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Elena Villagrasa Ferrer: “Es un honor trabajar en Ordesa”

“Tuve una infancia muy feliz, jugando en la calle con los amigos, la quinta, que era como la familia de tu edad"

Elena Villagrasa Ferrer
Elena Villagrasa Ferrer con sus hermanos, en su infancia y en la actualidad.
S. E.

De la llanura y aridez de Los Monegros al abrupto y verde Sobrarbe. Así ha sido el viaje vital de Elena Isabel Villagrasa Ferrer, una geóloga y conservacionista aragonesa que en 2020 se convirtió en la primera mujer en dirigir el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

“Es un honor y un privilegio, porque dedico mi tiempo y mi esfuerzo a una causa muy noble”, afirma la responsable del espacio protegido, uno de los Parques Nacionales más veteranos de Europa y el segundo más antiguo de España, por detrás del de Picos de Europa, en Asturias.

Elena Villagrasa llegó a Ordesa en 2001 como jefa de equipo de conservación, después de aprobar las oposiciones de técnico facultativo superior de organismos autónomos para el Ministerio de Medio Ambiente. Recuerda aquella etapa profesional en el Parque Nacional como una de las mejores de su vida “Tenía el mejor trabajo del mundo. Resultaba muy agradecido, aprendía y avanzaba, hacíamos publicaciones muy interesantes”, afirma.

Casi veinte años después, fue nombrada directora del Parque, asumiendo una “gran responsabilidad” que considera igualmente satisfactoria a pesar de que ya no puede dedicar tanto tiempo a la investigación y sus labores se centran más en la gestión.

Tiene fijada su residencia en Huesca, con su marido y sus dos hijos, Martín e Irene. Por su trabajo, viaja a menudo a Torla y la capital oscense es un buen punto intermedio, ya que su pareja tiene que desplazarse cada día a Zaragoza a trabajar.

Con Bujaraloz, la tierra de su infancia, no ha perdido la relación. Guarda muy buenos recuerdos de cuando era niña y vivía en la casa familiar, con sus padres, sus dos hermanos y sus abuelos. “Vivíamos los siete y era muy divertido”.

“Fue una infancia muy feliz, estábamos casi todo el día en la calle, jugando con los amigos del pueblo, con la quinta, que era como la familia de tu edad”, recuerda.

Ahora los tiempos han cambiado. “Ya no se ve casi gente joven en la calle, ni joven ni mayor. Antes había mucho ambiente, todas las calles estaban vivas”.

En menos de treinta años, la sociedad es muy distinta. Según Villagrasa, “la comunicación es más distante, somos más individualistas”.

Rememora con nostalgia los años del colegio Pío Beltrán Villagrasa, a sus profesores y compañeros de clase. También a los del instituto, que hizo en Caspe.

Después se fue a estudiar a Zaragoza, Ciencias Geológicas, y su promoción fue la que estrenó la facultad. “Primero estábamos en Ciencias, pero luego tuvimos edificio propio”, recuerda.

Tras la carrera, hizo un máster, en una época en la que no era tan habitual como ahora. Villagrasa se decantó por un máster de Hidrología subterránea en Barcelona. Cuando lo terminó, estuvo trabajando en varias empresas privadas, primero en Zaragoza, luego en Mallorca, hasta que la avisaron de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) para una asistencia para la tramitación de concesiones de aguas subterráneas. Estuvo ocho años en la oficinn de planificación de la CHE, mientras, empezó con las oposiciones que, con el tiempo, la llevaron a “la oficina” con las mejores vistas del mundo, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.