Monegros

COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

El sueño de volver al pueblo se ha hecho realidad y continúa... al ampliar su bodega

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Fernando Mir coge entre sus manos un puñado de la árida tierra próxima a la sierra de Lanaja, de donde salen sus vinos concentrados, marcados por la falta de agua.
Fernando Mir coge entre sus manos un puñado de la árida tierra próxima a la sierra de Lanaja, de donde salen sus vinos concentrados, marcados por la falta de agua.
El Vino del Desierto

Fernando Mir soñó con volver un día al pueblo y en el proceso ha cumplido más deseos: recuperar la tradición vitivinícola de Los Monegros y crear su propia bodega con ‘El Vino del Desierto’. Tras más de 10 años asentado en Lanaja, aunque el proyecto comenzó a gestarse hace 20, no se puede hablar en pasado porque, según explica, “el sueño continúa con otro proyecto”. Ahora, planea ampliar la bodega y, además, recuperar el clarete de la misma manera que se elaboraba en Lanaja. Y tenía fama.

Fernando Mir Casaus, nacido en Zaragoza, ha vuelto al pueblo del que su padre se marchó, pero del que jamás se alejó porque regresaban cada fin de semana y en vacaciones, ya que, además, su madre es de Poleñino. Cuando a su padre se le ocurrió en el 2001 plantar 300 cepas pensando en elaborar su propio vino en su jubilación, fue cuando a Fernando se le despertó la curiosidad por el vino. Entonces, cuando apenas tenía 21 años, es cuando comenzó a gestarse lo que hoy es ‘El Vino del Desierto’. Estudiaba Empresariales y, tras terminar la carrera, se fue dos años a hacer un Máster en Viticultura a La Rioja y, a su regreso, cursó el grado Superior de FP de Enología en Cariñena. Y, además, se documentó, porque aunque apenas se conoce, explica que había una tradición vitivinícola en Los Monegros. Pero con el Canal y el regadío, el paisaje cambió.

Ahora, su bodega ofrece tres variedades: las de siempre, ‘Sed y Duna’; a la que se añadió ‘Árida’ el año pasado. En ellas, como explica Fernando Mir, se “embotella el paisaje” de Los Monegros. Son vinos concentrados, cultivados cerca de la sierra de Lanaja, donde no se riega, una tierra austera y de contrastes con inviernos muy duros y veranos muy calurosos. En esa botella, también entra la filosofía de mantener una producción pequeña y de realizar un trabajo manual.

Ahora, produce 10.000 botellas al año, y espera llegar a las 15.000 o 20.000, pero no quieren perder su esencia de pequeña bodega. “Nuestro principal cliente busca que los vinos le toquen un poco el corazón”, indica. Y su vino, su sueño, llega al alma y deja el poso de la tradición y del empuje de un emprendedor por cumplir su sueño.

“Tenía mucha ilusión por vivir en el pueblo y de mi pueblo”, enfatiza Mir, porque no quería trasladarse allí para desplazarse a trabajar a otro sitio. “Quería volver a mis raíces a nivel personal, pero también desarrollarme a nivel profesional”, indica. “El intentar triunfar en el medio rural”, resume. Y se puede.

“Cuando se habla de despoblación, se habla mucho de los servicios y de que en una ciudad puede haber más oportunidades, pero la gente que vive en el medio rural se tiene que concienciar de que se puede quedar, porque para nosotros no fue nada fácil, requirió mucha inversión, y apostamos por ello”, indica.

En este sentido, puso en valor la existencia de las ayudas del programa Leader, a través del Ceder Monegros, así como las que recibió por incorporarse como joven agricultor porque tuvo que comprar y poner tierras en cultivo. “Las ayudas son importantes para darte el empujón, pero hay que apostar, y ahora hay chavales que lo están haciendo”, comenta en alusión a Saúl Gazol, que ha montado una granja de gallinas para huevos ecológicos.

Si amplía la bodega, como prevé para el próximo año, y da ese salto en la producción, Fernando confía en poder crear uno o dos puestos de trabajo fijos. Ahora, solo él está al 100 %, aunque contrata el trabajo de las viñas en campaña y cuenta con el apoyo de su familia. Además de la producción, también promueve el enoturismo. “Si traemos gente a nuestra bodega, al final van a ir a comprar a la panadería, alojarse en las dos casas de turismo rural que hay... genera economía”, comenta.

En este sentido, también hace un llamamiento a que los vecinos de los pueblos se conciencien de la importancia de comprar en los comercios locales. “Se van a Huesca y lo que se ahorran lo gastan en la gasolina, pero luego lamentarán si la tienda tiene que cerrar porque no es rentable”, indica. Con todo, resalta que hay colegio, consultorio médico, panaderías, bares, farmacia, peluquería... Pero, al margen de los servicios, sigue convencido: “El que quiere puede quedarse”. En su caso, “‘El Vino del Desierto’ más que un trabajo es un modo de vida”, diferente al de Zaragoza, y que jamás cambiaría.