Cultura

ENTREVISTA

Marian Pueo: "Ha sido un lujo poder presumir de este aragonés y su obra más allá de Aragón"

Dirige ‘Réquiem por un campesino español’, adaptación de esta obra universal de Ramón J. Sender

Marian Pueo directora de la adaptación teatral de la obra de Sender.
Marian Pueo directora de la adaptación teatral de la obra de Sender.
S.E.

Ramón J. Sender esta considerado como uno de los mejores escritores del siglo XX. Nacido el 3 de febrero de 1901 en Chalamera, este año se celebra el 120 aniversario de su nacimiento, y Teatro Che y Moche lo está conmemorando por todo lo alto poniendo en escena una obra universal, Réquiem por un campesino español. Primero Mosén Millán (1953), y luego titulada Réquiem por un campesino español, fue en 1960 cuando se publicó este drama rural que fija la acción en el verano de 1937.

La compañía Che y Moche recala este viernes en Huesca con esta adaptación teatral de Alfonso Plou, que protagonizan Joaquín Murillo y Saúl Blasco, bajo la dirección de Marian Pueo. La cita será en el Teatro Olimpia, a las 20:30 horas, y dentro del ciclo ‘Aplauso’.

Ha pasado un año desde la muerte de Paco el del Molino, y mosén Millán, el cura que lo bautizó, lo casó y le dio la extremaunción, celebra este viernes una misa de réquiem por el alma del muchacho. Queda poco más de una hora para el comienzo del acto y el viejo cura, junto al sacristán, esperan la llegada de familiares y amigos.

Los recuerdos de una vida en común y el cariño que le profesaba mosén Millán, hacen de la espera un verdadero viaje por los años compartidos; las primeras trastadas de Paco como monaguillo, su rebelde adolescencia, su primera confesión, la fiesta de su boda con Ángela, sus acaloradas disputas ideológicas…

En un mágico viaje por la conciencia del cura, Pepe, el sacristán, ejerce como antiguo juglar provocando y reviviendo más que la vida de Paco. Muchos de los que tejieron la historia de sus vidas están presentes en los recuerdos, en los dolorosos olvidos, en las conversaciones, en los reproches, en los remordimientos…

Pasado y presente, serpentean por el cuerpo y la mente de ambos personajes. Lo hacen en una España no tan lejana, en una tierra cincelada a golpe de bombo y martillo. En el fondo, los oscenses van a asistir a una gran historia de amistad truncada, a una peripecia metafórica que sintetiza la Guerra Civil española como pocas. Mosén Millán y Paco el del Molino, son paradigmas de dos mundos enfrentados donde el dolor y la culpa, junto al amor por la vida, quizás sean a través de las palabras capaces de redimirnos.

¿Qué supone para Che y Moche celebrar el 120 aniversario del nacimiento de Ramón J. Sender subiendo al escenario Réquiem por un campesino español?

—La verdad que cuando pensamos en el proyecto y nos pusimos manos a la obra no sabíamos que era el aniversario, fue más tarde, durante los ensayos, cuando nos dimos cuenta de la fecha. En ese momento fue un poco de presión, parece que te pones un poco más en el punto de mira…, pero luego ha sido un lujo poder presumir de este “aragonés” y su obra más allá de Aragón.

También fue muy emocionante para nosotros hacer la obra en Chalamera, el pueblo donde nació Sender. Acudió gente de toda la comarca y la verdad que el Ayuntamiento hizo un gran esfuerzo para que pudiese verse allí tal y como la habían visto en el Teatro Principal de Zaragoza.

¿Qué les llevó a elegir esta obra de Sender y la adaptación del dramaturgo Alfonso Plou?

La idea se le ocurrió a Joaquín Murillo, actor que interpreta a mosén Millán. Y fue él quien le propuso a Alfonso Plou hacer una adaptación al teatro, con la condición de que fuese para dos actores, ya la propuesta en sí era un reto, y uno de los actores iba a ser él. Quería meterse en la piel de ese cura aragonés.

Ambos habíamos leído Réquiem de críos. Antes era lectura obligatoria. Yo la leí en el colegio con 13 años, y recordaba que me había atrapado. Cuando la releí de nuevo me volvió a enganchar. Es una gran novela. Teníamos que acercar al público este texto de nuestro paisano.

¿Cuál es la aportación de la compañía Che y Moche a esta adaptación?

—Evidentemente la propuesta de los Moches tiene nuestro estilo, pero hemos querido ser muy fieles al espíritu de la novela, tanto en la austeridad como en la poética que tiene Sender para contar la historia. El ritmo es trepidante. Es un trabajo artesanal y muy teatral, el espectador ve los trucos, pero no por ello pierde interés.

Nos sentíamos muy identificados con la forma de contar de Sender, en la austeridad, la brevedad, esa forma de expresar las emociones tan aragonesa, era la nuestra.

También una puesta en escena sencilla y limpia. Y un espacio escénico muy sugerente y evocador que nos va trasladando por los distintos lugares de ese pueblo a lo largo de 25 años, diseñado por el artista Óscar Sanmartín. Todo ello con el apoyo de una sutil iluminación diseñada por Tatoño Perales.

Réquiem por un campesino español tiene el trasfondo de una amistad truncada y hace referencia a tiempos lejanos que la Ley de Memoria Histórica trae al siglo XXI. ¿Considera que esta novela que Sender publicó en 1953 sigue vigente?

—La obra de Sender refleja de una forma muy realista esa España rural de los años 20 y 30, de un pequeño pueblo oscense, una vida marcada por las campanas de la iglesia y sus toques, las fiestas, el trabajo en el campo y las relaciones entre vecinos. Y cómo los cambios políticos que se van sucediendo en España, le van afectando a ese pueblo. Es un gran micro mundo. Es cierto que parte de la historia transcurre durante las elecciones y la Segunda República y el inicio de la Guerra Civil. No deja de ser nuestra historia cercana y por lo tanto vigente. Yo creo que Sender, cuando entra en la parte más dramática, de la que él mismo fue víctima, no se ensaña. Cualquier espectador que vea la obra, y haya tenido relación con un pueblo o con las historias que contaban nuestros abuelos, se va a sentir reconocido.

Es una gran manera de conocer nuestra historia.

Joaquín Murillo y Saúl Blasco en una escena de Réquiem por un campesiono español.
Joaquín Murillo y Saúl Blasco en una escena de Réquiem por un campesiono español.
Teatro Che y Moche

¿Qué ha sido lo más complicado a la hora de subir a las tablas uno de los grandes títulos literarios de todos los tiempos?

—Lo más complejo era la figura del narrador que aparece en la novela. En la adaptación no podía estar, para ello inventamos la figura de un “sacristán” que acompaña todo el rato al cura en los preparativos y es el que le va provocando los recuerdos.

Otro tema complejo era el paso del tiempo, el paso del presente al pasado. Ahí sí que apostamos por hacerlo a “cara perro”, a la vista del espectador, con ayuda de la música, las luces, pero el espectador lo ve y es algo que también le gusta.

Todo era un reto, pero en este proceso lo que era más difícil también era lo más interesante.

El oscense Kike Lera y Saúl Blasco interpretan indistintamente al sacristán en este Réquiem de Che y Moche. ¿Cómo es la experiencia de dirigir a estos actores junto a Joaquín Murillo, mosén Millán?

—Para mí como directora trabajar con actores siempre es algo maravilloso. Los procesos son duros y complejos, pero son muy enriquecedores. Hemos sido un equipo. Los personajes del Réquiem tienen un poquito de todos nosotros, de nuestras filias y fobias, y les prestamos no solo nuestra voz y nuestro cuerpo sino un poco de nuestra alma. En esta función será Saúl Blasco quién dará vida a Paco el del Molino y nueve personajes más, y Joaquín Murillo a mosén Millán.

Esta obra ha estado rodando por diferentes lugares, ¿qué aceptación tiene? ¿Qué les comenta el público?

—Está teniendo una gran acogida no sólo en Aragón sino en el resto de España. Hemos entrado en el circuito vasco y en el de Castilla La Mancha de cara al 2022. La verdad que están saliendo funciones en todas las comunidades.

El público empatiza con la historia y con los personajes desde el principio, ríe y llora con ellos. Nos dicen que se han emocionado. Cuando la ven aragoneses fuera de Aragón se sienten reconocidos y la sienten muy suya. Y, sobre todo, el gran trabajo de interpretación que ven. Siempre se acerca gente después de las funciones y eso es muy entrañable. De las cosas mejores que nos pueden pasar a los artistas es que el público te venga a felicitar después de una función.

¿Qué supone para Che y Moche volver al Olimpia y hacerlo con la adaptación de una obra de un altoaragonés como es Ramón J. Sender?

—Actuar en el Olimpia es una gozada. Además, en Huesca tenemos unos cuantos amigos y conocidos con lo cual nos gusta siempre actuar en Huesca. A mí, aunque no actúe en este espectáculo, me trae muy buenos recuerdos, ya que mi primera actuación como actriz profesional fue en el Teatro Olimpia allá por el año 1990.

Supongo que estará encantada con volver esta vez como directora, y de que los oscenses vayan a poder disfrutar de esta propuesta escénica

—Que se acerquen a conocer su historia, y que se dejen llevar… No saldrán impasibles.