Cultura

FESTIVAL INTERNACIONAL EN EL CAMINO DE SANTIAGO

Óskar Alegría: "Vivir fuera del tiempo permite que cuatro meses se conviertan en segundos eternos"

El cineasta navarro presenta este domingo en el ciclo Otros Caminos, su filme "Zumiriki", que se proyecta en el Palacio de Congresos de Jaca, a las 22:30 horas, y al que seguirá un coloquio

Óskar Alegría: "Vivir fuera del tiempo permite que cuatro meses se conviertan en segundos eternos"
Óskar Alegría: "Vivir fuera del tiempo permite que cuatro meses se conviertan en segundos eternos"
S.E.

JACA.- Se presenta como "alguien que cayó al cine por accidente y trata de seguir en el cine con el mismo espíritu". El director navarro Oskar Alegría visita este domingo Jaca para hablar sobre su filme Zumiriki (Palacio de Congresos, 22:30 horas, con entrada libre) dentro del Ciclo Otros Caminos del XXIX Festival Internacional en el Camino de Santiago. Un deslumbrante documental que cuenta la historia de un náufrago aislado en los bosques del Pirineo navarro, de una persona que tiene como objetivo reconectar con la naturaleza y su infancia, y cuyo eje principal es la espera. El año pasado Zumiriki participó dentro de la Sección Horizontes en la 76 Muestra de Venecia, certamen donde Oskar Alegría regresa en una semana para ser jurado de la misma categoría dedicada a las nuevas vanguardias, mientras que Cate Blanchett presidirá el jurado de la otra sección que decidirá el nuevo León de Oro. "Venecia fue el mejor lugar para presentar un filme que geográficamente habla de eso, de una historia entre la tierra y el agua, es decir, de islas sumergidas".

Defina náufrago, antes y después de la pandemia.

-Quizás "durante" también pueda valer. Naufragar puede ser sinónimo de fracaso, pero se puede ver en el sentido en el que lo veía Beckett: Naufragar siempre, naufragar mejor. La pandemia no tiene mucho que ver, yo me aislé de manera voluntaria y por el mero placer de volver a ser aquel niño que fui. Digamos que pudo ser un naufragio en el recuerdo. En todo momento placentero, que viene de placenta.

Un Robinson que juega a ser Viernes, dice usted sobre Zumiriki, "isla en el centro del río". ¿Enroca, pues, la aventura?

-Así es, al principio de mi experiencia aislado en el bosque me venía a la cabeza la idea de ser un Robinson pero al tratarse del bosque de mi infancia, donde yo me he pasado la niñez, me siento más un Viernes allí. Mi mayor deseo era estar allí tranquilo y en paz... no escaparme de aquel lugar, como era el deseo de Robinson. Por eso cuando pasaba un avión me escondía y mi mensaje en una botella decía "Do not help". Además, mi sueño era regresar a la isla de mi infancia, no abandonarla, es decir, lo contrario al personaje de Daniel Defoe.

Frente a la isla en la que jugaba de niño, construyó una cabaña en una orilla aislada del río.

-Y fue una cabaña con forma de memoria, una pequeña caja negra donde hacer la foto del recuerdo, como una cámara estenopeica o una cámara oscura como las que dieron inicio al arte de la captura de imágenes y su fijación. En frente de esa cabaña-mirador estaba la isla de mi infancia y digo estaba porque una presa hace 10 años la dejó bajo el agua y ahora solo quedan en medio del río los álamos a los que nos subíamos de pequeños. Son los verdaderos héroes de ese paisaje en duelo.

¿Es la infancia el territorio al que siempre volver?

-Es un clásico del que nadie escapa. Hay dos aspectos muy del niño que se viven subrayados en un retorno al lugar donde se fue feliz. O tres, lo lúdico, el poder jugar de nuevo con los elementos que uno se encuentra, el vivir alejado del tic tac de un reloj dictatorial y la magia, el hecho de comprobar que todavía en una esquina no muy remota de tu mundo la ciencia no acaba de explicar el movimiento del bosque por la noche.

O de otra forma se la devuelvo también: ¿Es posible viajar dos veces al mismo recuerdo?

-Heráclito decía que no te puedes bañar dos veces en el mismo río, pero ahí está de nuevo lo lúdico, puedes encerrar parte del río en un bidón en la orilla y zambullirte allí dos y hasta cinco veces... es decir, ante la trampa del tiempo, la zancadilla del arte. Es cierto y yo cada vez lo tengo más claro que filmar es vivir dos veces. No conozco otra herramienta más poderosa para darte esa sensación firme, nada falsa. Por lo menos es posible filmar dos veces el mismo recuerdo.

Lo bonito de su trabajo, entre muchas cosas, es esa invitación a detener el tiempo y sentirse vivo.

-El tic tac del que hablamos... Entre las pocas cosas que me llevé a mi exilio voluntario fueron dos gallinas, un pequeño huerto y un reloj parado para siempre a las 11 y 36 minutos y 23 segundos... es el reloj que presidía la cocina de la casa del pueblo de mi padre... y fue muy importante tenerlo allí presente, pero parado a la hora en la que por capricho o avería un buen día dejó de funcionar... En la orilla en la que yo he vivido no había tiempo, por lo menos como se considera el tiempo en la orilla de enfrente... y eso ofrece una magia increíble, volver a guiarse por las plantas de la ribera del río que marcan el calendario, por el trayecto del sol... por los cantos de ciertas aves... o por la ausencia de responsabilidades y tareas ficticias. Vivir fuera del tiempo permite que cuatro meses de estancia se conviertan en realidad en segundos de eternidad.

Una fotografía preciosa la de Zumiriki, pero unos sonidos de la naturaleza más que protagonistas también.

-Lo acabamos de mencionar, es tremendo lo que el bosque regala al sonoro de noche, y lo que se agudiza en todo ese tiempo el pabellón auditivo. Yo he llegado a oír un corzo observándome detrás mientras estaba en la huerta, sentir que estaba quiero decir, oír su presencia por algo que corta el viento y te llega y te hace girarte y descubrirlo... y la noche, eso es todo menos silencio... los que hablan de la paz del bosque en la noche creo que han estado poco a la intemperie. Hay un grito terrible, terribilísimo diríamos, que hace el tercer polluelo de la garza cuando sus dos hermanos están tratando de tirarlo del nido para ahorrarse un competidor... un grito que corta la noche como una mortaja y que acompaña la madre con un cacareo pasivo... consciente de que lo que se avecina no tiene remedio... buff.

¿Cuándo tiene usted de poeta, de cineasta y de documentalista? Pondérese, por favor.

-¡Joder, perdón por la expresión, eso sería horrible que lo hiciera yo! Me salgo de la pregunta con una alabanza a mi padre, si se me permite. Él viene de la época del tomavistas, que es una palabra que amo. Tomar vistas. Es como muy indígena. Mi padre así veía además la cámara de Súper 8 que un buen día compró y con la que anduvo filmando su mundo. Y lo hizo de manera muy primitiva, en el buen sentido del término, como una herramienta para registrar con ella las plantas que desaparecían y sus nombres, por ejemplo, o el paisaje que ya no veríamos más. Para mí su gran enseñanza fue enseñarme a esperar con la cámara, a esperar a que aparecieran los milagros.

En Gure Oroitzapenak (Destierros) hicieron homenaje colectivo a Joseba Sarrionandia, poeta sin rostro. Lo suyo son siempre los retos.

-Más el gesto que la gesta, es algo que pensaba a menudo en mi aventura. No me interesaba hacer un ejercicio de supervivencia física o de exaltación del verde, lo digo con respeto, porque esas experiencias ya han sido hechas y sobre todo han sido muy bien escritas. Cualquier libro de la editorial Errata naturae, por ejemplo, lo garantiza. Me refiero al gesto antes que la gesta en el sentido de practicar más bien una experiencia de encierro en la memoria... para mi ese bosque es eso, mi memoria, no es un punto de selva cualquiera, sino el pequeño rincón del mundo donde yo me oigo niño y donde todavía es posible para mi sentir esa caricia tan extraña y difícil de encontrar de lo que pudo ser el primer fuego.

¿Dónde se refugia la memoria? En cierta forma, es una pregunta que hace usted desde su obra, apostando por los rescates.

-En nosotros mismos, sin duda, el problema es que sabe jugar bien al escondite, mucho mejor que nosotros, sus perseguidores.

Su primer largo, La casa Emak Bakia (2012) ya obtuvo 17 galardones en festivales internacionales para otra búsqueda, la de una casa en la que Man Ray rodó un film allá por 1926.

-Siempre me ha gustado buscar, lo que no me gusta es encontrar, me pegaría toda la vida buscando cosas, pero...

Parece que le gusta jugar con el espacio y tiempo.

-¿No es lo mismo? Con aquel reloj parado yo lo he visto más claro que nunca. El tiempo es el espacio de una rama que tapa el sol con puntualidad geográfica, o las vueltas de un milano en el aire siempre a la misma hora de luz del día o el autillo que de noche comienza su hipo de lamento siempre en la misma rama.

Y Zumiriki estuvo en Venecia. Su trabajo está siendo justamente reconocido.

-Un festival en otra isla. No se me ocurre otro lugar mejor para presentar una historia de tierra y agua. Fue un sorpresón en mayúsculas, quizás por haber hecho el filme sin mucha ambición... la película es como una botella abandonada en el agua, sin destino, pero nunca nos creemos que el pequeño río de nuestro pueblo puede conectar su agua con el canal de Venecia. Y lo hace.

¿Qué es lo más bonito que le han dicho en el periplo —

-Una mujer de unos 90 años, en Viena, salió de una proyección con su muleta, andando con dificultad, y me dijo al pasar al oído en un perfecto español: "Increíble, hoy no voy a poder dormir".

¿Qué tipo de cine ve? ¿Cuáles son sus autores favoritos?

-Te diría algunos últimos: Ignacio Agüero, Eric Pauwels y Pema Tseden.

Recomiende un par de películas para ver en estos días extraños, aparte de su cinta, claro.

-Les films revés de Pauwels, porque es un filme hecho sin salir de casa; El otro día de Ignacio Agüero, porque es una película hecha en la puerta de casa y Old Dog de Pema Tseden porque es una cinta donde la casa es un país.

Defina, por favor, cine español.

-Uf, qué difícil. Comodín.

Un deseo para la cultura y el séptimo arte en estos tiempos donde somos tan vulnerables.

-Que la cultura haya sido un gran asidero en estas fechas críticas de encierro... Hay que ver lo que ha subido el consumo de cine, literatura, música, etcétera en las casas... No tiene que tener un parón ahora que salimos de nuevo a la luz.