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“Cucaracha el bandolero”, leyenda del bandolero cruel con los poderosos y al que enternecían los pobres

José Antonio Adell y Celedonio García presentan en Sariñena el libro sobre el mítico personaje de Alcubierre abatido hace 145 años 

Corral de la Nica en el que fueron abatidos Mariano Gavín “Cucaracha” y sus compañeros de banda.
Corral de la Nica en el que fueron abatidos Mariano Gavín “Cucaracha” y sus compañeros de banda.
Marga Bretos y Alberto Lasheras

Mariano Gavín Suñén, el Bandido Cucaracha, se movió a galope por las sierras monegrinas, del Cinca y La Litera, en las mesas de juego zaragozanas, en las alcobas de su Jobita y de las amantes que adoraban su fogosidad y encanto pese a su físico tirando a vulgar. Audaz, inteligente y valeroso, disputó el territorio a terratenientes, munícipes, carlistas y guardiaciviles, entre trabucazos y fugas, con la mano abierta para dar a los pobres lo que había robado a los ricos. Una filosofía de vida en la que creyó y que no empecía para que su crueldad fuera legendaria, tanto como su muerte en el Corral de la Nica el 28 de febrero de 1875, emboscada y traición mediante. No otra era la forma de capturar al bandolero mítico de los Monegros.

José Antonio Adell y Celedonio García presentaban este jueves en Sariñena la novela ‘Cucaracha, el bandolero’, un personaje que ha dejado una huella en Los Monegros, avalado por la tradición oral, por el polifacético Rafael Andolz, por la prensa de la época, recogida en el Diario de Avisos de Salvador Trallero, por la película de Pisa y Alonso, el cuento de Saúl Irigaray, los Titiriteros de Binéfar, el Blog de Os Monegros de Joaquín Ruíz, las investigaciones de Alberto Lasheras o el cabezudo que en su honor se realizó en Alcubierre y que asusta y divierte a los más pequeños.

Todas estas manifestaciones culturales dedicadas a Mariano Gavín, que ya en el año 2000 y 2014 incluyeron Adell y García en sus libros Historias de Bandoleros Aragoneses o Bandoleros, respectivamente, tienen su eco no solo en Aragón, sino en la propia historia de occidente.

Casa de Mariano Gavín, el Bandido Cucaracha
Casa de Mariano Gavín, el Bandido Cucaracha
Marga Bretos y Alberto Lasheras

Al acto de Sariñena, presentado por el editor y escritor Salvador Trallero, asistieron Silvia Salazar, subdelegada del Gobierno en Huesca, Armando Sanjuán, presidente de la comarca, Juan Escalzo, alcalde, y Teresa Mazuque, concejal, desde el Ayuntamiento de Sariñena, Luis Manuel Casáus, director del Teatro de Robres, y Alberto Lasheras, investigador de Alcubierre, con la aportación de cada uno de su convencimiento y agrado por la creación de la novela, necesaria para, “sumergirnos en un fragmento de la historia monegrina, combinándola con una esmerada investigación de la comarca, haciéndonos partícipes de nuestra tierra, fiestas y costumbres. Su protagonista lo vemos representando a la vez, el bien y el mal, ni blanco ni negro, con esa paleta de grises que nos toca vivir”, decía Silvia Salazar en su alocución.

El presidente comarcal aludió a la amistad con Celedonio García, con quien comparte su origen en San Lorenzo del Flumen, “y la puesta en valor de Los Monegros, un territorio que compartió el Cucaracha y que es una maravilla”.

Participantes en la presentación del libro en Sariñena.
Participantes en la presentación del libro en Sariñena.
Marga Bretos

En el espacio cultural del Molino, también hubo una agradable sorpresa, el anuncio por parte del director del Teatro de Robres, Luís Manuel Casáus, de la obra de teatro ‘Cucaracha, sangre, amor y muerte en Los Monegros’, basada en la novela de Adell y García. “Cuando fui consciente de que la pandemia nos estaba regalando tiempo para crear, empecé a recopilar información sobre Cucaracha y fue en julio cuando coincidí en el Teatro Principal de Zaragoza con Adell”. Explicaba Casáus cómo, conversando de sus proyectos, descubrieron que estaban trabajando con el mismo personaje: “Me alegré y él me prometió enviarme la novela cuando estuviese terminada... Y cumplió su palabra. En octubre la recibí, antes de ir a imprenta. Y la leí una y otra vez y me gustó, me gustó mucho”, manifestaba Casáus, que ha creado la obra de teatro ‘Cucaracha, sangre, amor y muerte en Los Monegros’, que se estrena el próximo 5 de junio en el Teatro El Molino de Sariñena.

El artífice de obras de teatro comenzó el resumen de las 266 páginas. “Me animé enseguida y desde la primera línea pensé en Robert Nistal como protagonista, y en Ana Sus donde veía a Jobita, sufridora y resignada, pero valiente, y a todo el equipo en acción”.

Alberto Lasheras llevó a cabo una exposición sobre la relación del bandido con la Cartuja de las Fuentes. “No cabe duda de que nuestro bandido tiene un tirón de inspiración literario, poético y nos faltaba la novela”, si bien Lasheras cree que esta historia da para mucho más. “Deseo que haya nuevas ediciones para añadir aspectos como la relación con el poeta Bernabé Romeo Belloc, que proyectó convertir el cenobio en balneario en 1877. “Hubo algún encuentro entre ambos que me han trasmitido los biznietos y tataranietos de Romeo, así como hay relación con poetas y escritores de la época, como la influencia que causó José Martí, poeta cubano que estudió un tiempo en Zaragoza y colaboró con el Diario de Avisos”.

Y llegó el turno de los autores de la novela. José Antonio Adell y Celedonio García realizaron una suprema exposición de ‘Cucaracha, el bandolero’ transmitiendo “el tesón literario de Adell y la rasmia monegrina de García”, como apuntaba el editor y escritor Salvador Trallero en la presentación del acto.

Trayectoria corta e intensa

La novela se desarrolla entre 1870 y 1875, cinco años en los que Cucaracha tuvo una importante actuación en Los Monegros y comarcas del Cinca y La Litera, una trayectoria del bandido Cucaracha que fue corta, pero llena de intensidad y de acciones muy trágicas.

Peñalbeta, término en el que está ubicado el corral de La Nica.
Peñalbeta, término en el que está ubicado el corral de La Nica.
Marga Bretos

Durante este largo lustro, una cuadrilla de más de cincuenta bandoleros, formada en su mayor parte por bandidos nacidos en Los Monegros y cercanías, atemorizaron a una parte notable de la población. “Siempre idealizamos a los bandoleros, comparándolos con Robin Hood, pero muchos de ellos eran criminales y asesinos”, expone Adell, “aunque hay que hacer algún inciso, en Los Monegros la sociedad de ese tiempo estaba conformada por terratenientes, los campesinos trabajaban para ellos y, cuando había un año de sequía, lo pasaban muy mal”.

Esta fue la principal causa de la aparición de bandas como la de Cucaracha. “Hasta final del siglo XIX seguirán existiendo y, si extrapolamos a todo el país, El Tempranillo, Curro Jiménez o Pepa Loba, entre otros muchos, actuaban con una maleza excesiva, sin embargo eran respetuosos con la clase humilde, tal y como se muestra nuestro protagonista en la novela”, detallaban García y Adell recordando que el primer reclutado fue Antonio Sampériz el Cerrudo, de Lalueza, recién salido de la cárcel de Sariñena acusado de un crimen que nunca cometió. A este le siguieron el Villanueva, de Villanueva de Sijena; el Víbora, que había sido guarnicionero de Alcolea; Melchor Colomer, el Herrero de Osso, Mayarito, el Sastre, o el sobrarbense Solanilla, entre otros.

Según los autores, los vecinos de estos pueblos les tenían miedo, “si bien es cierto que se han contado historias en las que ayudaban a los humildes habitantes, como la del niño al que Cucaracha le pide todas las monedas que llevaba, y le dice que su madre no le da casi nada por temor a que se lo roben. Muy serio, le contesta que él nunca roba a los pobres y humildes”, narran sobre este episodio que marca la ambigüedad del bandido que ayuda a los modestos. O cuando fue a Monegrillo donde un campesino araba con mulas muy viejas y les pegó un tiro, “el campesino se horrorizó y Cucaracha le dio un montón de monedas para que le comprara al terrateniente mulas nuevas. Después de hecha la compra, fue a robarle al terrateniente las monedas entregadas por el agricultor”.

De esta manera se convirtió en el mito de Los Monegros, en un referente social en una época donde solo destacaban los nobles, obispos y gente pudiente. “Lo cierto es que en Aragón no hemos puesto en valor a este personaje. En Andalucía, a los bandidos les han hecho hasta museos, aquí falta mucho por hacer, rutas señalizadas de sus escondites en la Sierra de Alcubierre, en la de Sena o Jubierre, zonas preciosas que vale la pena recorrer”, señalaban sobre este mundo del bandolerismo que siempre estaba enmarcado en la geografía de un espacio concreto. “Las sierras monegrinas marcaban la defensa del Cucaracha con una serie de cuevas donde se refugiaba y debía de ser impactante para ser encontrado por la Guardia Civil”, cuenta Adell de estos escondites que coinciden con la Ruta Orwell, San Caprasio o Jubierre, “paisajes impresionantes que, junto a los vecinos de pueblos que los acogían, hicieron que supervivieran”.

Siempre perseguidos por el nuevo cuerpo de la Guardia Civil, creado por el II Duque de Ahumada en 1844, Cucaracha tuvo un final trágico, “con un vino envenenado en el Corral de La Nica, en Lanaja, bebió y cayó dormido”, junto con sus compinches, situación que aprovecharon los civiles para dispararles y acribillarles a balazos.

En referencia a su relación con las mujeres, “Mariano Gavín imponía un respeto hacia ellas, prohibiendo que se les secuestrara o se les agraviara”, cuentan los escritores sobre el bandido enamorado de su mujer, Jobita. “Tenía varias amantes, en varios pueblos, Sena, Lanaja, Leciñena… pero fue Jobita la que estuvo a punto de hacer que abandonara la vida errante, la delincuencia y la exclusión social, si bien la precipitación de los acontecimientos lo hizo imposible”, añaden.

Mariano Gavín, apodado cucaracha quizás porque vestía de negro o porque de pequeño cantaba la versión de un viejo corrido, nació en Alcubierre en 1840 y murió en 1875, una corta vida que ha dado para crear muchas manifestaciones culturales, y que en la novela de Adell y García, a cuatro manos, surge con una impecable estructura que ha dejado un testimonio muy lúcido, ciñéndose al hecho histórico pero con las licencias propias de la ficción, creando un diálogo novelado entre el respeto a la realidad y la leyenda.

Realmente, ‘Cucaracha, el bandolero’, después de los cuarenta libros escritos por Adell y García, los treinta capítulos y dos anexos sobre el bandido monegrino, era necesaria, así como todos los proyectos que esta pareja de literatos se proponen y que llevan a cabo… Una primicia: en breve, un ‘Pedro Saputo’, del siglo XX va a aparecer…