Sobrarbe

SOBRARBE - COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN DE HUESCA

El espectáculo de la trashumancia: el pasado y el futuro del valle de Broto

Los ganaderos cumplen con la tradición milenaria de llevar las vacas a pastar a Francia, pero al mismo tiempo reflejan la necesidad de continuar con la ganadería extensiva para mantener el paisaje y asentar población

El espectáculo de la trashumancia: el pasado y el futuro del valle de Broto
El espectáculo de la trashumancia: el pasado y el futuro del valle de Broto
E.R./J.O.

Suenan los cencerros acompasados pero, de vez en cuando, se escucha el grito del pastor que retumba en las montañas y el bramido de sus vacas que lo reconocen y le contestan algo así como que vuelven al camino. Si es que, además, lo conocen. Es el espectáculo de la trashumancia de los ganaderos del valle de Broto por el ibón de Bernatuara a los pastos franceses de Gavarnie. Es una ruta que han hecho tantas generaciones que no les alcanza la memoria y, por tanto, con un simbolismo que enlaza el pasado con el futuro. Esos gritos -cada pastor tiene el suyo- se antojan como una llamada de alerta sobre la situación y la importancia de la ganadería de montaña para mantener el paisaje y la población.

Y el consejero de Desarrollo Rural y Sostenibilidad, Joaquín Olona, este año los ha escuchado en directo, en la trashumancia milenaria del pasado miércoles 24 de julio. Es una auténtica fiesta en la que la tradición se exhibe de manera natural, pero que resulta todo un espectáculo para quien lo vive por vez primera. En la frontera con Francia, son muchos los que aguardan la llegada de los pastores y, más abajo, los vecinos los esperan para celebrar una comida de hermandad con platos de aquí y allá bajo una carpa.

Los hermanos Enrique y Alberto Ramón, de Viu de Linás; Raúl Villacampa, de Oto, o Dani Magallón, de Fragen, son algunos de los jóvenes ganaderos que no solo mantienen la tradición sino la pervivencia de la actividad en el valle de Broto y, con ella, el paisaje y sus habitantes. Porque no solo de turismo vive el hombre. Y ellos han querido quedarse todos en su pueblo y las vacas no han sido una imposición sino una elección. Olona escuchó sus gritos, como ancestrales, para controlar al ganado y también sus reivindicaciones.

Unas mil vacas pastan cada verano, entre el 22 de julio y el 22 de septiembre, al otro lado de la frontera, tal y como firmaron España y Francia en el Tratado de Bayona el 14 de abril de 1862. Los pueblos del valle de Broto tienen divididos los montes en vicos, de manera que se turnan en los aprovechamientos. Ese día pasaron un buena parte, pero la víspera fueron otras muchas. "La trashumancia pone de manifiesto la existencia de importantes valores que debemos proteger, conservar y cultivar. Los ganaderos lo vienen haciendo desde hace siglos y su continuidad parece asegurada por la juventud y entusiasmo de quienes ya han recogido el testigo habiéndose producido, además, la incorporación activa y visible de las mujeres. Falta ahora que nuestras instituciones comprendan mejor los valores asociados a esta trashumancia para asegurar su continuidad", señaló el consejero Joaquín Olona tras vivir la experiencia.

Todavía es de noche, en torno a las 6:00, cuando echan a andar desde el aparcamiento de Bujaruelo. Aún tardarán casi una hora en alcanzar a las vacas que se quedaron allí la noche anterior y que ya han iniciado el acostumbrado camino. En algún momento tocará correr y es entonces cuando Dani Magallón, de Fragen, se echa al monte. Es uno de los mejores en las pruebas de Kilómetro Vertical y a sus 39 años se encuentra en su mejor momento, aunque no corrió en el campeonato de España porque estaba a punto de nacer su hijo, de solo 12 días. Con todo, se va "a paso de vaca" y eso aumenta el disfrute de los ayudantes. En torno a las 10:00, se dibuja ante sus ojos uno el espectacular ibón de Bernatuara. Tras bordearlo y subir una ladera, frontera entre ambos países, comienza un descenso en el que se para a almorzar en la fuente que los ganaderos bautizaron como fuente de José, en homenaje a un técnico de agricultura que los acompañó durante muchos años. Tras triar las vacas, abajo les aguardaba la comida de hermandad.

Esta vez fue la primera que un consejero se apuntaba y estuvo acompañado por el diputado autonómico y alcalde de Aínsa, Enrique Pueyo; el diputado provincial, Joaquín Monesma; la alcaldesa de Broto, Carmen Muro, que es habitual en la cita; y el presidente del Patronato del Parque Nacional de Ordesa, Modesto Pascau.

Enrique Ramón trasladó al consejero la problemática de los ganaderos para la continuidad de las explotaciones y la pervivencia del paisaje y de la población en el medio rural. Además, le apuntó dos cuestiones concretas como la dificultad de hacer las guías para pasar las vacas a Francia o la necesidad de hacer pequeñas mejoras en el camino. También, uno de los ganaderos le pintó a una vaca el lema "Osos no", que el consejero leyó. Con todo, se trataba de un jornada de fiesta.

Olona reconoce que se trata de "un paisaje pascícola que no existiría sin el aprovechamiento secular". "La protección de esta trashumancia, que lleva asociada toda una cultura y un patrimonio, también depende de que sea entendida y valorada por la sociedad", por lo que resaltó el esfuerzo de los ganaderos por darla a conocer y comprometió su apoyo.

"Hay tantas demandas", decía José Pascual, de Linás de Broto, que va cada cuatro años, cuando le toca a su localidad por el reparto de aprovechamientos. "En Linás hay tres ganaderos y dos igual no tenemos continuidad. Si se cierran las explotaciones, es difícil que alguien venga. Es un negocio para ir tirando y mantenerlo si te lo deja tu padre, pero para empezar es inviable", indica. Por ello, es importante que se queden jóvenes como Enrique, Alberto, Dani o Raúl Villacampa, que siempre tuvo claro que quería continuar. Solo esperan que ese grito y esos bramidos no se le olviden al consejero y que lleguen a todas las instituciones.

"LAS VACAS SON MI FORMA DE VIDA"

Dani Magallón vive en Fragen con su mujer y sus dos hijos menores de 4 años. Ha trabajado de camarero, de albañil y de mantenimiento en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, pero quería ser ganadero. Dani Magallón, de 39 años y de Fragen, es uno de los jóvenes que ha apostado por la ganadería extensiva y que cada año hace la milenaria trashumancia a Francia por el ibón de Bernatuara.

Vive con su mujer, Mónica Lairla, y sus dos hijos: Martín, de 4 años, y Hugo de tan solo 12 días, en este pueblo del municipio de Torla-Ordesa, para el que su familia es gran parte del futuro. Su hijo mayor es el único del pueblo que va al colegio de Broto y, además, hay una chica de 16 años que ya va a instituto de Aínsa. Además de otra joven más o menos de la edad de Dani y otro algo menor, mientras que el resto de los 23 vecinos que residen todo el año -31 empadronados- son más mayores.

"Todo el mundo dice que es un lujo vivir aquí, pero es que es muy bonito estar de vacaciones. Después, cuando vienen, muchos no aguantan", comenta Dani, quien entiende que es difícil para algunas personas de fuera adaptarse. "En este negocio vacaciones tienes las justas y horas todas las del mundo; y para una chica de fuera es complicado entenderlo", indica.

En su caso tuvo suerte. Mónica llegó desde Huesca a trabajar y se quedó. Ahora, está en el hotel Ordesa, lo que les permite completar los ingresos. "La gente luego dice que si cobramos la PAC, pero hay que estar todos los días y saberlo hacer. Es duro", indica. Con todo, tiene muy clara su elección: "El día que me saquen de aquí será con los pies hacia adelante. Las vacas son mi futuro y mi forma de vida", dice de forma muy gráfica.