La Hoya

LA HOYA - PANDEMIA DE CORONAVIRUS

Andrés Guillén, de Murillo de Gállego: "Aquí todo es muy laxo. Me sentía más seguro en Filipinas"

Este vecino se sorprende por la falta de controles en España tras estar 40 días varado en el país asiático

Andrés Guillén, de Murillo de Gállego: "Aquí todo es muy laxo. Me sentía más seguro en Filipinas"
Andrés Guillén, de Murillo de Gállego: "Aquí todo es muy laxo. Me sentía más seguro en Filipinas"
S.E.

HUESCA.- Andrés Guillén regresó la semana pasada a su casa, en Murillo de Gállego, después de haber pasado 40 días confinado en Filipinas, donde le sorprendió el estallido mundial de la crisis del coronavirus.

Fue repatriado el 24 de abril en un vuelo desde Manila fletado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y lo que más le ha llamado la atención en sus primeros días en España es la distensión de las medidas de control para hacer cumplir con el confinamiento en comparación con el país asiático.

"Vengo de un país donde la disciplina se mantiene a base de fuerza y aquí en cambio todo es muy laxo", asegura, todavía sorprendido, desde su pueblo. Andrés, un vigilante forestal de Sarga de 57 años, llevaba cinco meses sin pisar España. Desde que comenzó un viaje en plan mochilero por el sudeste asiático que le llevó por Myanmar, Vietnam, Camboya y Filipinas. Pero su periplo dio un giro inesperado cuando llegó a Pagudpud, un destino turístico de playa en el norte de Luzón, la isla más grande del país, a unos 560 kilómetros de la capital.

Llegó allí el 16 de marzo, justo cuando comenzaban a implantarse en Filipinas medidas de confinamiento por la pandemia de covid-19. Nada más bajar del autobús fue parado por la policía y tuvo que recluirse, junto con otros turistas españoles, en un centro turístico junto al mar. Allí estuvieron sin poder pisar la calle casi un mes, presionando a la embajada española para que les facilitase el regreso a su país dado que no había vuelos comerciales.

"Después de los 27 días de confinamiento en Pagudpud, el gobierno regional decidió que todos los extranjeros teníamos que ser evacuados y todos los centros hosteleros cerrados", relata Andrés. Les dieron una semana y pusieron a su disposición vehículos oficiales y salvoconductos para poder llegar a Manila.

En la capital filipina, Remar, la organización española de la iglesia evangélica Cuerpo de Cristo que ayuda a personas vulnerables, les ofreció alojamiento en su centro para personas sin hogar y rehabilitación de toxicómanos. Allí llegaron el 12 de abril, tras un viaje de 12 en el que pasaron por "30, 40 o más controles de la policía y el ejército".

Y en Remar estuvo Andrés junto con otros cuatro españoles hasta que finalmente el Ministerio de Asuntos Españoles fletó un vuelo para repatriarlos. "En Remar nos recogieron al llegar a Manila, nos dieron de comer, nos dejaron donde dormir, nos llevaron luego hasta el aeropuerto... Todo gratis. Yo no tengo más que agradecimiento hacia ellos", asegura.

En Filipinas, con 109 millones de habitantes, apenas han registrado unos 7.000 casos de covid-19 y menos de 500 fallecimientos. Sin embargo, la mayor preocupación de Andrés era su convicción de que "van a repuntar los casos porque la sanidad en Filipinas es inferior a la española y los filipinos son muy indisciplinados". "Todos pensábamos que si nos teníamos que poner enfermos era mejor hacerlo en España", añade.

Por eso, no se lo pensó cuando la embajada anunció que iba a haber un vuelo para repatriados y regresó junto con unos 150 españoles más que estaban varados en el país asiático.

Al llegar, se quedó sorprendido por la libertad con la que pudo moverse. "Estoy acostumbrado en Filipinas a tener controles incluso para salir de los barrios y aquí veo que hay mucha flexibilidad", sostiene. Mientras que para acceder al aeropuerto de Manila tuvo que pasar por dos test de temperatura, uno ocular más una cabina de desinfección en la que fue rociado, tras aterrizar en Barajas no le hicieron ningún tipo de control. "La policía de control de pasaportes nos dejaba pasar casi con miedo", cuenta.

"En Madrid, estuve cinco horas andando por la calle con total libertad mientras esperaba al autobús. Llegué y salí de Zaragoza, entré y paré en Huesca y no encontré ningún control. El lunes fui a comprar a Huesca y volví y tampoco", relata.

En Filipinas, no solo hay controles por todas partes, sino que "te sacan la pistola y como te pongas tontorrón te pegan un tiro en el pie", como le pasó a la dueña de una tienda de informática frente a su alojamiento en Remar que desobedeció reiteradamente la orden de los militares de cerrar su negocio.

"En casa se está bien, pero estoy viendo que no hay mucho control aquí", comenta, si bien admite que lleva todavía pocos días en España. "Me sentía más seguro en Filipinas. De eso no tengo ninguna duda".