Cultura

FESTIVAL INTERNACIONAL DE LAS CULTURAS

Evocación de Lou Reed

Echo & the Bunnymen avivaron la nostalgia en Pirineos Sur

Evocación de Lou Reed
Evocación de Lou Reed
J.O.

HUESCA.- Por aquello de que todas las músicas son músicas del mundo (una verdad de Perogrullo: por el momento desconocemos la existencia de música extraterrestre), al programador actual del escenario de Lanuza en Pirineos Sur se le ocurrió que el indie también es world music. Dicho y hecho, el indie (y adyacentes) campó a sus anchas en la segunda noche del festival. Una novedad, sin duda. Fueron, eso sí, tres concepciones de lo que se podría definir como indie (un término difuso, como tantos otros) muy diferentes entre sí: el shoegaze quejumbroso de El Verbo Odiado, el camerístico rock de autor de Fino Oyonarte y el proto-indie ochentero de uno de los iconos del post-punk británico, Echo & the Bunnymen. De una forma o de otra, todos ellos orbitan en torno a la galaxia indie.

De nuevo, pese a las amenazas de tormenta, el tiempo volvió a acompañar en una de esas agradables noches estivales que se dan de cuando en cuando en Pirineos Sur. Antes de que oscureciera, en el nuevo escenario Caravana Sur, los oscenses El Verbo Odiado se presentaron en formato íntimo, muy similar al de su reciente actuación en El Veintiuno junto a The Secret Society, solo que en esta ocasión a Jorge Pérez (voz y guitarra) y Jorge Moreno (guitarra eléctrica y efectos) se les unió Pepe Ibáñez con sus muy personales aportaciones vocales. Un formato que, aunque no les resulta incómodo, opaca una de las vías más características de su sonido: la del noise más intenso, que desarrollan cuando pueden mostrarse con su formación al completo. Iniciaron su actuación con Tres14dieciséis, el tema que abre su primer álbum, Tú ganas, y a partir de allí, con ese aire brumoso, doliente y existencialista que les caracteriza, alternaron temas nuevos y antiguos como El laberinto, Cazador, Tarantino, Nada que celebrar o A tiempo de fuga, y rindieron un pequeño homenaje a Standstill con una versión de su Sí, quiero.

Después era el turno de Fino Oyonarte, que apareció desoladoramente solo en el inmenso escenario flotante de Lanuza para presentar las canciones de su magnífico álbum del año pasado, Sueños y tormentas. El bajista de Los Enemigos ha desarrollado, tanto en solitario como con otros proyectos paralelos (Clovis, Los Eterno), una visión muy personal de lo que se podría definir como rock de autor, infiltrado de una poesía confesional y veraz. Fino desgranó al completo las canciones de su primer disco en solitario con su personal pero limitada voz, arrancando su actuación con Por donde empezar, para más tarde dar entrada a la violinista Ana Galletero y a la violonchelista Elsa Mateu con las que pudo recrear esa etérea atmósfera de rock de autor que envuelve su disco. Canciones muy inspiradas como Estos años, La deriva o el tema que da título al álbum se fueron sucediendo hasta que, tras Cien pasos, despidió a su micro-sección de cuerdas y siguió solo en el escenario interpretando un tema nuevo, Entre las sombras, con cierto deje country, al que siguió una sutil revisión del Satellite of love, de Lou Reed, primera evocación de la noche a uno de los autores más fecundos y carismáticos del rock de todos los tiempos. Cerró su íntima actuación (¿demasiado quizá para un escenario como el de Lanuza ) con Los pies fríos, de su proyecto Clovis, y con otro tema nuevo, No mirar atrás, que volvió a rubricar una vez más su personal autoría.

Y tras un largo paréntesis, llegaba el momento más esperado. Echo & the Bunnymen, mítico grupo del post-punk británico de los años 70/80, emblema también de la nueva psicodelia, ocupaba el escenario y avivaba la nostalgia de quienes vivimos con intensidad aquella época. De hecho, la mayoría del público de la noche era más bien talludito y parecía dispuesto a dejarse hechizar por el brillo de esa nostalgia. El grupo de Liverpool, que supo conjugar en su momento el influjo de bandas neoyorquinas como Velvet Underground, Television (¡tan presente en los solos de guitarra de Will Sergeant!) o Talking Heads con la psicodelia de los Doors (la voz de Ian McCulloch es claramente deudora de la de Jim Morrison), surgió en el mismo momento en que Gran Bretaña daba luz a bandas como Joy Division, The Cure o los primeros Simple Minds, con todos los cuales Echo & the Bunnymen conformarían una verdadera generación.

Con una formación renovada, los de Liverpool se mostraron en plena forma y ofrecieron un repaso por sus grandes éxitos, en lugar de tirar de material reciente. Algo que estaba justificado por la reciente edición de The stars, the ocean & the moon, una reconstrucción actualizada de sus viejos hits, y que, sin duda, agradeció su veterano público. Desde el inicial Going up ya se adivinaba que nos esperaba una noche estupenda, de grandes canciones y guitarras vibrantes. McCulloch mantuvo el tipo en todo momento (y se conserva muy bien físicamente), dando voz a perlas como ese maravilloso Rescue de guitarras cimbreantes (tan a la manera de Tom Verlaine), Never Stop, o Zimbo (All my colours), con su ritmo lacerante y mortuorio. La dicha continuó con Over the wall y Somnambulist, un tema que recuerda a los Simple Minds de la primera época. Y llegó el momento de los homenajes: en Villiers Terrace a los Doors y en Nothing lasts forever a Lou Reed con su evocación del Walk on the wild side. La sombra de Lou es alargada. Pero aún faltaba la traca final, con Seven seas, Bring on the dancing horses, un The killing moon, que sonó un poco desfallecido, y un vibrante y apoteósico The cutter, uno de sus mejores temas.

Para el bis dejaron "Lips like sugar" y la balada Ocean rain, que dejó flotando en el aire una rara y etérea sensación. Quizá no era el mejor final posible, pero la actuación de Echo & the Bunnymen, más allá de consideraciones sobre la pertinencia o no de su inclusión en un festival como Pirineos Sur, superó con creces las expectativas.