COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA
Llegaron hace 20 años por un camino de tierra y hoy tienen una carretera “alucinante” y un restaurante
#CONTRALADESPOBLACIÓN

MARTA ALCÁNTARA y Javier Pascual comenzaron en Piedrafita de Bisaurri su proyecto turístico y de desarrollo hace algo menos de 20 años, casi tantos como llevan instalados en el Valle de Benasque. En este tiempo, además de levantar su familia -tienen dos hijos de 15 y 16 años-, han consolidado sus alojamientos de turismo rural y el restaurante kilómetro 0 “Casa Javier”, además de impulsar sus mermeladas artesanas “Sabores de la Ribagorza”.
La mejora de la carretera de Espés, que les conecta la A-1605 en el Valle del Isábena y habilita una vía de salida del Valle de Benasque alternativa al Ventamillo, mejora su calidad de vida y supone un salto cualitativo respecto a cuando llegaron. Sin embargo, y aunque se muestran muy satisfechos por lo logrado con mucho esfuerzo en un entorno idílico, lamentan los problemas cotidianos que supone la carencia de servicios de transporte público para posibilitar la contratación de personal o cubrir las necesidades educativas de sus hijos adolescentes.

La carretera de montaña entre la A-1605 y Laspaúles, en concreto Espés, ha supuesto para la Diputación de Huesca una inversión de más de un millón de euros. Además de conectar a la decena de habitantes de este núcleo y ser una alternativa a la N-260 como salida del valle, una decena de pequeñas poblaciones, que no superan en total los 280 vecinos, se benefician de esta obra: Laspaúles, Neril, Suils, Villarué, Abella, Espés y Espés Alto, en el término municipal de Laspaúles, y Piedrafita, San Feliu de Veri, Buyelgas y La Muria, en el de Bisaurri.
“Tenemos la carretera a 1 kilómetro de casa, pero no se ha notado mucho de momento porque se ha juntado con la covid. Esta carretera se ha arreglado para tener una evacuación decente del Valle de Benasque si se cierra el Ventamillo, tenía que haber un escape”, comenta Javier Pascual, quien se congratula por la seguridad que aporta. “Para las 40 personas que la usamos habitualmente está genial. Yo llevo 20 años aquí y llegué que era de tierra, luego la asfaltaron en el primer tramo y ahora está alucinante. Si vienes de fuera te puede parecer que hay algunas curvas donde tendrían que poner quitamiedos, pero si la has visto como estaba antes, ni te lo planteas”, bromea.
El marco pirenaico trajo a Javier y Marta al municipio de Laspaúles, donde decidieron emprender un proyecto de desarrollo que ha crecido a la par que su familia. “Nos gusta el Pirineo y aprovechamos la nieve. Es una vida diferente, pero estamos contentos”, asegura Javier, siempre inquieto.
Los alojamientos de Turismo Rural “Casa Javier” marcaron el arranque de su experiencia en Espés Alto. “Primero fue el turismo rural, tenemos tres apartamentos turísticos, y luego ya emprendimos a la vez con el restaurante en 2011”, recuerda Marta. “Al principio, solo dábamos comidas a los alojados, pero luego decidimos abrirlo al público con un comedor muy pequeño, para 20 o 25 comensales. Hace unos 5 años, ampliamos a casi el doble por la demanda y ahora son 3 salas para un total 60 personas”, detalla.
La apertura del restaurante coincidió con la puesta en marcha de otro proyecto, las mermeladas “Sabores de la Ribagorza”, de idéntica filosofía de productos de calidad y de proximidad. “Todo lo que podemos es Kilómetro 0, producto de proximidad y dentro del movimiento ‘Slow Food’”, apunta refiriéndose a los chuletones o el entrecot de las vacas que pastan en la zona, propiedad de los ganaderos de San Feliu, pero también a las setas, las trufas y otros productos locales.
Además del cliente “turista”, “Casa Javier” cuenta con una clientela fija de segundas residencias y de la zona. Desde los valles de Boí y Arán, hasta Pont de Suerte, Benasque, Graus, la Puebla de Roda o Barbastro. “En 100 kilómetros a la redonda, tanto del sector catalán como el aragonés, vienen de todas partes” todo el año porque, aunque la temporada alta se nota, el negocio funciona todo el año.
Tras casi dos décadas, y pese a las dificultades, están contentos. “Es duro porque estás alejado y si no aciertas con el proyecto, te vas a pique, porque la gente tiene que venir de propio a comer. Has de saber transmitir lo que haces, te ha de gustar, tener las cosas claras y echarle muchas horas”, comenta, mientras se refiere a los problemas de estas áreas rurales. “En un pueblo más grande como Benasque, también habríamos tenido que trabajar, pero no habríamos tenido otro tipo de problemas como el de encontrar personal. Hemos tenido que ir a buscar a chicas a Castejón cada día porque no tienen coche porque aquí la movilidad es nula. Y tenemos dos adolescentes que dependen al cien por cien de sus padres para moverse.
En estas zonas rurales y apartadas, me siento olvidada porque está muy bien hacer buenas carreteras, pero nos faltan servicios de transporte. No hay un autobús que una Castejón, Benasque y Cerler”, lamenta. Explica que, una vez acabada la escolarización obligatoria, no hay transporte público para que su hijo llegue la Escuela de Hostelería de Guayente. “Lo llevamos nosotros cada día”. Respecto a si sus hijos continuarán o no, no es prioritario. “Queremos que nuestros hijos sean lo que quieran ser, que no se sientan obligados a nada. Eso sí, si quieren continuar les diría que aportaran su granito, su sello, que innovaran.