Cultura

MÚSICA

Magia bajo el manto de la carrasca

Dom La Nena ofreció un delicioso concierto íntimo en Lecina dentro del festival SoNna 

Dom La Nena actuó bajo la carrasca de Lecina.
Dom La Nena actuó bajo la carrasca de Lecina.
L.LL.

Pocos artistas pueden enorgullecerse de haber realizado un concierto al abrigo del que en 2021 ha sido considerado con todos los honores como el Árbol Europeo del Año. Lo hizo este sábado la cantante brasileña Dom La Nena, en el marco del festival SoNna que organiza la DPH por segundo año consecutivo. Una iniciativa que pretende acercar al público a espacios naturales emblemáticos de la provincia, al mismo tiempo que permite disfrutar de buenos conciertos con un punto de intimismo y exclusividad. La carrasca milenaria de Lecina, desde luego, reunía todos los atributos para ser considerada objetivo prioritario del festival, por su fascinante majestuosidad y por la magia que desprende.

Dom La Nena (Dominique Pinto en su pasaporte) es una joven artista brasileña nacida en Porto Alegre, en el sur del país, que desde hace unos años reside en París, donde ha desarrollado una brillante carrera cantando indistintamente en portugués, francés y castellano. Dueña de un universo propio, en su música opta siempre por las atmósferas oníricas y ensoñadoras, de tal forma que, escuchándola, parece que en cualquier momento van a aparecer unos duendes. Una sensación que se acrecentó con el entorno elegido, mágico y encantador. Bajo el espléndido manto de la carrasca de Lecina, el público se dejó cautivar por la voz, suave y delicada, de Dom La Nena. Una voz que, por decirlo de forma clara, se sitúa más en la órbita de Astrud Gilberto que en la de Elza Soares, por citar a dos de sus famosas compatriotas.

Aunque el violonchelo es su instrumento principal, no es el único, ya que también toca el ukelele, la guitarra eléctrica y diversas percusiones, a lo que hay que añadir su utilización de loops que abren otras posibilidades a su música intimista y dulce. Simpática y cercana en todo momento, Dom La Nena inició su actuación con No tengas miedo, uno de los temas que aparecen en su tercer y más reciente álbum, Tempo. Siguió, siempre con ese tono sutil y naïf, con Ela (el tema que daba título a su primer disco) y con Vivo na Maré, de su segundo trabajo, Soyo. Con el tema Sambinha abrió el concierto a su lado más lúdico y bailable, e incluso incitó al público a que bailara lo que los espectadores consideraran más cercano a la samba brasileña por estos lares, que resultó ser… ¡la jota! Que, por supuesto, nadie se atrevió a bailar. Y el baile, con gran parte del público en pie (pero sin moverse del sitio asignado), continuó con un cadencioso Emmenez-moi à danser, tras el cual volvió a su vertiente más intimista y delicada para interpretar con un ukelele provisto de lucecitas La nena soy yo. Cambió después el ukelele por la guitarra eléctrica para rendir tributo a Lupicinio Rodrigues, mítico músico de su ciudad, Porto Alegre, fallecido en 1974, de quien versionó la deliciosa balada Felicidade, que ha conocido numerosas adaptaciones, entre ellas la de Caetano Veloso.

Y llegó uno de los momentos cumbre con "Quien podrá saberlo”, magnífico tema que en su reciente álbum cuenta con la colaboración estelar de la mexicana Julieta Venegas. Volvió después a homenajear a otra artista de su tierra, Dona Ivone Lara, con una versión de su Sonho meu, una bonita samba de carnaval. Y acercándose ya al final, interpretó otro de los temas de su último disco, una preciosa melodía como de caja de música, con un título muy oportuno, Todo tiene su fin, que, en cualquier caso nada tiene que ver con el famoso tema de igual título de Los Módulos. Entonces las campanas de la iglesia de Lecina dieron las 9 y su sonido se entremezcló de forma mágica con las notas de la canción.

Rubricó su actuación con el tema con el que se cierra su último disco, Milonga, interpretado en castellano y portugués. Pero volvió ante los aplausos entusiastas del maravillado público para ofrecer en el bis otra versión, en esta ocasión de Maracangalha del gran Dorival Caymmi, que Dom interpretó con su ukelele con lucecitas que, a esa hora, iluminaron el atardecer como si se tratara de luciérnagas. Magia bajo el manto de la carrasca milenaria.