Cultura

La Tartana vuelve a sus orígenes para despedirse de los escenarios

La veterana compañía oscense actúa este viernes (20:30 horas) en el Teatro Olimpia de Huesca

Maite Godé y Elba Mairal en un ensayo de La anarquista.
Maite Godé y Elba Mairal en un ensayo de La anarquista.
La Tartana Teatro.

Cathy (Maite Godé) es una presa que en su juventud luchó por los ideales anarquistas y que fue condenada a cadena perpetua por el asesinato de dos policías durante un atraco. Después de 35 años en prisión reclama su derecho a abjurar de los errores de juventud y, de este modo, poder recuperar la libertad. Ann (Elba Mairal) es una alta funcionaria de prisiones que debe entrevistar a Cathy y decidir si el arrepentimiento de esta es real e informar favorablemente para su liberación. Partiendo de esta situación, se entabla una conversación en la que Cathy debe convencer a una escéptica Ann de que, realmente, su tiempo en prisión ha servido para redimirse y está en disposición de reincorporarse a la sociedad, dejando atrás su pasado anarquista.

Por su parte, Ann exige que Cathy acepte su responsabilidad en la muerte de los dos policías y que, como muestra de su arrepentimiento, revele el paradero de Altea, su cómplice en el asalto.

Este es el argumento de La anarquista, la obra de David Mamet con la que La Tartana Teatro se despide este viernes de las tablas y lo hace como empezó, volviendo a los inicios, con una escenografía reducida a una mesa y dos sillas, y donde todo el protagonismo se centra en el texto y en las actrices que lo interpretan, Maite Godé y Elba Mairal, dirigidas por Miguel Abós

El Olimpia de Huesca será el que acoja esta tarde, a las 20:30 horas, la última representación de La Tartana, un grupo que durante casi medio siglo ha experimentado la magia del teatro y ha buscado a lo largo de su trayectoria emocionar, pero también hacer reflexionar y ha invitado al público a hacer preguntas con obras que siempre han tenido un mensaje, un trasfondo, tratado con mimo y minuciosidad.

Maite Godé y Miguel Abós, fundadores de la compañía harán, junto a Elba Mairal, su última función de muchas con las que confían en “que la gente haya disfrutado, se haya emocionado, haya pensado con nosotros... El teatro es una transmisión de emociones del escenario al público y sin él no tiene sentido”, asegura Godé.

Guadaña al resucitado, de Ramón Gil Novales.
Guadaña al resucitado, de Ramón Gil Novales.
La Tartana Teatro.

Su trayectoria les avala y la sitúa como una de las compañías oscenses más prolíficas del teatro amateur.

Hay que remontarse casi 50 años atrás para recordar los primeros pasos de La Tartana, un grupo no profesional que se constituyó como asociación cultural y que ha evolucionado al ritmo de la sociedad, pero sin renunciar nunca a una máxima, acercar el teatro a todos los públicos, en el sentido de actuar en pequeñas localidades, y divertirle pero haciéndole pensar.

“Empezamos con más entusiasmo que otra cosa, pero al querer darle estabilidad comenzamos a formarnos, leer, ver mucho teatro y, sobre todo, hacer mucho teatro porque eso es lo que te enseña”, cuenta Maite Godé. Y lo han mantenido en el tiempo porque paralelamente al trabajo de creación de los distintos espectáculos, se incidió en este campo organizando cursillos de iniciación y formación de actores, así como una serie de conferencias en torno a la historia del teatro y técnicas de actuación.

Los comienzos no fueron fáciles, pero las ganas podían más que las dificultades. “Lo primero que notamos fueron las carencias, las propias, las infraestructuras y la distribución porque nuestra idea era hacer teatro para las ciudades y los pueblos de Aragón, con espectáculos asequibles para el público al que nos queríamos dirigir”.

Arte, de Yasmina Reza.
Arte, de Yasmina Reza.
La Tartana Teatro.

En 1975, La Tartana se subió por primera vez al escenario con dos propuestas, una infantil, Asamblea general, y La curva. Y un tiempo después llegó su primer éxito, Guadaña al resucitado, de Ramón Gil Novales. “Tenía un lenguaje muy popular y muy de aquí por lo que llegaba muy bien a la gente”, recuerdan.

Eso fue en 1982, hasta entonces “lo que tratamos es de cumplir con los objetivos que nos habíamos marcado de llegar a todos los lugares, hasta el punto de que había gente que era la primera vez que veía teatro”, algo que mantuvieron en el tiempo porque con Guadaña hicieron una campaña por los pueblos de alrededor de Huesca, “núcleos muy pequeños, en los que el Ayuntamiento montaba un escenario en la plaza y la gente acudía con sus sillas”.

“El Ayuntamiento de Huesca nos pagaba, pero la idea estaba muy bien porque el pueblo te ofrecía la merienda o la cena después de la representación en el centro social y compartías un rato con ellos”. Eso se ha perdido, y La Tartana lo ha echado de menos. “Ahora llegas a un local, el aguacil te abre la puerta, y cuando acabas viene y cierra. El contacto con el pueblo se ha terminado”, explica Miguel Abós.

La Tartana pudo mantener en el tiempo esa convivencia con los espectadores alrededor de la mesa gracias a unas campañas culturales del Ayuntamiento y la Diputación de Huesca. “Nosotros propusimos a las instituciones llevar el teatro a los sitios pequeños, y con ese espíritu se crearon estas campañas, en las que la Diputación nos pagaba, y lo que nos daba estaba bien porque nuestra idea no era vivir del teatro, cubríamos los gastos y la producción, e invertíamos en la propia compañía, llegando un momento en el que decíamos que lo llevamos todo menos el público”, dice.

Con más medios ya pudieron ir a más sitios, pero las anécdotas en este sentido les hubieran dado para hacer una obra. Miguel Abós recuerda un viaje en una furgoneta alquilada a Cella. “Subiendo el alto de Paniza el conductor decía que íbamos a tener que parar porque se calentaba. A la vuelta llegamos a Huesca a las siete de la mañana”, y Maite cuenta como “llegué a casa, me tomé un café y me fui a trabajar”.

Como esa, muchas... pero el público que acudía a esas representaciones no se hacía a la idea de que para una actuación de dos horas, estaban muchísimas más fuera de casa, pese a que al verles llegar “te ayudaban a descargar y también a la hora de desmontar. La gente era maravillosa, pero metías horas sin talento”, recuerdan ambos con cariño.

Luego llegó una furgoneta de segunda mano hasta adquirir una nueva, que también les dio más de un quebradero de cabeza. Era a la vuelta a de una representación de ¡Ay, Carmela! en el puente de diciembre, “y nos pilló una nevada en el alto de Alcubierre. Conforme caía la nieve se helaba en los retrovisores, y no teníamos calefacción, estábamos tapados con mantas...”, toda una odisea que hoy les despierta risas, y que se queda en una curiosidad como tantas otras “porque disfrutábamos con lo que hacíamos y lo pasábamos bien”.

Trayectoria

En todos estos años por La Tartana ha pasado mucha gente. Unos estuvieron más y otros menos, pero los que no han dejado nunca la compañía son Maite y Miguel, y con ellos “dos compañeros que han estado junto a nosotros más de treinta años, Elba Mairal y Ramón Lasaosa. Los cuatro somos los puntales y el corazón de esta compañía”, asegura Abós.

Ellos cuatro y todas las personas que han pasado por el grupo han puesto en escena espectáculos producidos por ellos mismos, con un elevado componente de comedia, sin olvidar un trasfondo de denuncia social o una alternativa para la reflexión. Es el caso junto a Guadaña al resucitado (1982) al que se hacía referencia anteriormente, de Aquí no paga nadie, de Darío Fo (1984); ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra (1990), La estanquera de Vallecas, de José Luis Alonso de Santos (1994) y Por delante y por detrás, de Michael Frayn (2001), por citar algunas.

Con algunas de estas obras llegaron a hacer hasta un centenar de representaciones, como con ¡Ay, Carmela! “porque en esos momentos éramos la única compañía de la provincia que salíamos a otros sitios. Había una en Sabiñánigo y otra en Fraga, pero se activaban en su ciudad”. En ese sentido, aseguran que fueron pioneros.

Las campañas culturales, a las que también se sumó Galadriel Teatro, se ampliaron a Zaragoza y Teruel y eso permitió que hubiera más grupos, pero también actuar fuera de la provincia oscense.

A partir del Por delante y por detrás, “como todo tenía que ser divertido, banal, superficial”, decidieron que se había acabado “hacer reír”. Empezaron a abordar otras fórmulas y propuestas de expresión que les sirvieron para investigar en distintos lenguajes teatrales.

Un ejemplo es Gilgamesh, creación propia basada en la gestualidad sobre el poema del mismo nombre, y con música compuesta expresamente para el espectáculo, o Neruda, del amor a la muerte, una puesta en escena de gran belleza plástica basada en poemas de Pablo Neruda.

Sin embargo, en los últimos montajes dieron un giro hacia textos más dramáticos, “quizá como contestación a la frivolidad y banalización que todo lo inundaba”, y así llegó La muerte y la doncella, de Ariel Dorfman, con la que por primera vez La Tartana acudió a un certamen de teatro amateur en Reinosa, donde recibieron el premio a mejor actriz para Elba Mairal, y que repitieron, sumando también el de mejor actor para Miguel Abós, en la IX Muestra de Teatro de La Litera.

La última vez, sobre textos de Gracia Morales y Laila Ripoll, que abordaba los malos tratos; La huella, de Anthony Shaffer, La carta, de Alonso de Santos, y Arte, de Yasmina Reza, son también parte de un currículum artístico al que hay que sumar otros tantos títulos, incluido La anarquista, con la que hoy dicen adiós.

Precisamente un personaje de La anarquista reconoce que “todo tiene un final”. “Hay que admitir -como apunta Abós-, que todo se termina. Estamos satisfechos con el trabajo que hemos hecho -añade Godé-. Todos somos exigentes y cuidadosos con el texto, con la escenografía...”, y esa ha sido su máxima sobre un escenario que a partir de mañana va a ser al que sigan mirando, ya que siempre lo han hecho, desde el patio de butacas, no sin antes “dar las gracias a las personas, amigos, instituciones y entidades que nos han alentado a seguir adelante y nos han apoyado, y todo nuestro cariño a la gente que ha pasado por el grupo, porque entre todos hemos hecho La Tartana”.