Ribagorza

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José María Lacoma: "El teatro es una escuela que te ayuda a entender muchas cosas en la vida"

Nacido en Barbastro, estudió Magisterio en Huesca, se fue a Barcelona donde aprobó la oposición, se matriculó en Aparejadores y comenzó a pintar  

José María Lacoma.
José María Lacoma.
Elena Fortuño

El polifacético artista barbastrense José María Lacoma ha desarrollado, sobre todo en Madrid, una reseñable y prolífica carrera como actor de teatro, un género que le apasiona y de cine, “que nunca me ha satisfecho del todo”, aunque rodó hasta 9 películas e infinidad de spots televisivos. Una trayectoria iniciada tras abandonar su plaza de maestro funcionario en Barcelona y viajar a París, donde bebió de la intelectualidad del creativo Mayo del 68 para, de vuelta a España, hacer lo propio con la élite intelectual madrileña. Menos ávido de los aires de “La Movida”, a finales de los 80, dejó la capital para afincarse, buceando en sus raíces paternas, en Perarrúa. Dese la localidad ribagorzana y junto a su inseparable Elena Luis, ceramista, en las últimas décadas ha desplegado su faceta artística en Ainsa y Graus, principalmente.

En unas semanas, impartirás un curso de teatro en la Biblioteca Humana de Graus ¿Cómo llegaste al teatro y qué ha supuesto en tu vida?

—Empecé a hacer teatro en París, en torno a Mayo del 68, un movimiento que supuso un cambio de paradigma social. Intelectualmente, los franceses nos sacaban mucha ventaja, así que me puse al día en cuanto a ideas y pensamiento. Era la base, leer y estar muy despierto para ir a los debates de la Sorbona. Un día me encontré a Sartre, mientras tomaba café en Montparnasse, y otro me crucé con Beckett.

En París, entré en contacto con gente de teatro y me uní a ellos. Estaban Antonio Amorós, Amancio Prada, entre otros, y montamos ‘Candilejas’, un grupo de teatro en español, sobre todo, para emigrantes o hijos de emigrantes. En 1970, me animaron a volver a España y entré en el grupo de teatro ‘Los Goliardos’, que dirigía el profesor de la Facultad de Políticas Ángel Facio. Estaban Álvarez Junco, Carmen Iglesias, pero no estaba politizado, era un grupo intelectual por el tipo de obras y por el planteamiento. Preparamos ‘La Boda de los pequeños burgueses’, de Bertolt Brecht, por ejemplo, haciendo cursos sobre Brecht, leyendo sus obras, con metodología muy intelectual.

Por esos años, me gradué en Arte Dramático en el Conservatorio Superior de Córdoba y de gira con esa obra de Brecht pude vivir el teatro. Con el teatro gané mucho dinero, en el Teatro Lara -donde estaba actuando cuando se murió Franco-, íbamos en cooperativa.

El teatro es un trabajo colectivo que te obliga a estar concentrado, a cuidarte. Es una escuela que te ayuda a entender muchas cosas en la vida..

¿Cambiaste el teatro por el cine?

—Entre los años 76 y 77, hice una gira por Hispanoamérica con José Luis Gómez y, a la vuelta, hubo una época de bajón, así que me empecé a interesar por otras cosas como la cerámica y retomé el dibujo que había estudiado en Barcelona. No cambié el teatro por el cine, el cine era en paralelo. ‘Los Goliardos’ nos disolvimos por problemas internos y hacía cine y publicidad. Hice muchos anuncios de televisión, que es lo que mejor me han pagado. El primero, con Víctor Erice. Pero el cine nunca me ha satisfecho del todo. Estuve en ‘La Trastienda’ (Jorge Grau, 1975), ‘Siete días de enero’ (Juan Antonio Bardem, 1979), ‘Tierra de Rastrojos’, (Antonio Gonzalo, 1980)’, donde también fui productor y cobré 15 años después. Hice unas 8 o 9 películas. Lo que disfruté mucho fueron los Estudio 1, una serie de obras de teatro rodadas en el Estudio 1 de Prado del Rey que, desde el punto del vista del actor, era como hacer teatro porque no lo hacías pensando en las cámaras. En el curso que les dé en Graus les pondré algún capítulo.

¿Qué te hizo instalarte en Perarrúa y cómo has desarrollado aquí tu carrera?

—Me cogió un bajón por estar un tiempo sin trabajar y, a través de mi tío, Santiago Plana, encontré la casa de Perarrúa. Me gustaba la montaña y nos surgió la posibilidad de tener una tienda en Aínsa. La cerámica me arrastró. Estando aquí me llamaron para hacer teatro, pero no fui. He dirigido la Morisma durante 10 años y he participado en la Lectura dramatizada ‘El grito del Agua’ de Alfredo Castillón sobre Joaquín Costa. He dado cursos de teatro en la Uned, en Sabiñánigo y, junto con Elena, hemos hecho señalizaciones y murales en lugares públicos. Este curso de teatro en Graus me hace mucha ilusión.