Sobrarbe

SOBRARBE - TRADICIÓN

Los "langostos" de Abizanda auguran una buena cosecha de vino y algo de aceite

Los vecinos, herederos de una tradición ancestral, y curiosos celebran San Victorián

Los "langostos" de Abizanda auguran una buena cosecha de vino y algo de aceite
Los "langostos" de Abizanda auguran una buena cosecha de vino y algo de aceite
R. N.

ABIZANDA.- Silencio. Los vecinos de Abizanda y cada año más visitantes se concentran en torno a un mantel blanco tendido en un monte, desde el que se otea todo el Pirineo, sobre el que colocan las tortas de caridad y el vino.

Es un instante solemne en el que el bullir de la romería a la ermita de San Victorián se aquieta hasta que el cura bendice con el movimiento de una ramita a modo de hisopo y causa el efecto de una campana que llama a los "langostos", los insectos que en segundos, aunque ayer se resistieron un poco más, revolotearán sobre los alimentos. ¡Negros! ¡Son negros!

"¡Que se preparen los viticultores", dijo el alcalde, Javier Labat, y experto en la predicción. Si son negros, habrá buena cosecha de uva; si son tardos, de cereal; y si son verdes, de oliva. De estos últimos también apareció alguno.

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Y lo que no faltó fue la emoción de los vecinos de la localidad sobrarbense que, generación tras generación, repiten un ritual más antiguo que el cristianismo; ni la sorpresa de quienes lo vivieron por primera vez. Para estos últimos aparentemente todos "bichos" son iguales y buscaban la ayuda de sus cámaras de fotos para "capturarlos" y documentar el resultado. No les hizo ninguna falta ni a Javier Labat, ni a los hermanos Pilar y José Ramón Pelegrín, ni a Ramón Guatas, ni a José María Latorre, ni a Mari Mar Santorromán. Son algo así como el "jurado popular" que dicta sentencia.

¿Y aciertan? "En los últimos tres años sí", afirma Labat. Y Guatas entonces recuerda: "Un año que había una olivada y no habían salido casi langostos, el 19 de agosto una pedregada arrasó todo, dejó las viñas peladas y las olivas que ya eran gordetas todas en el suelo. Pues sí que lo había marcado bien".

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En el pueblo, nadie duda de la predicción de los langostos. Pero la fe va más allá. "Gente de la zona de Los Monegros que tiene tierra nos llama como avanzadilla para ver cómo van a ir las cosechas", comenta Pelegrín. "Nos siguen más los de fuera, de Monegros, La Litera..., más que los de aquí. Donde hay buenas extensiones, claro", indica Guatas. Y de La Hoya de Huesca y Somontano, apostilla Labat. Reciben llamadas desde otros pueblos y también la visita porque ayer vecinos de Graus o de Estadilla, por ejemplo, quisieron ver qué era eso de los langostos.

"Incluso con nieve han llegado a salir", apunta Latorre, ya que sorprende que aparezcan estos insectos con bajas temperaturas. Es más, en alguna ocasión por el mal estado de la pista se ha celebrado en otro punto y no ha funcionado, afirma el alcalde.

José María Latorre recordaba entre risas que un año con Ramón decidieron limpiar la zona y que pasó la cuchilla del tractor para quitar los romeros del terreno sobre el que extienden los manteles. "Y casi nos echan del pueblo", apostilló Ramón. Porque ese año apenas aparecieron. Tampoco en una ocasión en el que el mal estado de la pista les llevo a hacerlo en otro sitio. Quien se haya perdido esta cita puede acudir cualquier día a la localidad, donde se ubica el Museo de Creencias y Religiosidad Popular.

La romería de este domingo se ha celebrado con un sol espléndido, bajo el que estorbaba el abrigo, y muchos aprovecharon para hacer el camino a pie. Pero todos comprobaron el rigor el invierno por la escarcha en las zonas sombrías de la pista, que se toma cerca del Alto del Pino. La cita, que comenzó con la misa en la ermita a las 12 horas, se adelantó con respecto a años anteriores para volver a comer a casa, ya que es un día festivo para las familias de Abizanda.

"Para nosotros es un día muy especial, porque es una tradición, un recuerdo que te van transmitiendo", indica la vecina y una de las predictoras Marimar Santorromán. "En casa tenemos un huerto cerca del barranco y mi abuela contaba que cuando venía a regar subía a pie hasta la ermita para recordar a San Victorián", comenta para ilustrar la devoción. "En mayo, cuando se bendicen los términos, volvemos otra vez y nos quedamos a comer en corros que juntan distintas familias", indica Pilar Pelegrín. Cada año son dos casas las "carideras" -este año Ramón y Príncipe-, las que ponen las tortas y el vino.

Y no hicieron corto, a pesar de que ayer la población se multiplicó, ya que apenas residen 30 vecinos todo el año y solo un niño, que va al colegio de Aínsa. "Por desgracia, cada vez estamos menos gente, pero aquí estamos peleando para revertir esta lacra de la despoblación", indica Labat, que ya tiene ideas para facilitar el acceso a la vivienda, que "hoy es un problema". Y esto no es un vaticinio sino un diagnóstico real. Los "predictores" necesitan relevo.