Monegros

LOS MONEGROS - COSAS DE CASA

"La Memoria de la Sed" muestra el valor del agua

El blog Os Monegros recoge un análisis de "este patrimonio material e inmaterial para preservar"

"La Memoria de la Sed" muestra el valor del agua
"La Memoria de la Sed" muestra el valor del agua
S.E.

HUESCA.- "Solamente quien carga su propia agua sabe el valor de cada gota derramada", escribe Joaquín Ruiz en su blog Os Monegros, en el que, bajo el título de "La Memoria de la Sed" y junto a Alberto Lasheras, Alejandro Campoy, Carmen Nicás y Constantino Escuer, desarrollaron el pasado verano un análisis sobre "este patrimonio material e inmaterial que hay que preservar".

"Hasta hace poco no había agua en las casas monegrinas, era un bien escaso y tan limitado que se debía resguardar con mucho esfuerzo", explica Ruiz, quien apunta que, a pesar de la existencia de los ríos Alcanadre, Guatizamela y Flumen o Isuela, "el resto de Los Monegros ha dependido de la lluvia y su almacenamiento como forma de subsistencia", por lo que en este territorio la cultura del agua ha sido "una constante".

Cabe recordar que han existido años en que la lluvia apenas ha visitado la zona. "En 1995 se recogieron 205 mm en Pallaruelo de Monegros, incluso algunos años, como en 1949 y 1953, se perdió toda la cosecha", lo que provocó que los agricultores se quedaran sin sus tierras por no poder pagar los préstamos, y tuvieran que emigrar a las ciudades o pasar a trabajar para los terratenientes. "Aún así, cuentan que en las balsas siempre había algo de agua, todo un uso eficiente de gestión tradicional, para asegurar y preservar la valiosa agua caída del cielo", señala.

Las balsas se abastecían por escorrentía superficial, por agua de lluvia, recogiendo la que se escurría por los barrancos y que a través de los regueros "agüeros", "agüeras" o "güeras" de captación se recogía y llevaba el agua a las balsas. Previamente se obligaba a pasar el agua por una "rebalseta" y un escalón de decantación previo que evitaba una pronta colmatación por sedimentación de la balsa principal.

No obstante, cada cierto tiempo las balsas debían de ser limpiadas, retirar los lodos, el tarquín acumulado en el fondo. "Era un trabajo comunal con implicación de todos los vecinos del pueblo, "a vecinal". Se limpiaban cuando se secaban, antes de que las lluvias les volviesen a dar vida y principalmente en mengua", expone.

"La rebalseta correspondía al depósito donde se iban quedando las gravas y arenas que arrastraban las tormentas a las balsas y aljibes", apunta Constantino Escuer, gran conocedor de la historia de los sistemas de abastecimiento de Los Monegros.

Alejandro Campoy, desde el Museo de Oficios Antiguos Monegros de Sena, explica sobre los aljibes: "Se limpiaban en la mengua de enero y se terminaba de vaciar con un plato de porcelana en un pequeño foso que tenía en la base, para después llenarlo de nuevo con alguna cubeta desde el exterior de la vivienda. Quizá es por este motivo que solían estar construidos en los patios, muy cerca de la calle. Recuerdo cuándo los limpiábamos, también cómo era la técnica que utilizábamos los albañiles para rebozarlos con varias capas de mortero y malla para finalmente darles un yiscado fino de llana y pintado de cemento puro".

"En Alcubierre recuerdo ver gran cantidad de pozos, muchos se han tapado y otros siguen con agua; hay aguas subterráneas en la base de estratos de grava y sobre salagón. La presencia de paleocanales en sasos y vales, favorece la concentración de agua freática que se va aprovechando en las captaciones tradicionales de agua", indica Alberto Lasheras. "Como ejemplos tenemos la fuente del Milagro en La Cartuja de las Fuentes, la Fuente Madre de Castejón de Monegros o la de Alberuela de Tubo."

La disponibilidad era esencial para la subsistencia de las poblaciones, y su salubridad era vital, pues las aguas no estaban exentas de transmitir enfermedades, a pesar de diferenciar balsas para consumo humano o animal, por el contacto, especialmente de los perros que bebían en balsas humanas. "Por el agua se transmitían los quistes hepáticos o hidatídicos, además de las distintas afecciones como diarreas o gastroenteritis causadas por la baja calidad del agua de balsa", explica la doctora sariñenense Carmen Nicás. "Se podían transmitir todas las infecciones digestivas, parasitarias, malaria, poliomielitis, shigellosis... sobre todo en aguas estancadas, pero también corrientes".

Actualmente, abrir el grifo y ver correr el agua limpia y clara, sin miedo a que se termine, es algo que no se podían imaginar, "igual que era impensable que los amplios y bastos secarrales, serían regables. Nuestro medio, en determinadas zonas, ha sufrido una gran transformación y aquella aridez monegrina, que ha configurado la vida durante años, ha quedado relegada en gran parte de Los Monegros", concluye Ruiz, quien invita a seguir esta Memoria de la Sed en osmonegros.com.