Cultura

CRÍTICA MUSICAL

Taracea presentó su primer disco en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner de Huesca

Es un proyecto que lidera el compositor e intérprete alemán afincado en España, Rainer Seiferth

Taracea presentó su primer disco en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner de Huesca
Taracea presentó su primer disco en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner de Huesca
L.LL.

HUESCA.- La Taracea es una técnica artesanal en forma de mosaico, habitualmente realizada en madera. Una conjunción de piezas diferentes que encajan de forma casi mágica. Pero Taracea es también el nombre del proyecto que lidera el compositor e intérprete alemán afincado en España, Rainer Seiferth, que en este grupo toca la vihuela y que, además, colabora habitualmente con Ana Alcaide y forma parte del dúo Zaruk junto a Iris Azquinezer. En Taracea se rodea de unos músicos fantásticos y de gran recorrido: la flautista Belén Nieto y el percusionista David Mayoral forman parte de Hesperiòn XXI, el ensemble de Jordi Savall, uno de los principales emblemas de la Música Antigua en Europa. Y el contrabajista Miguel Rodrigáñez, alumno del gran Niels-Henning Østerd Pedersen (músico de leyendas del free jazz como Anthony Braxton o Albert Ayler), colabora con artistas como Ara Malikian, Rocío Molina y Fetén Fetén. Músicos, por tanto, procedentes de distintos campos (jazz, música antigua, folk, world music), que son como las diferentes piezas de esa taracea que da nombre al grupo.

Justo antes de la pandemia, en marzo del año pasado Taracea editó su primer disco, Akoé, que lleva como explícito y definitorio subtítulo el de Nueva Música Antigua. Un sugerente oxímoron (nueva y antigua son adjetivos antagónicos) que responde perfectamente a la idea que atraviesa la música de Taracea, y que, en definitiva, consiste en ofrecer un ropaje contemporáneo a la Música Antigua (todo su repertorio se basa en compositores anteriores al siglo XVII), llevándola al momento presente, a los terrenos del jazz, la improvisación, la fusión y la world music. Su único disco constituyó el eje de su actuación de este sábado en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner de Huesca. Una travesía que se inició con la sutileza sonora que irradia O Quam Mirabilis Est de Hildegard von Bingen, una santa y compositora alemana del siglo XII que desde hace ya años es objeto de auténtico culto. Esa pieza fue enlazada con Tant que vivray, tema del compositor renacentista francés Claudin de Sermisy, que sonó con un cierto aire mudéjar en la interpretación de Taracea.

El tema tradicional madrileño Cuchilleros nos condujo hacia las raíces de la música popular y a las melodías de la infancia. La primera aproximación a la música barroca llegó con "Amarilli, mia Bella" del italiano Giulio Caccini, envuelto en fragancias jazzísticas y aires de improvisación. Sin dejar Italia, Taracea acometió un Balletto del compositor renacentista Vincenzo Capirola, a caballo entre lo bucólico y lo cortesano. Y siguiendo con el Renacimiento, se llegó a uno de los momentos álgidos del concierto, con dos composiciones del laudista inglés John Dowland: un delicado Preludio interpretado únicamente por Seiferth y Nieto y Come again, sweet love doth now invite, una dulce melodía de ecos folkies que sonó como si la hubiera tocado la Penguin Cafe Orchestra. Pura ambrosía.

Siguieron con otra joyita, ¡Ay, triste que vengo!, del poeta, dramaturgo y músico renacentista español Juan del Encina, que abrió la puerta a un alegre Passèmeze del francés Adrien Le Roy, preludiado por una creativa introducción improvisada. Y tras el sutilísimo Innsbruck, ich muss dich lassen de Heinrich Isaac, el concierto llegó a su final con otro de sus momentos álgidos: la interpretación del tema popular Marizápalos, que se abrió con un poderoso impulso rítmico deudor de la hipnótica música gnawa para adentrarse después en los terrenos de la fusión e incluso en cierta evocación de los flirteos medievales a lo Jethro Tull. Hubo propina, afortunadamente, y fue el único tema no incluido en su disco, la melodía popular vasca Urrundik, que encandiló con su frescura y que puso el broche final a una velada realmente agradable y reconfortante.