Cultura

OJO AVIZOR

La indumentaria tradicional, seña de identidad por la que no pasa el tiempo

Un paseo por el Alto Aragón a través de sus trajes es la mejor manera de ensalzar un pasado que está más vivo que nunca

La riqueza de la indumentaria tradicional se extiende por toda la provincia de Huesca.

 foto pablo segura

 11 - 8 - 21
La riqueza de la indumentaria tradicional se extiende por toda la provincia de Huesca.
Pablo Segura

La indumentaria tradicional es una seña de identidad del Alto Aragón que pervive en trajes que un día como este domingo protagonizarían un vistoso desfile por los Cosos de Huesca hasta la basílica, en la Ofrenda de Flores y Frutos a San Lorenzo.

Este importante patrimonio material que portaron nuestros antepasados y que se conserva y luce con esmero es el mejor reflejo de un ayer que sigue más vivo que nunca y del que nos sentimos orgullosos.

Así que para disfrutar de este paseo por nuestros valles pirenaicos y por otros rincones de la provincia, nada mejor que abrir el baúl y comenzar a sacar prendas con las que vestir a esos oferentes imaginarios que hoy podemos ser cualquiera de nosotros.

Este recorrido, que hacemos de la mano de María Ángel Buesa, propietaria de A Faldriquera, comienza en el Valle de Ansó. Enclavado entre montañas, el uso de la indumentaria tradicional perduró mucho más en el tiempo y ha llegado hasta nuestros días con prendas y elementos del vestir muy bien conservados.

Tajes de la Jacetania, Serrablo y Valle de Tena.
Tajes de la Jacetania, Serrablo y Valle de Tena.
S.E.

De Ansó destaca la riqueza de su indumentaria femenina, con un traje para cada ocasión, en muchas ocasiones con un telón de fondo religioso. Delante del armario podemos ir viendo trajes de ceremonia, tornaboda, cofradía, iglesia, cristianar, periquillo y saigüelo colorao, que se lucían en los diferentes sacramentos religiosos, además de los trajes de iglesia, fiesta y de trabajo. De hecho, esta localidad de la Jacetania es de los pocos lugares de España donde la indumentaria que había que lucir en cada ceremonia religiosa estaba establecida.

Siguiendo el recorrido nos detenemos en el valle de Hecho, donde su traje tradicional es todo un símbolo de la localidad.

Hablar de la indumentaria de la mujer chesa es hablar de elegancia, de basquiñas y de camisa de gorguera y de mariposas, elementos que aportan personalidad propia a un traje en el que llamaban la atención sus numerosos adornos: un cristo, una virgen y el relicario que prenden del cuello buscando protección divina, y sujetándolos con un lazo de seda. Remantado el conjunto, los pendiente de bellota y peinado de trenza de picaporte con lazo de cinta de seda en la parte superior.

Sin dejar el Valle del Aragón, la siguiente parada es Jasa, donde la mujer iba vestida con falda o saya exterior y justillo acordonado de lana abatanada de color marrón, que se ponían sobre la camisa y ropa interior. Como adorno un escapulario y un conjunto de medallas al cuello, buscando de nuevo la protección. En los pies abarcas de piel, un calzado que las protegía de la humedad.

Familia vestidos con el traje ansotano de fiesta.
Familia vestidos con el traje ansotano de fiesta.
S.E.

Continuamos en la montaña, nos detenemos en la Jacetania, el Serrablo y el Valle de Tena, con esas sayas de lana abatanada, con bordados de motivos geométricos y/o florales en un solo tono o en diversos colores, que las mujeres hacían alrededor del fuego sentadas en la cadiera. Sobre el jubón las posibilidades eran muchas, pañuelos de lana con motivos florales y flecos, de ocho puntas o de pasillo que se solían emplear como prendas de abrigo, de seda para los días de fiesta, y los adamascados, los isabelinos y los isabelinos ala de mosca entre los que predominaban los cuadros y las rayas.

Y seguimos sacando prendas de baúles, cómodas y armarios para toparnos con los de los valles de Bielsa y Chistau, en los que la forma de vestir de sus mujeres era muy similar, variando en pequeños detalles.

En el de Chistau llama la atención el trabajo cuidadoso de bordado que empleaban tanto en el traje masculino como el femenino para adornar prendas o chalecos, calzones y delantales, siendo el bordado de cadeneta de diferentes colores el preferido.

Como prendas más características destacan las faldas y blusas, así como las tocineras de los hombres. Las faldas eran plisadas de manera manual y la seda y la lana eran los materiales con los que se confeccionaban.

Fragatina con faldetes de percal.
Fragatina con faldetes de percal.
S.E.

Los jubones encordonados, que alargaban la vida de esta prenda en caso de cambio de peso de la mujer, también servían para recoger las puntas de los pañuelos y mantones para que no molestaran, y sobre estos vistosos pañuelos de lana o de seda, las cintas de seda para adornarse los días de fiesta las cuales, según dicen, se las regalaban los mozos a las chicas cuando volvían de trabajar de Francia.

A los hombres, lo que los identificaba es la colocación del pañuelo de cabeza, anudado en la parte superior de la frente y recogida las puntas para dentro.

En la Comarca de la Ribagorza, la forma de vestir de la mujeres era similar: enaguas, refajos, saya exterior y vistosos delantales, mientras que llevaban todas las prendas más sobrias cuando estaban de luto. Jubones encordonados, pañuelos y mantoncillos sobre los hombros y para cubrirse la cabeza, eran atuendo habitual.

Muy característico del hombre era la armilla, un chaleco con una tapadera delantera añadida, que podía confeccionarse con o sin mangas. Como prenda de abrigo y ceremonial el jaique, una especie de abrigo amplio con capelina.

Pero si hay un traje que no deja de sorprendernos en este vestidor tradicional es el de Fraga y sus dones de faldetes, denominadas así por superposición de faldas. Enaguas interiores, de piqué o muletón, de lana o bayeta, la bajera de colores sufridos, y para la iglesia falda de seda o raso negra, para cambiarla por otras de vivos colores. Sobre el torso jubón negro e incluso amarillo, y los mantones adamascados, isabelinos, isabelinos ala de mosca y de Manila, con tulipanes, rosetones, de chinos con cara de nácar... todos auténticas joyas. Y qué decir del peinado de picaporte, una verdadera labor de cestería.

Una pareja de chesos.
Una pareja de chesos.
S.E.

El hombre en Fraga, y especialmente el novio, portaba un patronaje estrecho en calzones y chaquetas, llegando incluso a no verse los zaragüelles. Materiales como el raso y la seda se reservaban para este día, para aportar mayor elegancia chaqueta. El chaleco podía ser de color, el preferido el amarillo, y la faja de seda encarnada.

Y desde los valles de la Jacetania y Sobrarbe, y las Comarcas de Ribagorza y Bajo Cinca, bajamos al llano para concluir nuestro recorrido por la provincia.

No hay diferentes formas de vestir, pero sí matices por el gusto de sus gentes. Materiales más finos y delicados, de uso exclusivo para grandes ocasiones o acontecimientos, contrastaban con los de uso diario, con colores más sufridos y apostando por el algodón y el percal. Sobre los hombros mantoncillos y pañuelos de diferentes calidades, que les facilitaban desempeñar las tareas.

Con todas esta propuestas, qué mejor que soñar despiertos, elegir el traje adecuado y participar en esa ofrenda imaginaria, con el deseo de que en un futuro esa gran riqueza que representa la indumentaria tradicional pueda volver a llenar los Cosos de colorido y vistosidad para llegar hasta la basílica de San Lorenzo con las mejores ofrendas.