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Rosario Marín: “Es uno de los colegios de España que tienen una trayectoria servicial”

La religiosa, conocida como “Sorru”, ha cerrado una etapa de casi tres décadas en el centro San Vicente de Paúl de Barbastro

Rosario Marín.
Rosario Marín.
Á.H.

Rosario Marín “Sorru”, religiosa del colegio San Vicente de Paúl de Barbastro, sobrevivió “gracias a Dios” a la pandemia de la covid- 19 que la tuvo alejada de sus tareas y ahora ha tenido que aceptar el traslado a un colegio de Zaragoza. Deja la ciudad donde se fundó el primer colegio vicenciano en España, pero queda el recuerdo del trabajo realizado durante casi tres décadas de labor, servicio y entrega, propios de una religiosa carismática.

A partir de ahora, la sombra de “Sorru”, como se la conoce, es alargada en la historia del colegio en cuyas aulas se han educado alumnas de varias generaciones de Barbastro y de localidades próximas que optaron por “las paulas” para la enseñanza en el ambiente de un colegio religioso. En la historia local se recuerdan los nombres de muchas hermanas desde que se abrieron las puertas del primer colegio con las fundadoras Manuela Lecina (Besiáns) y María Esperanza Blanc (Barbastro) en 1792. Barbastro fue punto de partida para la expansión por España.

Más de dos siglos después, ha sido lugar de partida para “Sorru” hacia su nuevo destino con 78 años de edad. “Me siento muy ligada al colegio y vinculada a Barbastro porque las raíces del tronco han sido hondas para que las intenten arrancar de golpe. Es así pero tengo que aceptarlo como religiosa y debo ser consecuente hasta el final de mi vida”.

En la historia se han vivido muchos traslados pero no se recuerda uno con tantas muestras de afecto y de reconocimiento social por casi tres décadas de servicio a la enseñanza, extensivo a tareas de colaboración diocesana. Los días previos fueron una experiencia de vida para la religiosa, a quien el claustro de profesores y profesoras, alumnos y alumnas, antiguas maestras y familias ofrecieron muestras emotivas. Una de ellas, el espacio interior del colegio que desde ahora se llamará “el jardín de Sorru”, en recuerdo de quien pasó “media vida” en Barbastro. En este aspecto reconoce que “trabajar casi tres décadas ha sido un privilegio al que aspiran las hermanas porque aquí iniciaron su labor las seis pioneras, Josefa Miquel, Antonia Andreu, Lucía Raventós, Antonia Cortés y las altoaragonesas Esperanza Blanc y Manuela Lecina”.

En la maleta se lleva muchos recuerdos: “Es normal porque he sido un poco de todo para alumnos y alumnas. Desde que se anunció el traslado a Zaragoza estuve aturdida, extrañada. Creo que se sacaron las cosas de quicio con tanta respuesta social, a fin de cuentas solo he trabajado cada día porque es la misión de las Hijas de la Caridad”.

Reconoce que “es un poco difícil que se den estas situaciones y tal vez por mi edad y los años que llevaba en Barbastro no se haya entendido la actitud de mis superiores, pero, claro, si hay otras necesidades en el colegio de Zaragoza, allí toca la nueva etapa de mi vida. El voto de obediencia es quien manda y debemos ser consecuentes, aunque te cueste y duela. Tengo un corazón, soy humana, he llorado, pero acepto mi nuevo destino”.

Cerca de tres décadas de servicio dan para muchas historias, ya que, recuerda, “he contribuido a la educación de muchísimos alumnos y alumnas a quienes he instruido, ambas cosas. Además, he colaborado con el Obispado en tareas diocesanas siempre que lo pidieron en Cáritas, comercio justo, tareas de alfabetización y catequesis. En todas, he hecho lo que he podido y sabido”.

La etapa de Barbastro ha sido “la más larga de mi vida religiosa tras el paso por dos o tres colegios en Cataluña donde estuve menos años. Y tampoco sabría decir por qué tantos aquí, pero he sido feliz. Desde que llegué a la ciudad me adapté pronto”. A la hora de partir, “me ha costado mucho pero llevo a Barbastro en el corazón”, admite.

En el colegio y en la comunidad “he convivido con muy buenas compañeras, entre ellas recuerdo a sor Hipólita, María Josefa, Celia, Francisca, Carmen y más reciente Paquita, que lleva poco tiempo”. Ha vivido en Barbastro efemérides, acontecimientos y los cambios en la enseñanza. “Aquí se celebra de casi todo porque es un colegio con ambiente muy afectivo gracias al claustro de profesores, los alumnos y alumnas, familias. En general, son gente joven con mucha ilusión y ganas de trabajar”.

Al mismo tiempo, “nos ha tocado trabajar duro en el ámbito de la enseñanza concertada y de eso puede hablar Ángel Morán, secretario general de FSIE Aragón en Huesca. En ningún momento he pensado que el colegio pudiera cerrarse y será muy difícil porque es uno de los colegios de España que tienen una historia y trayectoria servicial”.

Las buenas relaciones han sido habituales. “En la vida de una religiosa hay problemas y gente que no está conforme con algunas decisiones pero he llevado el timón lo mejor posible y no recuerdo ningún enfrentamiento”. En cambio, “los momentos que pasé afectada por la pandemia, de los peores de mi vida junto con la muerte de mi hermana. La pandemia ha sido una lección de vida”.