Cultura

Nacidos para ser salvajes

Más de 700 personas se rinden al legado de los Proscritos en su reaparición en Binéfar

Proscritos durante su actuación con Juanjo Javierre.
Proscritos durante su actuación con Juanjo Javierre.
L.LL.

Han pasado casi 30 años desde que los Proscritos editaron su tercer y último disco, “Hablando otras lenguas”. Y no, no vamos a decir aquello de que parece que fue ayer, porque, evidentemente, no es verdad. Pero lo que sí que es cierto es que la música de esta mítica banda de Binéfar, cuyo fulgor alcanzó su cénit a caballo entre las décadas de los 80 y los 90 del siglo pasado, no ha perdido ni un ápice de su vigencia. Esa combinación de riffs poderosos, melodías adhesivas, emociones desatadas y unas letras muy conectadas a la iconografía del rock americano, dieron un fruto que hoy día sigue siendo igualmente apetecible. Tres semanas después de que su ciudad les otorgara el primer Premio Semilla por su aportación a la cultura de Binéfar, la expectación en la villa literana era máxima ante su retorno a los escenarios. Un retorno probablemente fugaz (¿o no?), pero tan anhelado y esperado que logró el sold out, con 750 personas completando el aforo previsto en ese Recinto Ferial de la Algodonera que tantos conciertos memorables ha albergado.

Y es que Binéfar sigue siendo territorio rockero, como esa Seattle aragonesa que pareció ser en su día. La verdad es que la reaparición de los Proscritos podría haberse convertido en un acto de nostalgia. Y lo fue, sin duda. Pero fue algo más. Mucho más. La constatación de que los Proscritos crearon en su día un imborrable repertorio de canciones doradas, que han resistido perfectamente el paso del tiempo. Una colección de himnos emocionantes que mantienen el brillo del momento en que fueron creados y que ahora se pueden considerar ya unos auténticos clásicos. Antes y después de su concierto los pinchadiscos locales Staycool y Walrusbeat hicieron honor al pedigrí rock de Binéfar con un amplio abanico sonoro que iba de los La's y Richard Hawley a los Trashmen, pasando por los Ilegales o The Barracudas. Y mucho más, claro. Pero… se apagan las luces, salen al escenario los Proscritos, comienza a sonar el primer tema, “Como un disparo”, y, efectivamente, es como un disparo que recorre de la cabeza a los pies generando un escalofrío entre el público, que pudo constatar desde el primer momento que la banda no solo estaba en plena forma tras casi tres décadas en barbecho, sino que además sonaba mejor que nunca. Parecía como si Jose Lapuente (voz), Richard Robinson, Toni Solano e Israel López (guitarras), Felipe Puy (bajo) y José Luis Arilla “Pirilli” (batería) no hubieran dejado de tocar juntos nunca. Algo inaudito. Es un tópico, pero aquí es la pura y simple verdad: quien tuvo, retuvo.

La actuación, organizada por el Ayuntamiento de Binéfar y la activa asociación local Trapos, fue toda una celebración de la trayectoria de un grupo que, contrariamente a lo habitual, se puede afirmar que ha sido profeta en su tierra. En “Cuento contigo” la guitarra de Richard evocó al Tom Verlaine de Television. La voz de Jose sonó refulgente en himnos como “Somos como el viento” y “Cayendo”, con la banda perfectamente compenetrada. Hicieron un brindis por sus primeros tiempos con “Déjalo crecer”, que dejó pasó al cálido rhythm & blues de “Viajar” (siempre presentes los guiños a la filosofía beat y el “on the road”), a los poderosos riffs de “Canción rota” y a los ecos de Neil Young en “Cielo rojo”. Y si “Un refugio” evocó a Dylan con ese deje al “Knockin´ on heaven´s door”, en la sutil “Cuéntame una historia” no resultó difícil encontrar la huella del Lou Reed de “Coney Island Baby”. Porque los Proscritos nunca rehuyeron sus tan reconocibles referentes.

Llamaron después al escenario a su fiel amigo, el oscense Juanjo Javierre (Mestizos, Soul Mondo, Nu Tempo), para que les acompañara con el teclado y la voz en dos canciones: “Pobres sueños” y “Después del huracán”, que sonaron intensas e inmensas. Y la despedida llegó con una rotunda revisión del “Powderfinger” (“Pólvora en los dedos”) de Neil Young y el vigoroso hard funk del “Blues del caracol”. Pero el público, que estaba disfrutando de una noche inolvidable, no estaba dispuesto a dejarles marchar así como así. Los Proscritos regresaron entonces al escenario para montar una de las mejores verbenas rock de la historia con algunos de sus temas favoritos. Tras homenajear la memoria de Creedence Clearwater Revival, llamaron al escenario a otros dos guitarristas en la trayectoria del grupo, Joaquín Gibanel y Luis Salvatella, para encarar una vibrante e inolvidable relectura del “Dead Flowers” de los Rolling Stones, reconvertida en “Flores muertas” (siempre fue plausible el empeño de los de Binéfar en traducir de forma libre las letras de sus versiones), seguida de un emocionante “Como una bala perdida”, su versión del incólume “Like a rolling stone” de Bob Dylan, con la que intentaron poner punto final a su actuación. Pero el público seguía queriendo más y los Proscritos volvieron para despedirse definitivamente con una incendiaria revisión del “Born to be wild” de Steppenwolf. Porque sí, los Proscritos nacieron para ser salvajes. Puede que, tal como se suele decir, la nostalgia no sea una buena consejera. Pero si es capaz de hacernos vivir noches tan inolvidables como ésta, bienvenida sea. ¡Gracias, Proscritos!