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Las raíces de la despoblación en la provincia, en un libro

El historiador Carlos Tarazona analiza en la publicación “Pinos y Penas” la política del Patrimonio Forestal del Estado como uno de los detonantes entre 1941 y 1971

Las raíces de la despoblación en la provincia, en un libro
Las raíces de la despoblación en la provincia, en un libro
DPH

El estudio del fenómeno de la despoblación y la política forestal para tareas de repoblación forestal y colmatación de pantanos es el eje argumental del libro "Pinos y Penas", que el guarda forestal e historiador Carlos Tarazona ha presentado esta semana en Huesca, tras numerosos años de trabajo para establecer las diferentes causas del éxodo rural entre 1941 y 1971 en la provincia de Huesca. Un hecho, explica, que no se circunscribe solo a la política de Patrimonio Forestal del Estado, sino a muchos otros factores que va desgranando en esta publicación.

Carlos Tarazona describe que esta edición ahuyenta los prejuicios que achacan a una sola causa el fenómeno de la despoblación en la provincia durante el citado periodo.

Tras un trabajo arduo de unos doce años de investigación, hasta que el viernes pasado vio la luz con la presentación al público en Huesca, asegura que los primeros informantes con los que contactó corresponden a gente que vivió en Pineta, que aglutinan los testimonios de personas de más de 80 años.

Al principio, aparcó el libro y reflejó estos contenidos en el documental "Pinos y Penas" (2007), donde quedaron reflejados los testimonios de las personas de más de 80 años antes de que fallecieran.

Recuerda que, una vez finalizado este trabajo, recabó miles de fotografías en el Fondo Documental del Monte, perteneciente al Ministerio de Agricultura. "Al final, esto hay que hacerlo por amor al arte, y así ha salido este libro".

Tarazona aduce que el tema de la publicación "es inédito al no haber ningún libro en el que se contara que el motivo principal de que aquellos pueblos se abandonaran fue la política forestal", aunque también reconoce que hubo otras causas.

Explica que las repoblaciones forestales "funcionaron como un catalizador de esa despoblación", pero subraya que no fue el único causante y hubo otras cuestiones como el aislamiento de aquellos pueblos, las malas condiciones en las que vivían, la irrupción de unos incipientes núcleos industriales como Sabiñánigo y Monzón, "que empezaron a generar unos jornales y una independencia económica que nadie imaginaba porque no circulaba el dinero".

Por ello, el primer objetivo del libro, recalca su autor, "es dar a conocer en qué consistió el Patrimonio Forestal del Estado, que empezó dotándose de unas mínimas infraestructuras, sequeros para tener las plantas de repoblación y las contrataciones que hubo que hacer en los pueblos para realizar unos trabajos eminentemente manuales durante los primeros años".

Después, cita que llegaron los denominados "motores de sangre" que correspondían a las yuntas de bueyes. "Solo a partir de los últimos años (1966-1971) fue cuando empezó a aparecer la maquinaria pesada, como las bulldozer que facilitaron las labores de repoblación forestal consiguiendo que resultaran más rentables, al tener más hectáreas repobladas en menos tiempo".

Respecto a los prejuicios sobre el estudio de la repoblación, explicitó que su objetivo ha sido aclarar estas causas a través de este libro. En la segunda parte, Carlos Tarazona aborda la forma y el proceso pormenorizados de las operaciones de compraventa de cada uno de los 94 pueblos, aportando datos de cantidades, propietarios y nombres de casas.

Al final, detalla, "son pueblos desaparecidos de lo que solo quedan descendientes de segunda y tercera generación" con nombres de las casas que solo han perdurado en la memoria de unos pocos.

CAUSAS DE LA DESPOBLACIÓN

En el caso de la provincia de Huesca, "el Patrimonio Forestal del Estado adquirió 108 montes diferentes y en ellos había 94 núcleos habitados o pardinas", que después fueron despoblados.

Recuerda que, durante las tres décadas citadas, "los pueblos vivían de una agricultura y ganadería de subsistencia, que les daba lo justo para vivir".

Además, los núcleos se encontraban mal comunicados y sin servicios básicos de agua corriente, luz o servicios médicos. "Según dictaba el derecho foral aragonés, solo un hijo recibía la herencia y los demás se quedaban como "tiones". "Durante mucho tiempo, hubo en los pueblos una lucha de confrontación de valores, para vivir como las antiguas generaciones o abandonarlo todo para trabajar de jornalero en plantas de aluminio o químicas", explica.

Con todo ello, muchas personas decidieron marcharse "aunque influyó la aparición del Patrimonio Forestal del Estado como único organismo en aquellos años que les podía permitir dar ese cambio radical en sus vidas". En este sentido, "era el único que estaba dispuesto a pagarles por sus haciendas, casas y su monte".

Un dinero, recalca, "que siempre fue menor de lo que los vendedores aspiraban, pero que les vino muy bien para emprender una nueva etapa en sus vidas" en otros núcleos que ofrecieran más posibilidades.

Las familias que habitaban las casas no siempre gozaron de una unanimidad a la hora de vender sus casas. "En algunas, los viejos y los jóvenes tenían claro que había que vender y marchar, hubo casos en los que querían seguir y otros en los que la opinión estaba dividida", asevera el historiador y autor de esta publicación.

Respecto a los que no querían vender, "tuvieron que hacerlo a regañadientes porque se quedaban en minoría respecto al resto de vecinos que querían vender".

A juicio de Tarazona, esta situación ha llevado a construir el prejuicio de acusar a Patrimonio de obligar a vender a los dueños de cada casa. "Al final, esa obligación vino más bien dada en la mayoría de los casos por los propios vecinos de los pueblos que querían vender", sentencia.

En este sentido, indica que siempre se ha acusado a Patrimonio del Estado "de obligar o expropiar a la gente para echarla fuera". Como dato, apunta que, "de esos 108 montes que compró Patrimonio, sólo hubo 11 expropiaciones", según la documentación consultada que indica que representan solo un 10 por ciento. Además, "de esas 11 expropiaciones, nueve las solicitaron los mismos propietarios y fueron ellos quienes pidieron vender por el procedimiento de expropiación".

Esto se debe, añade Tarazona, "a que si lo hacían por el procedimiento normal de compraventa les retenían parte del dinero porque no tenían las escrituras en regla y, si vendían por expropiación, esta penalización no existía y muchos propietarios prefirieron y pidieron que se les expropiara el cien por cien del dinero. De esa manera, se iban con más dinero en el bolsillo y con garantías de pasarlo menos mal".