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Luis Casáus: "Ese halo romántico que ha rodeado al bandolerismo siempre me gustó"

El director del Teatro de Robres, regresa al Olimpia con ‘Cucaracha. Sangre, amor y muerte en Los Monegros’, a las 20:30 horas

Luis Manuel Casáus dirige la obra esta tarde en el Teatro Olimpia.
Luis Manuel Casáus dirige la obra esta tarde en el Teatro Olimpia.
S.E.

Sangre, amor y muerte en Los Monegros. Esa es la historia que ha escrito Luis Casáus y a la que da vida Roberto Nistal. Se trata de la vida de Cucaracha, el bandido que entre 1870 y 1875 conmocionó a los vecinos de esta comarca. Sus andanzas son conocidas y han ido pasando de generación en generación. Este viernes, quien las cuenta es el Teatro de Robres, que celebra San Vicente en el Olimpia con dos representaciones de su nuevo montaje, este viernes y mañana sábado a las 20:30 horas. Estrenado el pasado verano en Sariñena y tras 25 funciones, incluido su exitoso paso por Zaragoza, el Teatro de Robres busca con Cucaracha. Sangre, amor y muerte en Los Monegros, el refrendo de los oscenses, una ciudad que siempre le ha tratado con un cariño especial y que desea seguir recibiendo. Luis Casáus ha cumplido un sueño y sube a las tablas a quien de niño consideraba un héroe y a quien su tatarabuelo, el doctor Teodoro Capapey, atendió tras una emboscada cuando iba a perpetrar un robo.

Luis, ¿cómo recuerda esas historias que le contaba su madre de Cucaracha cuando era pequeño?

—Desde bien pequeño recuerdo haber oído hablar en mi casa del bandido Cucaracha, especialmente a mi madre, que era una gran narradora y nos engatusaba con las historias del bandolero. Para mí era como un personaje de cuento. Recuerdo aquellas aventuras con un cariño muy especial, sobre todo contadas por mi madre.

En una de las ocasiones en las que Cucaracha resultó herido, acudieron a Torralba en busca de un médico. Allí veraneaba el cirujano Teodoro Capapey, su tatarabuelo. ¿Ese hecho tuvo que ver algo con la curiosidad que despertaba en usted Mariano Gavín Suñén?

—Seguro que sí. El hecho de que el doctor Teodoro Capapey, ilustre cirujano y profesor en la Universidad de Zaragoza, bisabuelo de mi madre, salvara la vida del bandolero cuando fue herido en el ataque fallido a Casa Paño de Torralba influyó, de alguna manera, en la familia de mi madre. Esas historias pasaron de forma oral de generación en generación. El saber que un antepasado había tenido que ver algo con el bandolero me lo acercaba mucho más y despertó mi interés por saber y profundizar en la vida y andanzas de Cucaracha.

Usted, que de pequeño veía a Mariano Gavín como un héroe, como el John Wayne de las películas del Oeste, desde que empezó en el teatro supo que llevaría a Cucaracha al escenario. ¿Por qué?

—Ciertamente de pequeño veía a Cucaracha como un héroe. Ese halo romántico que ha rodeado al bandolerismo en general por aquello de “robar al rico, para darlo a los pobres” siempre me gustó. Desde hace muchos años rondaba por mi cabeza llevar el personaje al escenario. Sus andanzas son como una postal de la época enmarcada dentro de un contexto sociopolítico de total inestabilidad: Guerras Carlistas, inicio del reinado de Isabel II y posterior abandono del país, asesinato del general Prim, breve reinado de Amadeo de Saboya, proclamación y disolución de la I Primera República, inicio del reinado de Alfonso XII… La Comarca de Los Monegros, y Aragón en general, no fueron ajenos a esos vaivenes que se vivieron a nivel nacional. En ese contexto, los terratenientes en general y los monegrinos en particular hicieron y deshicieron a su antojo, siendo las clases más humildes las que recibieron los golpes más duros. En medio de ese caldo de cultivo Mariano Gavín encontró motivos suficientes para “tirarse al monte”.

Ha estado años investigando y recopilando información sobre este bandolero que actuó por Monegros entre 1870 y 1875, pero tuvo que llegar una pandemia para que el sueño empezara a ser una realidad.

—Sí. La idea de llevarlo al escenario estaba en mi cabeza desde hace muchos años, pero nunca encontraba el momento de ponerme a trabajar en serio. La pandemia nos paralizó por un lado, pero por otro nos regaló todo el tiempo del mundo para pensar, para crear, para escribir. Pensé que había llegado el momento y me puse manos a la obra.

Roberto Nistal caracterizado como el bandido Cucaracha.
Roberto Nistal caracterizado como el bandido Cucaracha.
S.E.

Coincidir en julio de 2020 en una mesa redonda en el Teatro Principal de Zaragoza sobre tradiciones y costumbres en el mundo rural con José Antonio Adell, que le comentó que estaba escribiendo junto a Celedonio García una novela sobre este bandolero, ¿fue el impulso que le faltaba para escribir su versión dramática de Cucaracha?

—Feliz coincidencia con Adell en Zaragoza. Le pregunté y él me preguntó. Le dije que estaba trabajando en un proyecto que hacía años que tenía aparcado, como era el de llevar a Cucaracha a los escenarios. Me dijo que estaban escribiendo con Celedonio la novela. Para los dos la sorpresa fue enorme. Me prometio enviármela cuando la terminaran, y así lo hizo a finales de octubre de 2020. Yo tenía el entremés y el postre. La novela, magistralmente escrita y documentada, me sirvió en bandeja el plato principal para que diera por concluida la versión dramática.

Hasta Cucaracha. Sangre, amor y muerte en Los Monegros, se habían hecho dos cosas destacadas de este personaje, el montaje de los Titiriteros de Binéfar y una película firmada por Héctor Pisa y Juan Alonso. Usted ha reconocido que tenía cierto miedo de acometer esta tercera aventura, pero Roberto Nistal fue su talismán para afrontarla. ¿Por qué pensó en él para este papel y por qué cada cosa que iba escribiendo se la imaginaba interpretada por él?

—Los recientes antecedentes sobre el bandido más famoso de Aragón, el montaje de los Titiriteros y la película de animación de Héctor y Juan tuvieron en su momento gran éxito, gozando del beneplácito del público. Me preocupaba no estar a la altura con la versión dramática. Pensar en un actor de la talla de Roberto Nistal, auténtico “animal” de escena, para protagonizar la obra me dio la fuerza para seguir adelante. Cada palabra que iba escribiendo veía cómo él le daba vida. Esa sensación fue determinante. Después de 25 actuaciones público y crítica han coincidido en que es un gran espectáculo. Tras pasar con éxito por Zaragoza, nos falta el refrendo del público oscense.

A Roberto Nistal lo acompañan dos músicos Antolín Santolaria (violín) y José Bellosta (guitarra). ¿Qué aportan ambos a esta producción del Teatro de Robres?

—Son la guinda a un gran trabajo hecho con rigor y meticulosidad. La música en directo siempre es un plus en los espectáculos, y Antolín y José lo bordan. Es un lujazo para el Teatro de Robres contar con un elenco de esta categoría.

La escenografía figurativa de David Fernández traslada al público hasta el siglo XIX, pero con esta puesta en escena, como usted mismo ha confesado, rompen la cuarta pared, y es Cucaracha el que cuenta, mirando a los ojos del espectador, su vida y sus andanzas.

La escenografía de David Fernández es una joya en sí misma. La figuración parece sacada de la época. Acompaña y engrandece las andanzas del bandolero en su recorrido por tierras monegrinas y del Cinca. Y sí, el espectador se va a enfrentar directamente más que con el bandolero con el ser humano. Va a tener la sensación de que le habla exclusivamente a él. Se va a sentir su compañero, su amigo. Va a vivir en primera persona la misma lucha interior por la que pasa el protagonista: Amando y siendo amado, sufriendo y haciendo sufrir, sangrando y haciendo sangrar, reafirmándose y dudando, un carrusel de emociones que el espectador vive y disfruta en primera persona.

Estrenaron Cucaracha. Sangre, amor y muerte en Los Monegros el 5 de junio de 2021 en Sariñena y desde entonces han realizado más de 25 representaciones. Ahora recalan en Huesca, en el Olimpia, un teatro en el que son, al igual que en la ciudad, una compañía muy querida. ¿Eso da vértigo?

—En los 34 años de vida del Teatro de Robres la actuación de este viernes va a ser la 75 en la capital y la 16 en el Teatro Olimpia. Desde nuestra presentación en Salesianos con La casa de Bernarda Alba, el 3 de noviembre de 1989, el público oscense nos ha tratado con un cariño especial y ha llenado los espacios donde hemos actuado. El Olimpia es la “catedral” del teatro en el Alto Aragón y claro que da vértigo, siempre, porque la responsabilidad es grande y, aunque estamos seguros de nuestro trabajo, las tablas del Olimpia imponen. Esperamos estar a la altura con este Cucaracha que tantas satisfacciones nos está dando.

El trabajo de dramaturgia y el actoral han hecho de este Cucaracha, un montaje redondo que el Teatro de Robres quiere mover a nivel nacional. Ustedes llevaron a escena en múltiples ocasiones Criaturas, pero ¿esta obra es la ‘criatura’ de Luis Casáus?

—Sin duda. Llevar el personaje a las tablas ha supuesto para mí ver cumplido un sueño. Es la primera vez que hago la dramaturgia de un texto narrativo importante, y me siento muy orgulloso. A eso hay que añadir la carga emocional que ha supuesto para mí. De alguna manera he devuelto a mi familia materna, especialmente a mi madre, las historias del más famoso de los bandoleros de Aragón que de niño ella nos contaba y que a mí tanto me gustaban.