Sobrarbe

ECOS/ QUIÉN SOY

Alberto Bosque, montañero y montañés

Recuerda su llegada Plan con 21 años y sin experiencia y la define como " fue como si cae un paracaidista en medio de áfrica"

Alberto Bosque.
Alberto Bosque se unió a los Boy Scouts con siete años y en la actualidad sigue disfrutando de la montaña.
S.E.

El mismo se define: “Montañero y montañés” y, añade: “De clase obrera”. El primer juego de palabras lo explica porque le gusta ese giro que se ha dado, olvidando los tiempos en los que “el montañés poco iba a la montaña a disfrutar”. Lo segundo viene de su familia, obrera e implicada siempre en entidades sociales. “Eso para mí es una seña de identidad”, remarca.

Alberto Bosque Riba (Zaragoza, 1964) es el octavo de los diez hijos de José y Pilar, él mecánico de Telefónica y ella al cuidado de su gran prole, 6 chicos y 4 chicas. Un detalle, “cuando éramos pequeños gastaba cada día un tajo de jabón lavando a mano”, recuerda Alberto. Vivir en esa gran familia “era muy enriquecedor”. En casa todo estaba organizado a través de un calendario que incluía turnos para distintas tareas. Alberto compartía con tres hermanos una habitación con una litera de tres alturas (para él la de arriba) y otra cama, y con todos, sobre todo con los cuatro pequeños, juegos y bromas como crear “cachivaches” para asustar al desprevenido.

Mientras vivieron en el barrio San José de Zaragoza, fue al colegio de Escolapios, del que tiene mucho mejor recuerdo, por ser “más progresista y avanzado”, que del público Cándido Domingo, al que acudió cuando la familia se trasladó al barrio de Jesús. “Yo era estudiante de notables y sobresalientes y apreciado, pero sufría con lo que veía en el colegio: era un ambiente algo más duro”. Los domingos vivía con agobio la vuelta a clase, aunque todo mejoraba con los juegos con los compañeros. Esta parte de diversión se completaba fuera del ámbito escolar con los amigos de la escalera y del barrio, siempre en la calle jugando al fútbol, corriendo... “Esa ha sido mi base deportiva”, asegura.

Lo que más marcó a este niño, “bueno, alegre y buen compañero”, fue entrar con 7 años en los Boy Scouts. Empezaron los fines de semana de acampadas en Zaragoza y navidades y veranos en campamentos, “siempre haciendo montaña” y el Pirineo como escenario. Le encantaba y pasó todas las fases hasta llegar a ser monitor, tarea que ejerció hasta los 21 años. También fue captado por Helios para el equipo de remo; entrenaba días, noches, fines de semana y estuvo en campeonatos de Aragón y España. “Lo dejé a los 15 años porque era muy exigente y prefería las salidas a la montaña”, explica.

Dos personas le marcaron ensanchando aún más su amor por el deporte, el monitor Liborio García, que les inició en las técnicas de escalada (falleció en el naufragio de un barco pesquero en el Cantábrico), y el profesor Pedro Pablo Fernández, ya en la Laboral, donde estudió BUP, COU y Trabajo Social, “otra de las vertientes de mi vida -dice-, siempre involucrado en movimientos sociales”. Allí conoció a Lourdes, su pareja desde entonces, con quien tiene dos hijos, Daniel y Lucía.

Llegó a Plan por una casualidad. Llevaba en coche a Lourdes y tres personas más a la localidad sobrarbense para presentarse a la prueba para cubrir una plaza en Servicios Sociales. Había unos 30 aspirantes más cuando llegaron. Alberto no se iba a presentar, pero le insistieron, lo hizo y se quedó el puesto. “A los 21 años y sin experiencia, fue como si cae un paracaidista en medio de África”, ilustra. Pero se quedó y fue coordinador de Servicios Sociales de la Comarca, un trabajo que le exigía mucho y que cambió a los 15 años por el de auxiliar administrativo en el Ayuntamiento de Plan. Desde hace 6 años, preside el Club Atlético Sobrarbe (CAS), con 1.700 socios, desde donde desarrolla toda su pasión por la montaña.