Cultura

PINTURA

Berna González: “Goya supo pintar nuestro presente con dos siglos de antelación”

La escritora y periodista firma la biografía del de Fuendetodos en la que analiza su vigencia

Berna González Harbour sigue los rastros del pintor aragonés en Goya en el país de los garrotazos.
Berna González Harbour sigue los rastros del pintor aragonés en Goya en el país de los garrotazos.
EFE

La escritora y periodista Berna González Harbour, que sigue los rastros de Goya en su biografía Goya en el país de los garrotazos, considera que, a pesar de que nació hace 275 años, el artista aragonés “supo pintar nuestro presente con dos siglos de antelación”.

González Harbour, que ya se codeó con Goya en su novela El sueño de la razón, premio Dashiell Hammett, en la que profundizaba en la capacidad de creación y de destrucción que tenemos los españoles, siguió indagando después sobre su vigencia.

En una entrevista con Efe, la autora revela que descubrió “la frescura de sus pinturas para retratar no solo su tiempo, sino el nuestro, el presente, nuestras virtudes y defectos, nuestro cainismo y también nuestra alerta y supervivencia constantes”.

“Descubrí la frescura de sus pinturas para retratar no solo su tiempo, sino el nuestro, el presente, nuestras virtudes y defectos, nuestro cainismo y también nuestra alerta y supervivencia constantes”

Piensa González Harbour que Goya conecta con las nuevas generaciones porque en él pueden aprender visualmente lo que cuesta más en los libros: “La ambición de europeizarnos e ilustrarnos está ahí, como está la Inquisición, la Guerra de la Independencia, el regreso del absolutismo y tantos episodios que luego hemos repetido hasta el presente”.

En sus cuadros, añade la autora, están “la bondad y la maldad, la denuncia social, la estupidez, la avaricia, la gula, el abuso, temas que siguen poblando nuestras series, nuestras telenovelas, nuestra vida y por eso los jóvenes empiezan a amar a Goya”.

“España no sabe cuidar su historia, su memoria, y Goya no es una excepción“

Esa anticipación de Goya no tiene fin: “No hay imagen de las guerras de este siglo, desde la pirámide de presos de Abu Graib en Irak al buitre que se cierne sobre una niña moribunda en Sudán que no estuvieran en sus ‘Desastres de la guerra’”; no hay Borbón nuevo que no esté ya en su magistral retrato de la familia de Carlos IV y los que hizo también a Carlos III; y no hay enfrentamiento como los que vivimos hoy que no esté en el Duelo a garrotazos”.

Explica González Harbour que el desafío de “Goya en el país de los garrotazos” (Arpa) fue encontrar la voz adecuada para aproximarse a esta historia precisamente sin ser experta, historiadora del arte o profesora. Optó entonces por un enfoque como “escritora, periodista, amante de la historia y una vocacional goyista” para construir “una novela de no ficción en la que todo es verdad, a la vez que todo es sentido y todo encaja con una mirada personal”.

En el libro, la autora lamenta el olvido museístico de ciudades que fueron importantes en su trayectoria, como Madrid o Cádiz, frente a la atención que le dedican Fuendetodos, donde apenas pasó unos días al nacer, o Burdeos y Castres, en Francia.

“España no sabe cuidar su historia, su memoria, y Goya no es una excepción. El Museo del Prado y la Academia de San Fernando le dan su inmenso lugar artístico, así como el Museo Camón Aznar de Zaragoza, pero nos falta la cultura de marca, de orgullo patrio, de crear iconos que sí se ven en Londres cuando se puede visitar la casa de un hombre que no existió, como Sherlock Holmes, o el andén desde el que viajó un mago que tampoco existió, como Harry Potter”.

En contraste con las casas de escritores, pintores y músicos en Londres, Viena o Amsterdam, “la decrepitud y pérdida de la Quinta del Sordo, su última casa en Madrid, donde dejó las Pinturas negras en sus paredes, debería ser la mayor vergüenza nacional y de Madrid”.

Las Pinturas negras, añade, es una metáfora de ese “abandono nacional” de la figura de Goya, pues “tuvo que ser un barón belga coleccionista de arte quien compró la Quinta para hacerse con ellas, mandó pasarlas a lienzo y las intentó vender, lo que por fortuna no consiguió”