Cultura

CONCIERTO

Doble onomástica

CRÍTICA MUSICAL

Doble onomástica
Doble onomástica
R.G.

La presencia de la música de Johann Strauss II es siempre obligada en los Conciertos de Año Nuevo. Pero esta vez con más motivo, ya que el año pasado se cumplía el 120º aniversario de su fallecimiento y este año se cumple el 195º de su nacimiento. Una venturosa doble onomástica. Así que el programa que interpretó el domingo en el Palacio de Congresos de Huesca la Strauss Festival Orchestra, que trae el Concierto de Año Nuevo a la capital oscense desde hace ya varios años, fue toda una celebración de la música de este gran compositor. Precisamente, con su Obertura y su Aria de El barón gitano dio comienzo la que ha sido una de las mejores y más divertidas actuaciones de esta Orquesta en nuestra ciudad.

Bajo la dirección del ucraniano Mykola Sukach y con la formidable soprano ucraniana Maina Valenis como solista, que exhibió en todo momento una voz prístina y enérgica, la prestación de la Strauss Festival Orchestra se vio enriquecida con las aportaciones del gran elenco de su ballet (que lució un vestuario renovado) y con una magnífica puesta en escena, sin duda la mejor que se les ha visto desde que fijaron su cita con el público oscense. Un público que disfrutó con la vibrante Jockey Polka de Josef Strauss, con la marcialidad de la Caballería Ligera de Franz von Suppé y de la Marcha de Napoleón, con la deliciosa ligereza del Klipp-Klapp Galopp, con la divertida ¡Fiesta del Fuego! a golpe de yunque, con la elegancia de Voces de Primavera y, sobre todo, con las afortunadas intervenciones de la soprano Maina Valenis en el aria de Romeo y Julieta de Gounod o en las piezas en las que demostró también su extraordinario talento como actriz: Una noche en Venecia (con el habitual registro "beodo") y, sobre todo, el aria de Olimpia de los Cuentos de Hoffmann de Offenbach, en la que bordó su divertido papel de "muñeca de cuerda" ante el asombro del público.

En la recta final sonó la divertida Polka de los Charlatanes de Josef Strauss (en la que el afable Mykola Sukach solicitó la participación de las voces del público), seguida de todo un festival dedicado al genio compositor de Johann Strauss II: la solemnidad de Sed abrazados por millones, el alegre brindis de la Champagne Polka y la brillantez de Cuentos de los bosques de Viena.

Pero, claro está, el público estaba esperando ansioso el consabido bis, que llegó, como era previsible, con el sinuoso y siempre evocador El bello Danubio Azul, el villancico Los peces en el río (habitual ya en su repertorio, esta vez interpretado con su natural simpatía por Maina Valenis) y, por supuesto, la infalible Marcha Radetzky de Johann Strauss (padre), que estuco acompañada con brío y ganas por un público que salió satisfecho y encantado. Todo muy previsible, sí. Pero es que nadie espera encontrar sorpresas y propuestas revolucionarias en un Concierto de Año Nuevo con valses y polkas de Strauss, sino alegría y ganas de vivir. Que falta nos harán en estos duros tiempos que se avecinan.