movido de allí.

"Es un lujo vivir aquí con el pantano", resalta Cloe. Sus padres, conscientes también de residir en un lugar especial, han hecho un esfuerzo por continuar allí. Cloe tenía que ir a la guardería a Boltaña y su madre, Carmen Pera, de Tierrantona, trabajó muchos años de enfermera en Monzón y ahora, al menos, está en Aínsa. Allí empezó Cloe a ir al colegio con la ruta de transporte, la misma que el próximo año la llevará al instituto.

Solo ella vive en Mediano, aunque hasta hace pocos años se criaron allí, también solos, los hijos de Begoña Broto, del Mesón de Samitier, que ahora con 27 y 24 años viven en Zaragoza y Barcelona respectivamente. "Gustarles les gusta. Necesitan subir a respirar el aire pero es difícil que vuelvan porque es complicado que aquí encuentren trabajo. Tanto que se habla de la despoblación, si no hay puestos de trabajo..." , indica. Begoña tiene apartamentos de turismo rural en el Mesón de Samitier, alojamiento que abrió el bisabuelo de su marido. Esta gran casa de ventanas azules en la travesía de la A-138 (Barbastro-Francia) sirvió para guardar pertenencias o incluso acoger a alguna familia de las que tuvieron que marchar mientras acababan su casa.

Ahí, junto a la carretera, algunas de las seis familias que tuvieron que salir ese 29 de abril de 1969 levantaron de nuevo su vivienda. Lo hicieron los padres de Ismael Pera, aunque sus negocios ya no funcionaron y, con más de 50 años su padre tuvo que marchar a Barcelona a iniciar una nueva vida como conserje. Ismael ha regresado casi cada fin de semana y ahora, jubilado, pasa largas temporadas en Mediano. Igual que Sara Palacio y Begoña Olivar, ambas nacidas en Mediano.

Begoña, a sus 88 años, subirá este sábado desde Barbastro para quedarse toda la temporada de verano. "Sabíamos que nos teníamos que ir, pero nadie nos había dicho cuándo. Ya teníamos el agua en la plaza cuando subimos todo a la falsa, cubierta pero sin cerramientos, pensando que bajaría el nivel. Pero el ingeniero había cerrado las compuertas sin avisar. Nos tuvimos que ir y los baúles con ropa, libros... se quedaron allí", explica Begoña Cavero. "Es un drama que no se olvida nunca. A veces no duermo y vuelvo a ver las calles, porque era un pueblo muy unido, muy rico y con buena tierra", recuerda. Su marido ya fallecido, José María Campo, trabajó un tiempo en la central y después siguió con un camión, por lo que pudieron quedarse en la casa que se hicieron cerca de la carretera. Cuando salieron del pueblo, ya tenían a sus tres hijos que hoy viven en Zaragoza. Aunque nunca se fue, "el pueblo es una cosa como descafeinada. Le llamamos Mediano pero no se parece en nada porque tenía mucha vida", comenta. Esa vida volverá el día 20 de mayo, con la celebración de la Virgen de Monclús, ubicada ahora en una capilla del salón social, junto a la campana recuperada que marca las horas.

Aunque hay pocos vecinos más (18 censados), están unidos. Los holandeses Guus y Bea Klaver descubrieron Sobrarbe porque buscaban algo en la montaña y Chernobyl les hizo mirar hacia el Pirineo. Después de venir durante años con su caravana, se asentaron. En su jardín, cerca del pantano, dan de comer a un corzo y han instalado nidos por los árboles en los que se escucha la vida. La vida y a Cloe que "es el futuro de Mediano", dice Bea.