Aragón

ALTO ARAGÓN - COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

El año en el que nos cambió la vida, pero por trasladarnos a un pueblo

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El año en el que nos cambió la vida, pero por trasladarnos a un pueblo
El año en el que nos cambió la vida, pero por trasladarnos a un pueblo
E.P.

HUESCA.- Este es el año en el que a Guillermo García y Carla Nicolás les ha cambiado la vida (y no por la pandemia) sino porque se han trasladado de Zaragoza a Berdún con su imprenta artesanal, su hija de tres años y sus sueños. Meses después, sus expectativas se han cumplido con creces. María Lozano, por el contrario, se siente "desencantada" tras instalarse en Lecina, donde va a "hibernar" y, seguramente, en primavera seguirá buscando pueblo.

Antonio José Ponce y Marta Luz Pinto llegaron a Bolea con el programa "Holapueblo", para desarrollar su proyecto de extracción de aceites esenciales y está felices. A ellos tampoco los empujó la pandemia. Laura Moreu y Carlos Soler, con sus dos hijos, engrosaron las cifras de población de Robres en pleno confinamiento, y aunque fue la puntilla para tomar la decisión de regresar a su pueblo, el deseo era anterior. No volverían atrás. En un año en el que existe la sensación generalizada de que la pandemia nos ha cambiado la vida, para otros el verdadero cambio se lo ha dado el pueblo. Ya habían contado en este diario la historia de cómo llegaron y ahora cómo se encuentran meses después.

"La gente que toma la decisión por la pandemia, se va a arrepentir. Es como el que se pone a hacer una carrera, porque en la televisión han dicho que va a tener salidas. Hay gente que por la covid se lanza a buscar y dices: uy, uy, uy... Eso tiene poco recorrido. Si te gusta mucho la ciudad, solo que ahora por esto no te está gustando, es muy probable que vuelva a ser lo que era para ti", comenta el músico Guillermo García.

Llegó este año a Berdún con su pareja Carla Nicolás y su hija, pero lo pensaron ya hace tres años. "Cuando nació Valeria, decidimos que queríamos espacio abierto y un lugar en el que respirar fuera de la ciudad", explicaba a este diario en julio, cuando todavía estaba arreglando la vivienda que se compraron. Comenzaron a buscar por el entorno de Ordesa y el valle de Tena y la venta del Molino de Biniés les llevó a alojarse en Casa Emilio y, por el trato recibido, el pueblo "se acabó imponiendo". "Está claro que donde te dan calor, ahí te quedas", decía entonces su pareja, la artista gráfica Carla Nicolás que, con un destacado curriculum jalonado de becas y premios, decidió trasladar su imprenta artesanal "El Calotipo" a Berdún.

"Todos aquellos motivos que nos trajeron aquí: que nos encontramos a gente encantadora, que había colegio... solo han hecho que potenciarse. Ahora hay más cercanía con todo el mundo, te vas haciendo un círculo de personas, la cría tiene sus amigos... Estamos en el proceso de ver que todo ha merecido la pena", indica. "La sorpresa más grande ha sido la educación, que nuestras expectativas se han cumplido con creces. No es una más entre 300, son 24 en el colegio y cinco en su clase de dos edades. Es como tener profesor particular, que además son vocacionales", indica. "Aquí con la pandemia no ha habido ni medio brote y los niños no han vivido ningún trauma, viven ajenos", añade Guillermo.

En este tiempo, además, han concluido la reforma de la casa, que han hecho con sus propias manos. Guillermo se ha dedicado a eso mientras ha aparcado su trabajo de marketing digital que ya le permitía teletrabajar. "Me va saliendo alguna cosa y algún trabajo he hecho, pero ahora quiero disfrutar de la cría y de todo esto más que pensar en el negocio. Creo que sería un error dedicarme ahora a buscar un trabajo cuando tengo oportunidad de disfrutarlo al máximo. De momento, si sale algo se hará, pero...", comenta Guillermo García, que también se plantea desarrollar su faceta de músico de sesión y sus proyectos personales en este campo.

SEGUIRÁ BUSCANDO PUEBLO

María Lozano se va a dar un tiempo, el invierno, para ver hacia adónde se encamina. Llegó a Lecina con el otoño, con muchas ilusiones por hacer comunidad, conectar con la naturaleza y ofrecer clases por los pueblos y retiros de yoga. Sin embargo, "estoy un poco desencantada, porque hay pocas posibilidades de trabajo y de otras muchas cosas. Entonces, voy a intentarlo hasta que llegue la primavera y si no... moverme a otro lugar más grande, porque Lecina es tan pequeño y está tan aislado que se hace difícil", indica.

Llegó con su amiga suiza Joanna Botelho casi directamente desde Latinoamérica. Buscando un pueblo, se les fueron abriendo las puertas hasta llegar a Lecina, pero dos meses después no parece encontrar lo que anhelaba. "He llegado justo cuando empieza el frío, con cada uno en su casa y, además, estamos en pandemia, no puedo dar clases... y se cierran muchas puertas. Hay centros comunitarios en cada pueblo, pero tampoco el ayuntamiento ha puesto las cosas fáciles", comenta. "Me planteo ir donde haya apoyo, donde haya comunidad y gente haciendo cosas que nos podamos nutrir unos a otros", indica, ya que en la localidad son unos 15 vecinos y la mayoría mayores. Echa en falta gente más joven para poder hacer proyectos conjuntos, como un huerto comunitario...

Consiguió una casa de alquiler, pero teme que se tendrá que ir cuando todo vuelva a la normalidad y se pueda alquilar para el turismo. "Vas a un pueblo en busca de estabilidad y es justo lo que no tienes", indica. También dice que ha tenido muchos cambios en este tiempo. Joanna, que ofrece terapias de forma telemática, se ha mudado a la localidad próxima de Almazorre.

"Entiendo que para la gente con una familia, con un teletrabajo... sea más fácil llegar a un pueblo. Ahora el teletrabajo es un avance pero, si cada uno está en su casa, no hay comunidad. Es un proceso mal entendido. Si ya no hay vecindad como antiguamente, es un reflejo de cómo está la humanidad", indica. "Lecina es un pueblo hermosísimo pero si detrás de todas esas fachadas hermosas no hay nada, está desalmado", indica.

¡HOLA PUEBLO Y HOLA NIEVE!

Por su parte, Antonio José Ponce y Marta Luz Pinto están disfrutando de la nieve muy cerca de su casa en Bolea, en la sierra de Loarre. Y es que la proximidad de la montaña, dado que Antonio José practica escalada y senderismo, es una de las razones que les llevó a elegir La Sotonera como destino, dentro del programa de repoblación rural Holapueblo, en el que tenían muchas más opciones.

Además, uno de los requisitos es que fuera un buen lugar para las plantas aromáticas para poder desarrollar su proyecto empresarial de extraer aceites esenciales bajo la marca "Esencias yvy". "La verdad es que estamos muy bien aquí y nos sentimos muy a gusto. Marta es de una zona rural de Paraguay, por lo que podía ser más fácil, aunque realmente es muy distinto", comenta este sevillano que está acabando la carrera de Farmacia mientras trabaja en la Harinera de Tardienta para ahorrar y poder plantar las plantas aromáticas en primavera u octubre. Marta Luz, por su parte, completa el equipo porque es ingeniera agrónoma y ahora sigue a la espera de solucionar los papeles para poder trabajar. Llevan ya unos meses y siguen para adelante.

En el caso de Laura Moreu ha vuelto a su pueblo, a Robres. "Los niños se han adaptado muy bien y mi marido, que es de Zaragoza, también está muy contento, es muy optimista y se adapta a todo. Estamos muy bien, porque ya lo conocíamos de venir en verano", indica. Y eso que su marido, Carlos Soler, ha cambiado su trabajo en una residencia de mayores para empezar desde cero como herrero en Huesca. Laura se encuentra de excedencia en su trabajo como esteticista en Zaragoza, y aunque no sabe qué hará, desde Robres podría ir y venir. Ahora, se van a comprar un terreno y se quieren hacer una casa. El cambio ya lo han hecho.