Aragón

ALTO ARAGÓN - COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

Agüero crece: la corriente del Gállego atrae a cinco parejas, un niño y alguno más

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Agüero crece: la corriente del Gállego atrae a cinco parejas, un niño y alguno más
Agüero crece: la corriente del Gállego atrae a cinco parejas, un niño y alguno más
R.G.

HUESCA.- Que el río es vida es algo más que el grito de la Galliguera y se ha hecho realidad. Las aguas bravas del Gállego han atraído a cinco parejas, un niño y algún trabajador más a vivir a Agüero, adonde en el último año, incluso en plena pandemia, han llegado 13 o 14 nuevos vecinos. El guía Jacopo Bianchi, su pareja Gisela Costa y su hijo de tres años se han instalado en una vivienda municipal de alquiler, tres parejas se han comprado casa, otro chico también; y además, una quinta pareja y otro joven han encontrado alojamiento en alquiler. La tendencia descendente en las cifras de población ha dado un vuelco.

En una población en la que la mayoría de los vecinos están jubilados, excepto el carnicero, el carpintero, dos albañiles y pocos más, según explica el alcalde, Antonio Castillo, la llegada de estos nuevos vecinos ha creado una comunidad joven. La mayoría de ellos están vinculados, además, a las aguas bravas. Aunque según las cifras del INE hay 125 habitantes, como sucede en todos los pueblos, en el día a día viven menos, unos 90. En ellos, se incluye a los 16 residentes del centro de mayores, unas instalaciones que han ayudado a "fijar población", dice Castillo, por el empleo que genera.

Cinco niños viven ahora en el pueblo y, aunque ya no hay escuela, bajan a la de Ayerbe. Uno de ellos es hijo de Chema Sopeña, que llegó desde Zaragoza para trabajar en la zona hace unos quince años y finalmente se instaló en Agüero, una población que les acogió muy bien y que además les resultó bonita, explica. Las casas se sitúan en un paraje de naturaleza excepcional, al pie de sus gigantescos mallos.

Hace una década, Chema creó con otros dos socios una empresa de rafting, River Guru, que ofrece múltiples actividades en el río Gállego. Al inicio comenzaron ellos, pero poco a poco fueron sumando trabajadores y en temporada alta -la campaña de aguas bravas es del 15 de marzo al 15 de octubre- llegan a emplear a 16 o 17 personas entre guías, fotógrafos y personal de administración.

Ahí trabaja Jacopo Bianchi, pero no es el único de los nuevos vecinos que se han instalado en Agüero empleado en esta sociedad. River Guru es una de las tres empresas, con UR Rafting Pirineos y Alcorce, todas en Murillo de Gállego, que trabajan en el río. En su momento fue esta última localidad la que vivió un "boom", con el auge de esta actividad acuática, y ahora sucede en Agüero, comenta Sopeña.

Aun así, "no todo es tener trabajo para instalarte en un sitio, sino encontrar casas a precio razonable. Estas parejas lo han hecho y se han lanzado. También porque hay muy buen ambiente, con gente joven y eso anima; y quizá el coronavirus también ha ayudado", comenta Chema. "La calidad de vida es tremenda. El problema de muchas zonas turísticas es que la vivienda es tan cara como en una ciudad", reflexiona.

En este sector, según comenta, hay muchos trabajadores "itinerantes", que se emplean como guías de barrancos en verano y que la temporada de invierno la hacen en las estaciones de esquí. Así que Agüero se antoja un lugar idóneo para vivir, a unos 40 minutos de Huesca (48 kilómetros) y a poco más de Jaca. "Se ha hecho una cuadrilla de gente joven muy maja. Además, al vivir todo el año, el pueblo te acepta de una manera más fácil, porque no estás de paso. La gente de aquí ha visto cómo el pueblo se iba abajo toda su vida y te dicen que lo llegaron a ver con 500 vecinos, por lo que ahora están contentos", comenta Chema.

"AL MENOS, QUE NO NOS PONGAN CORTAPISAS"

"Por supuesto, la gente siempre es bienvenida y si llegan para quedarse, mucho mejor", indica el alcalde, Antonio Castillo, que reflexiona sobre lo complicado que es mantener la población en el medio rural, que además está envejecida. Se sienten siempre en el "extremo", porque según el alcalde, lo estaban cuando formaban parte de la Jacetania y ahora les sucede lo mismo en la Hoya de Huesca. "No es fácil encontrar trabajo aquí", dice. Por ello, todos estos nuevos vecinos dan un respiro a los datos, pero más allá de los números, dan esperanza a la localidad. "La actividad en el Gállego no solo afecta a la población de Murillo sino a los colindantes", indica.

Con todo, "la despoblación es un problema, porque es muy bonito vivir en el pueblo de cara a la galería, pero el día a día es más duro. Al menos, ya que no nos ayudan, que no pongan cortapisas. Los urbanitas se quejan de que canta el gallo, pero no de que pasa el camión de la basura en una ciudad", reflexiona. Como servicios, echa en falta que funcione mejor la banda ancha porque "en los tiempos que corren, es imprescindible", comenta este munícipe que lleva muchos años en el Ayuntamiento como edil, en la oposición o como alcalde.

Los hijos de Chema, de 4 y menos de un año, han nacido allí. Además, hay otra pareja con otros dos menores y el pequeño de Jacopo. Este guía y su pareja Gisela Costa han dado muchas vueltas por el mundo. Y, precisamente, la búsqueda de un lugar "más estimulante para su hijo", según explica Jacopo, les hizo abandonar un pequeño núcleo de Galicia para volver a Campo, donde se conocieron hace cuatro años.

Jacopo, a sus 35 años, ha trabajado en los Andes, los Alpes o las Montañas Rocosas, por ejemplo. Pasaba el verano en el norte y el invierno en el sur. Eso, después de dejar el periodismo, que fue su profesión durante unos tres años en Italia, su país de origen. Fue allí donde se inició como "guía de balsas" y eso le trajo a España, donde conoció a su mujer, natural de Cataluña, que no solo es guía titulada de media montaña sino que siempre se ha dedicado al turismo, la dirección de hoteles, agencias de viajes... Juntos han estado en Argentina, por ejemplo, y decidieron volver a España y recalaron en Galicia, donde aunque el turismo activo está por explotar, creían que era un lugar complicado para su hijo. "Fuimos a Campo, allí nos pilló el confinamiento y nos enteramos de que en este valle había trabajo", relata, por lo que decidieron probar.

En la casa municipal se asentaron en octubre. "Por parte del Ayuntamiento nos han ayudado mucho para acondicionarla", indica. Según detalla el alcalde, esta casa se rehabilitó hace una década aproximadamente con las ayudas de la Diputación Provincial de Huesca y había estado alquilada. Y, precisamente por la oportunidad que ellos han tenido, Jacopo cree que "tendría que haber más".

"En todos los sitios del mundo en los que he trabajado, el problema principal es la falta de alojamiento en los lugares turísticos, porque todos alquilan por semanas y las opciones son compartir piso, caravana, tienda de campaña... Es ilógico que en lugares pequeños no vean que los trabajadores generan una riqueza en la zona", indica. Sin embargo, "Agüero es una zona rural muy auténtica, donde viven los que han nacido aquí, hijos y nietos que vienen y una pequeña comunidad de guías del río Gállego", describe.

Ahora, ya piensan en asentarse porque "las condiciones han cambiado (dice en referencia a que ya tienen un hijo) pero la dificultad aquí es encontrar un trabajo en invierno", comenta Jacopo. Este otoño, acabada la campaña de barrancos, ha trabajado en la recolección de la almendra y la oliva y ahora se muestra dispuesto a trabajar de cualquier cosa en la zona.

Este sábado, todos estos nuevos vecinos, en otras circunstancias, hubieran vivido por primera vez la fiesta de las mascaretas de Agüero, una tradición singular recuperada hace quince años. Los vecinos prepararían por la mañana sus máscaras o, según la preferencia, volverían a ponerse la de siempre para recorrer las calles, compartiendo tentempiés dulces o salados aquí y allá, una cena popular y una actuación. Pero, como es lógico y así lo explica su alcalde, dada la situación ni se lo han planteado. Tendrán que quedarse, porque la próxima edición no se la pueden perder.