Cultura

CRÍTICA MUSICAL

Sólo apto para los que todavía sienten algo

Sólo apto para los que todavía sienten algo
Sólo apto para los que todavía sienten algo

S I TODAVÍA sientes algo sigue leyendo. No parpadees si no quieres perderte algo importante. Así sentirás la emoción de asistir al concierto de presentación doble de algunos de los grupos más brillantes del indie catalán de nuevo cuño.

Pocas noches redondas tienen la geometría perfecta del tándem que formaron el pasado jueves Pau Vallvé y El Petit de Cal Eril presentando sendos nuevos álbumes de estudio en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner de Huesca. Ambos conciertos sonaron tan increíblemente bien y cuidaron tanto cada mínimo detalle que era difícil no emocionarse y tener los pelos de punta.

Pau Vallvé es el mayor de cuatro hermanos, músico hiperactivo, un artista polifacético y narrador de los momentos tristes de su vida que repasa canción a canción. Subió al escenario rodeado de una puesta en escena que emulaba los directos más sonados de Wembley en versión miniatura, con Víctor García a la batería y Darío Vuelta, multiinstrumentista argentino que tocó el bajo con las manos mientras toca el bajo y coordinaba las luces, flashes y demás parafernalia con los pies.

Brillaban especialmente presentando sus nuevas canciones de su álbum autoeditado Life vest under your seat (Pau Vallvé, 2019), con la voz de Pau totalmente comprimida y con un reverb casi acuoso, cocinado al calor de la sonoridad analógica de su guitarra, con detalles de electrónica y giros imprevisibles, al más puro estilo art rock de los primeros Radiohead. También presentando cada canción, con el cinismo, el humor negro y la ironía de un amante y sufridor del día a día.

Llevó a los asistentes por experiencias vitales personales como su huida de una vida estable hacia el campo, materializada en la genial Penalti i gol és gol; su apoyo a personas pasando un bache del que no pueden salir y sanan con la música y la letra de Rient per no plorar; o sus recuerdos más brillantes -al menos preferidos- con Un sol radiant. Uno de los mejores momentos también fue el final, al ritmo ochentero adictivo de Avui l"únic que vull.

Después de este concierto íntimo rodeado de tantos estímulos, sólo podía salir para poner la guinda a la noche El Petit de Cal Eril, o lo que es lo mismo, el grupo de Joan Pons, el pequeño de ca l"Eril, natural de Guisona (Lérida), orfebre de la música medida al milímetro, arquitecto de melodías perfectas que encajan como si hubieran estado allí toda la vida, en un rincón de nuestros tímpanos.

Salieron al escenario con el teclista y compositor Carles Viarnès sustituyendo a un músico enfermo, y comenzaron presentando las canciones de su nuevo disco, Energia fosca -Energía oscura- (Bankrobber, 2019), rodeados de globos de luz, como si fueran estrellas lejanas sobre la oscuridad total u ojos que iluminaban tímidamente la delicadeza sublime de un espectáculo inolvidable.

Prácticamente repasaron todo su nuevo disco, metamorfoseando desde el jazz pop psicodélico de Unknown Mortal Orchestra, con Sonc dins dels nuvols y Sents el sol, con coreografía incluida; hasta el indie-folk estadounidense de nuevo cuño de Real Estate, con Ets una idea -realmente brillante- y El sentit de les coses; pasando por la nueva psicodelia-disco de Tame Impala, con Pols o Som transparents, de su anterior disco, con la que terminaron el concierto.

Todas esas cosas y mucho más es El Petit de Cal Eril, una miscelánea deliciosa de esas pequeñas cosas maravillosas de las que están hechas las emociones inexplicables.

Así terminó una noche inolvidable de música indie pop catalana con más aristas de las que se puedan medir. Pocas noches tan oscuras han resultado tan brillantes.