Cultura

Juan Fernando Moreno Gistaín: “No hay vida para llegar a los lugares en los que desearía hacer música”

Barbastrense, ha ofrecido conciertos de piano como solista y como dúo con su hermano José Enrique en España, Europa, África, Rusia y EE. UU.

Juan Fernando Moreno Gistaín
Juan Fernando Moreno Gistaín
Beatriz Gimeno

La sonrisa es el lenguaje universal de las personas inteligentes. ¿Cree que sonreímos poco?

—Es una necesidad humana. De hecho, incluso hemos aprendido a reconocer y transmitir las sonrisas con los ojos, a través de las mascarillas. Eso nos enseña que la sonrisa es mucho más que una expresión facial, es una conexión de alto voltaje.

¿Cuáles son sus criterios de selección de las personas?

—No tengo ninguno, pero me siento especialmente bien con las personas que expresan más dudas que certezas y que tienen sentido del humor.

¿El mapa se le queda pequeño para dar conciertos como solista?

—Al contrario, no hay vida suficiente para llegar a todos aquellos lugares en los que desearías hacer música.

¿Como escribiría Juan Fernando Moreno en el país de las maravillas?

—Casualmente estos días estoy leyendo la maravillosa historia de Lewis Carroll junto a mi hijo Alonso en una preciosa edición que me regaló Antón Castro. Ahora me parece una narración asombrosamente realista. El Conejo Blanco, el Sombrerero y la Reina de Corazones viven entre nosotros, o somos nosotros a ratos.

¿A quién le gustaría darle un concierto especial?

—Tocar en privado para mi familia y mis amigos es siempre una experiencia especial.

En su caso concreto, ¿dos mejor que uno como dúo de piano junto a su hermano José Enrique?

—Sin duda, dentro y fuera del escenario. Mi hermano es una de las personas que más admiro. Algunos de los momentos más estimulantes y divertidos de mi vida tienen lugar cuando estamos preparando un proyecto juntos.

¿Es cierto que selecciona cada una de las obras por algún motivo especial pero existen relación entre ellas?

—Sí, cada obra es un microcosmos que tiene muchas caras. Pueden contarse muchas historias a través de la elección del repertorio.

En ese caso, díganos algunos motivos concretos…

—Depende mucho del tipo de proyecto. Unas veces se trata de explorar una época o un género. Otras veces consiste en diseñar un itinerario en torno a un concepto o a una idea. Y siempre intentar que haya sorpresas.

¿Las obras van a medida como los trajes de su abuelo sastre?

—¡Qué hermosa pregunta! Mi abuelo se esmeraba en que las costuras no quedaran a la vista. Eso es lo que intento yo también al piano, que las dificultades y el esfuerzo estén ocultos para que no interfieran en el flujo de la música.

¿Cuál es la clave para tocar el piano?

—El deseo.

¿Cómo se leen las notas musicales del piano?

—Con lealtad al mensaje que contienen; aportando a cada una de ellas todo lo que somos, aquello que sentimos y lo que hemos vivido.

¿Su vida es una tecla?

—El mecanismo del piano transforma la energía que le aportamos en belleza. Desde ese punto de vista sí me gustaría pensar que mi vida aproveche su energía para transformarse en algo valioso para los demás.

¿Qué diferencia hay entre tocar en cualquier país del mundo o hacerlo en Barbastro?

—En tu ciudad, el porcentaje del público que te quiere y te aprecia, al margen de tu profesión, es mucho más alto. Un lujo que tanto mi hermano como yo procuramos dosificar mucho para no abusar de él.

Su tío Mariano Gistaín dice que “se busca persona feliz que quiera morir”, habla de “El polvo del siglo” y recuerda que “Los caballos no compran periódicos”….

—Los títulos de sus libros son fogonazos que anuncian la desbordante riqueza de ideas que contienen. Mariano tiene una portentosa capacidad de ver más allá de lo que solemos ver (y mucho antes) y comprimirlo en palabras con un ingenio deslumbrante.

¿Se atrevería a dar su versión musical sobre la pandemia?

—La pandemia es un fenómeno profundamente antimusical, porque supone el aislamiento y el miedo al otro. La música es todo lo contrario, conexión y contacto. Hemos aprendido cuánto la necesitamos y refuerza una idea en la que pienso a menudo, que la música (y la cultura en general) es una cuestión de salud pública. Nos acerca y amplía nuestro horizonte común.

¿Existe el miedo escénico en su trabajo?

—Me gusta más hablar de pasión escénica que, como toda pasión, es una compleja combinación de sentimientos que incluye el miedo pero también el placer y la sensación de plenitud.

¿Qué deberían aprender quienes empiezan?

—Creo que es crucial aprender a dar importancia a los pequeños logros, porque te empujan en la dirección en la que quieres ir.

¿La pasión por aprender ha sido una constante en su vida?

—Va de la mano con la certeza de lo poco que es posible saber. Y ambas crecen juntas.

¿Cuál es la clave para dar un buen concierto sin morir en el intento?

—Pensar que es eso precisamente, un intento. En cada concierto uno comparte con los demás un momento de su travesía, con sus fortalezas y sus fragilidades. No es una meta, es una oportunidad para experimentar y aprender.