Cultura

FERIA DEL LIBRO

Cuando la Universidad de Zaragoza fue capital bibliotecaria del bando sublevado

"Libros como trincheras", un estudio sobre las bibliotecas en la guerra civil

Cuando la Universidad de Zaragoza fue capital bibliotecaria del bando sublevado
Cuando la Universidad de Zaragoza fue capital bibliotecaria del bando sublevado
R.G.

HUESCA.- Luis Blanco Domingo, bibliotecario de la Escuela Politécnica Superior del Campus de Huesca, presentó este lunes su obra Libros como trincheras: la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza y la política bibliotecaria durante la Guerra Civil española (1936-1939), que es el resultado de su tesis doctoral.

Narra Luis Blanco "una serie de circunstancias azarosas en la mayoría de los casos" por las cuales la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza "se convirtió en la capital bibliotecaria del bando sublevado, hasta marzo de 1938", en que se constituyó el primer Gobierno de Franco y los nuevos ministerios.

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Cuenta pues el autor cómo tanto la Biblioteca de la Universidad como la propia Universidad de Zaragoza, que estaba dirigida por el rector Gonzalo Calamita, "que desde el principio mostró su adhesión al bando rebelde", creó una serie de instituciones "para fomentar y desarrollar y ganar la guerra lo antes posible". Entonces, "desde las propias bibliotecas se creó "una Comisión Depuradora que alcanzaba todo el territorio que jurisdiccionalmente correspondía a la biblioteca de la Universidad; se creó también el Servicio de Lecturas al Soldado, que aquí estuvo más o menos dirigido por un personaje muy atractivo, que es una archivera turolense que se llama Aurea Javierre", y Miguel Artigas, turolense de Blesa, que estaba de vacaciones cuando se dio el golpe de estado y estalló la guerra civil, "se vino a Zaragoza a trabajar y desde aquí empezó a lanzar una serie de ideas para articular lo que luego sería la administración bibliotecaria del nuevo Estado, después del triunfo franquista".

Cuenta, así mismo, "los avatares por los que pasaron los facultativos y funcionarios de la propia Biblioteca de la Universidad, plegados y subordinados a las necesidades bélicas. Zaragoza, el 19 de julio, se convirtió en una de las ciudades de retaguardia más importantes del bando rebelde", y no hubo respuesta por parte de estos trabajadores, "muchas veces no se sabe si por convicción ideológica o por puro posibilismo o por pura supervivencia, pero la mayoría declaró su adhesión al bando rebelde y a partir de ese momento trabajaron para ellos. Y los que más destacaron tuvieron una larga carrera en la administración franquista".

"Curiosamente", aunque se creó dicha comisión de depuración de bibliotecas, fue a partir de ese momento cuando "se dejó de quemar libros por parte de grupos de falangistas, de incontrolados e incluso por religiosos de los pueblos conquistados por los sublevados, que los quemaban en la plaza del pueblo".

Y es que con la creación de dicho organismo de control del sector, los libros "a depurar" eran enviados a la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza, "y fueron conservados y almacenados en lo que se denominó "el infierno", un lugar al que solo podían acceder gentes de moral intachable. Es decir, a partir de ese momento lo que se hizo fue salvar libros, en vez de quemarlos como se hacía hasta entonces, y muchos de ellos pertenecen y están todavía integrados" en los fondos de la Biblioteca de la universidad pública aragonesa.

Luis Blanco añade que fueron "retirados de la circulación y del estudio todos aquellos libros que tenían el sello de la biblioteca de Misiones Pedagógicas, porque una de las obsesiones del régimen era eliminar cualquier vestigio relacionado con la política republicana. Así, libros de Calderón de la Barca, que no era precisamente un comunista, eran depurados, se retiraban de la circulación, simplemente por llevar el sello de la biblioteca de Misiones Pedagógicas. Y a lo mejor aparecía el mismo ejemplar, de la misma editorial pero sin el sello, y ese sí que se podía consultar".

También sucedía que "mientras la Comisión Depuradora de Libros sí que requisaba todos estos libros, el Servicio de Lecturas al soldado, como necesitaba ingentes cantidades de libros, tenía una actitud más laxa respecto a los libros depurados, hasta el punto de que entre su bibliografía tenía libros de Antonio Machado, e incluso he localizado uno de Karl Marx", resalta Luis Blanco.