La Litera

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El tejido cultural de Binéfar, carta de presentación al mundo

Los Titiriteros de Binéfar, el escultor Mario Molins, el cineasta Raúl Capdevila y el diseñador gráfico Néstor Solano crean desde su ciudad

Paco Paricio y Pilar Amorós, con sus cabezudos.
Paco Paricio y Pilar Amorós, con sus cabezudos.
S. E.

Hablar de Binéfar desde el punto de vista cultural es hablar de Los Titiriteros. No en vano, esta compañía con más de 40 años de trayectoria, lleva en su propio nombre el de su ciudad.

Paco Paricio y Pilar Amorós tienen la suerte de haber hecho lo que les ha gustado y han transmitido a sus hijas, Eva y Marta, su amor por los títeres. Una estudió Magisterio y otra Filología, “pero al ver la actividad de la compañía y que les gustaba, entraron”. De hecho, hace unos días les hacían “la transmisión de poderes, y son ellas las que están llevando el timón”, apunta Paco Paricio, y lo hace con la ilusión de saber que Los Titiriteros de Binéfar, “que gozan de muy buena salud”, van a tener continuidad, y parece que por mucho tiempo porque a esas dos generaciones se une una tercera, Aníbal y Rita, que participan en la compañía de una forma lúdica.

Al observar ese presente, Paco y Pilar sienten que han hecho “algo grande. Lo que al principio no nos parecía porque esta profesión en otra época era desprestigiada, se ha ido construyendo poco a poco, primero como un juego, luego como una diversión, como una profesión y como una empresa. Hemos hecho todo el proceso y ha sido complejo porque otras compañías que nacieron en aquella primera democracia no han podido seguir”.

Tras recorrer ese largo camino, Los Titiriteros de Binéfar son un referente a nivel nacional, y lo que realmente les gusta es “ver que los niños de Binéfar se sienten identificados” con ellos “y alguno dice que quiere ser titiritero”. Haberse convertido en una seña de identidad de la villa literana les hace “mucha ilusión” y sentirse “orgullosos”.

Esculpir, filmar y diseñar

Mario Molins creció en una torre en el campo, y como el mismo dice tuvo “una manifestación muy temprana” de relacionarse con el medio que l rodeaba “a través del arte”. No tenía ningún antecedente artístico en la familia, pero sí a un abuelo “que se preocupaba mucho porque tuviera un arraigo muy potente al territorio”. Él le enseñó a contemplar el paisaje. Criarse en el campo, ser un niño muy sensible, y tener “el abuelo que tuve”, despertó en él una llamada a relacionarse con el entorno, y lo que de chaval eran juegos, “con el tiempo” se dio cuenta “de que estaba creando arte”.

Licenciado en Bellas Artes y con estudios de doctorado, este artista y docente binefarense comenzó dibujando y pintando, pero la escultura estaba en él, arraigada a las materias de territorio: la madera, la tierra..., a esos juegos de niño que con el tiempo le generaron curiosidad. “Y sobre todo una reflexión porque si algo tenemos los artistas es que necesitamos dominar la técnica, ser muy buenos artesanos, pero dominar y desarrollar el intelecto, es decir, crear mentalmente”.

Con su taller en pleno campo, el proceso creativo de Molins pasa por tomar el árbol como un elemento de estudio. Busca los que han muerto “para devolverlos a un comienzo de su vida: semilla, crecimiento o brote, siempre de una manera muy respetuosa con el propio árbol”. “Lo que hago -explica- es indagar en lo que él es para que los propios volúmenes que genero hagan que las personas que los vean no me vean a mí sino una escultura que crece en sentido natural”.

Sus obras han protagonizado numerosas exposiciones individuales, la primera, Hierros, en 2006 en el Centro Cultural de Binéfar, y la última Naturae profunditas, en 2021 en la sala del Ayuntamiento. Entre medio ha mostrado sus piezas en diferentes lugares de Aragón, España y países como EE. UU., Perú o Bélgica participando en muestras colectivas.

Si dejamos la escultura y nos centramos en el séptimo arte, hay que hablar de Raúl Capdevila. Con 18 años se matriculó en Comunicación Audiovisual. “Era lo más me motivaba”, pero durante la carrera “descubrí un tipo de cine y audiovisual que en Binéfar no había podido ver, y aquello me entusiasmó”. A partir de entonces le picó el gusanillo. Se graduó en la Universidad de Barcelona, cursó el Postgrado en Montaje Audiovisual y Edición de Vídeo y un máster en Documental de Creación.

En 2017, junto a tres directores/as, estrenó su primera película Judas. En 2019, año desde el que colabora como miembro del comité de preselección de la categoría documental en el Festival Internacional de Cine de Huesca, regresó a Binéfar para hacer su segunda película, pero primera en solitario, Los saldos, un western/documental de creación en el que firma la historia de su familia, el testamento de tres generaciones de agricultores y ganaderos. Un mundo con fecha de caducidad.

En su día a día, Raúl combina su trabajo en la granja familiar por la mañana, y por las tardes se dedica al cine. “Ahora me encuentro enfrascado en la distribución de Los saldos”. Está tratando de que haya un estreno en salas, “un objetivo un poco ambicioso, pero vamos a intentarlo, sería para junio de este año, ya que hemos hecho la película para que se vea”.

Aunque está en la etapa Saldos, “siempre hay un proyecto en el horizonte, que luego puede mutar”, pero lo que está claro es que lo hará desde Binéfar porque “se puede, el problema es el cómo se hacen esas películas”. Su meta es vivir “de hacer películas, de editar para terceros... Estoy especializado en montaje y con todas estas actividades me gustaría conseguir trabajar desde Binéfar en este sector”.

Quien por el momento trabaja desde Binéfar para todo el mundo es Néstor Solano. Comenzó a dibujar de pequeño, aunque a cierta edad lo dejó porque se veía obligado a participar en los concursos. y le cogió “un poco de tirria”. Siempre se ha interesado por el mundo de la ilustración, por el graffiti durante un tiempo, la música es una constante, lo mismo que el cine y la animación, “de todo lo que es arte pop audiovisual siempre he estado muy pendiente a pesar de vivir en Binéfar, donde era más difícil el acceso a los cómics y por eso no he leído nunca, pero si hubiera tenido una tienda cerca, seguro que hubiera caído”.

Lo que también le despertó interés fue el tema de los ordenadores, y eso le llevó a que se unieran los dos mundos, el de las nuevas tecnologías, “que empezaba” y lo pilló “de lleno”, y el del diseño y su vinculación con el arte. Se trasladó a Zaragoza a estudiar diseño gráfico y luego se especializó en web. Regresó a Binéfar y estuvo trabajando en diseño de web para una empresa de Monzón, otra de Binéfar, y de autónomo. Hoy lo hace para la multinacional Deloitte, “haciendo diseño web pero mucho más avanzado, aplicaciones, investigación con usuarios...”.

A él, el teletrabajo le vino muy bien y de alguna manera, la pandemia llevó consigo algo de suerte en el sentido de que se planteaba dejar Binéfar. Y ahora “puedo trabajar para Malta o el Reino Unido desde aquí. Y eso es una maravilla”.

Paralelamente a ese mundo tecnológico en el que desarrolla su labor profesional, Néstor Solano es muy aficionado a los juegos de rol, y eso le ha abierto “un mundo mucho más vasto en cuanto a lo cultural porque mezcla literatura, ilustración, cine, cómic, videojuegos…, de todo. Y en ese campo siempre he estado muy activo”.

En Binéfar han montado con algún amigo y la colaboración del Ayuntamiento, las Jornadas ‘Aburrirse está prohibido’, que no descarta recuperar, torneos de juegos de miniaturas, juegos de mesa y talleres de rol para la gente joven. “A nosotros, de críos, también nos los vinieron a dar, nos gustó un montón y descubrimos muchas cosas”.