Cultura

CENTENARIO

Cien años desde la muerte del gran pensador Lucas Mallada

El ingeniero de minas marcó con Los Males de la Patria una época

Cien años desde la muerte del gran pensador Lucas Mallada
Cien años desde la muerte del gran pensador Lucas Mallada
DPH

HUESCA.- El 7 de febrero de 1921 falleció Lucas Mallada Pueyo en Madrid. Concluía así la intensa vida de un oscense ilustre dedicado a la ingeniería y a la ciencia, y del que hay que destacar su enorme capacidad de trabajo y gran amor a la patria, una honestidad que le hacía incluso ser hipercrítico con su propio trabajo, poseedor de un muy racial pero no siempre comprendido humor somarda y dotado de un bien conocido mal genio que se achaca al parecer a sus problemas gástricos.

Mallada nació en Huesca el 18 de octubre de 1841 en una conocida casa de la calle San Orencio. Pronto se unió a la diáspora altoaragonesa siguiendo a su padre, natural de Lupiñén, quien tuvo humildes destinos administrativos en Huesca y Zaragoza para, al parecer, acabar como maestro en Madrid. Hay que indicar que la biografía del sabio todavía está llena de incógnitas sobre los años de su infancia y juventud. Es evidente que estudió Ingeniería de Minas en Madrid, pero no se sabe qué le llevó a tal profesión, reducto de minorías.

Como ingeniero de minas fue un gran trabajador, levantó los mapas geológicos de Cáceres, Huesca, Córdoba, Jaén, Navarra, Tarragona, León, Teruel y participó en los de Barcelona, y Toledo formando parte de la Comisión del Mapa Geológico de España, predecesor del actual Instituto Geológico y Minero de España. Su obra cumbre es la "Explicación del Mapa Geológico de España", 7 gruesos tomos con un total de 3.740 páginas. Su afán de perfeccionamiento le llevó a intentos infructuosos para casar la geología entre los mapas de Lérida y Huesca e incluso los de éstas con los del sur de Francia.

El trabajo del Mallada paleontólogo es también impresionante. Catedrático de esta materia en la Escuela de Minas de Madrid, realizó una inacabable colosal síntesis de los hallazgos paleontológicos españoles, la "Sinopsis de las especies fósiles que se han encontrado en España", completada con el "Catalogo general de las especies fósiles encontradas en España", obra que incluye 4,058 especies.

Mallada se dedicó también a otros aspectos prácticos. Como minero, trabajó en distritos mineros de Almadén, León, Murcia y Palencia, incluso tras su jubilación. Redactó más de 90 trabajos sobre minerales y explotaciones mineras, fundamentales para conocer las riquezas del territorio ibérico e intentar comprender la fiebre minera que se desató a finales del siglo XIX. Destaca su honestidad, intentando avisar a inversores incautos de especuladores y timadores. También realizó los abastecimientos de agua a Cartagena y Montoro. Fruto de sus numerosos viajes es, además, su importante colección de fósiles y minerales presente en el museo Geominero que se encuentra en el edificio principal del IGME en Madrid (visita recomendada).

A Mallada le dolía la patria y no se contentó con ser un diligente ingeniero. Profundamente consciente de las realidades del territorio español, del que era gran conocedor, le preocupaba la ignorancia, en demasía optimista, del personal en general y sobre todo de la élite madrileña. Su obra más conocida, mal leída y poco entendida, "Los males de la patria", es la compilación de una serie de conferencias impartidas en Madrid, publicadas inicialmente como artículos en el periódico "El Progreso". Es sorprendente el subtítulo de la obra "y la futura revolución española", en una persona cuya religiosidad e ideas conservadoras eran bien patentes, a pesar que en algún momento fuera profesor en la Institución Libre de Enseñanza. Mallada era muy crítico con el funcionamiento de la administración española, "sensu lato", y el estamento político, por lo que no es de extrañar que la obra mencionada y sus "Cartas aragonesas a Alfonso XIII" no fueran bien recibidas. De hecho, Solidaridad Obrera, órgano de la Confederación Nacional del Trabajo, lo describió como "peligroso para el sistema". Incluso no recogió algunas de las condecoraciones que se le concedieron. Por ello no es extraño que cayera en el ostracismo a su muerte. Consecuencia de este fuerte espíritu crítico, su figura no pudo ser captada durante el franquismo como se hizo con Joaquín Costa.

Era muy profunda la vinculación de Mallada con Huesca, aunque alguno de sus biógrafos asegura que a los cinco años ya estaba en Zaragoza, pero la prensa oscense lo ubica en la localidad durante la adolescencia. Lo que está claro es que, acabados sus estudios y tras algunos cortos destinos, reclama participación en el mapa de Huesca, provincia que conocía bien desprovista de intereses mineros. Asumió el trabajo con energía y vino a vivir a Huesca a la muerte de su padre. Incluso compró un caballo que le guardaron sus familiares de Lupiñén. Hay poca información sobre su estancia en Huesca. Al parecer se le intentó casar, como buen partido, con Conchita, hija de Serafín Casas, con fuerte cabreo de Joaquín Costa, quien aspiraba a la mano de la muchacha. Parece que Mallada rechazó la idea por la diferencia de edad. Volviendo a sus trabajos de campo, recorrió la provincia durante años. Es el primer oscense conocido en la cima del Aneto y redacta la "Descripción física y geológica de la provincia de Huesca", obra detallada donde se revela su amor por el territorio y la minuciosidad de su trabajo. Lo acompañó de un precioso mapa, levantado de su mano, adelantándose en décadas al primer mapa provincial. En su vejez, ya viudo y casadas sus hijas, se relaciona con su familia de Jabarillo a donde volvía con regularidad anual. Una joven de esta localidad, Francisca Mallada Moseñe, le acompañó durante los últimos años de su vida. El ingeniero dejó en su testamento varias importantes mandas para esta familia y otras personas de Huesca. Las últimas palabras escritas en su último cuaderno de campo fueron "¡Adiós, Huesca! ¡Adiós, Aragón!" Huesca, a pesar de su fama, reconoció al sabio. Primero con un homenaje en 1925 donde se inauguraron la placa en su casa natal y el monolito, pagado por suscripción popular y que está ahora en el Parque Miguel Servet, realizado por Ramón Acín. Después se daría su nombre a un centro de Enseñanza Media y luego se realizó el monumento de la rotonda que lleva su nombre. ¡Que no sea este el último homenaje a esta gran figura oscense!