Cultura

JOTA

Irreductible orgullo altoaragonés

La Gran Gala de la Jota agotó casi todas las localidades disponibles en el Palacio de Congresos de Huesca

Roberto Ciria y Sofía Bueno cantaron juntos.
Roberto Ciria y Sofía Bueno cantaron juntos.
Pablo Segura

La pandemia ha sido especialmente dura con el mundo de la jota. El coronavirus imposibilita las grandes reuniones, y las agrupaciones joteras son, por lo general, muy numerosas. Lo cual ha dificultado enormemente la posibilidad de realizar festivales dedicados a este género musical. Existe, por tanto, hambre de jota entre los aficionados. Y por eso no es de extrañar que, con los aforos restringidos actuales, casi se agotaran las localidades de la Gran Gala de la Jota del Alto Aragón que tuvo lugar este sábado en el Auditorio Carlos Saura del Palacio de Congresos de la capital oscense.

La jota, a lo largo de la historia, ha contado siempre con ilustres representantes en el Alto Aragón. Pero se puede afirmar que en la actualidad ha alcanzado la excelencia. Es algo que se confirmó de forma diáfana este sábado cuando joteros llegados del Cinca Medio, de los Monegros, del Bajo Cinca, de La Hoya y de la misma Huesca mostraron todo su potencial.

La jota altoaragonesa exhibió músculo, sacó pecho y gritó bien alto su irreductible orgullo, aunque a veces tuviera que ser tras las mascarillas. Porque, como bien dijo Pablo Gracia, que ejerció de forma impecable la labor de presentación de la gala junto con María Grúas, en estos tiempos “la jota no puede ni debe callarse”.

Fue, por otro lado, un hermoso acto de fraternidad, de amistad y cooperación entre joteros, frente a la rivalidad que a menudo se les presupone. Entre todos ellos sumaban una gran cantidad de premios, galardones y trofeos, los más importantes del universo de la jota. Pero lo que se vio fue una gala en la que imperó la camaradería y la unión entre estas grandes figuras del folclore aragonés.

El público era consciente de que quizá no estaban todos los que son, pero lo que era indudable es que son todos los que estaban. Y, por si fuera poco, estaban respaldados por un gran grupo de músicos formado por los guitarristas Rodrigo Elpuente y Rafael Casanova, el laudista José Manuel Andrés, el percusionista Jorge Marsó y la violista Leticia Marsó, todos ellos bajo la dirección musical de Fernando Casaus (a la bandurria), responsable de unos arreglos como siempre llenos de elegancia, finura y conocimiento.

La velada se inició con los cantadores saliendo entre el público cantando a San Jorge, ya que el acto estaba integrado dentro de la programación dedicada al patrón de Aragón.

A partir de allí comenzó el desfile de estrellas con Sofía Bueno, que interpretó el pasodoble-jota Un Reino noble, un auténtico paseo por la historia de Aragón. Lorena Laglera tomó el relevo con tres animosas rondaderas a la manera de Fidel Seral, comenzando con Las fronteras.

El primer dúo lo protagonizaron Javier Badules con Irene Alcoceba, una alianza de Monegros y Cinca Medio que se sustanció en una jota dedicada a San Lorenzo con una introducción de filigrana con aires mudéjares. Llegó el turno después de Mercedes Budiós, desde Sariñena, con La parra (toda una montaña rusa de tonalidades diversas) y un bien cuajado Baldomero.

Por supuesto, hubo también espacio para el baile, y los primeros en mostrar sus habilidades fueron Lucía López y David Claver, que evocaron a Carlos Vidal en su Jota de Tardienta.

Álex Alonso y Mapi Aquilué impresionaron a la audiencia con sus bailes.
Álex Alonso y Mapi Aquilué impresionaron a la audiencia con sus bailes.
Pablo Segura

Después, Toño Julve dio su toque personal a dos jotas en las que aseguró con pasión que “hasta el día en que muera no dejaré de cantar” y “qué envidia me da la jota que nunca se vuelve vieja”.

Roberto Ciria y Sofía Bueno, que realizan una labor inigualable con la gente menuda, evocaron los recuerdos de la vida tradicional en el romántico El cántaro, cediendo el testigo después a la más joven de la velada, Irene Alcoceba, quien desde Alcolea de Cinca interpretó Los bolos (con ese texto de amor trágico que dice “es mi vida un calvario”) y dedicó unas loas a la historia de Huesca en una jota al estilo de Arbolico del Sobrarbe.

Por su parte, Óscar Badías mostró su nítida voz de tenor en la fematera Ninguna tan verdadera (que, por cierto, cantaba también Miguel Fleta) y en El juicio oral.

De nuevo, tiempo para el baile con otra pareja excelente, la formada por Alejandro Alonso y Mapi Aquilué, una fragatina que sustituía a su habitual pareja de baile (y esposa), Sandra Galino, que se quedó en casa haciendo de madre en esta ocasión. Ofrecieron una pulida y perfecta Jota de Huesca, recordando de nuevo a Carlos Vidal.

En formato dúo, Toño Julve e Inés Martínez sorprendieron con una versión renovada de Soñé que la nieve ardía y con esa jota que va volando por todo el Alto Aragón.

Después, desde Albalatillo llegó el turno de Elena Casaña, cuya voz brilló en Qué triste queda la luna y Con el pico y la corona. Javier Badules también estuvo notable en La fiera de Fuentes y en esa bonita romanza que es La ronda que pasa. Y Lorena Laglera y Mercedes Budiós, que grabaron juntas en su día el disco Reflejos del sentir, interpretaron Cantamos a nuestros mozos y una alegre rondadera de despedida.

La última actuación de baile la protagonizaron los hermanos María y Pablo Pérez Alonso, que dedicaron su radiante Jota de Calanda a su maestro Luis Carlos Torralba. Y ya en el tramo final, Roberto Ciria volvió a demostrar su clase con Las plantas se reverdecen (un melancólico canto a la primavera) y la clásica Las cerezas.

Inés Martínez, nacida en El Temple, ofreció la hermosa Jota triste y la célebre Pulida Magallonera. Y Elena Casaña y Óscar Badías acometieron con rasmia Al son de una jota brava.

El público estuvo a punto de agotar las entradas disponibles en el Palacio de Congresos.
El público estuvo a punto de agotar las entradas disponibles en el Palacio de Congresos.
Pablo Segura

Todos los cantadores y cantadoras brillaron a gran altura, y sería imposible destacar a unos sobre otros. Pero todavía quedaba el fin de fiesta.

Todos juntos entonaron ese verdadero himno cheso en que se ha convertido el emocionante S´ha feito de nuei de José Lera. Y el punto final lo puso un popurrí de pasos clásicos de jota a cargo de las tres parejas de baile y, por supuesto, la infalible Jota de San Lorenzo, acompañada por las palmas del público. Los consabidos parlamentos y una vibrante despedida estamparon el broche de oro a esta entusiasmante demostración de fuerza de la jota altoaragonesa.