Cultura
Regalos Agustí se despide tras una vida rodeada de arte
La tienda que se instaló en la Calle Duquesa Villahermosa hace 47 años pasó a ser una galería en el año 2000

Unas luces cálidas iluminan las obras de uno de los lugares con más historia de la ciudad. Recostada en la Calle Duquesa Villahermosa se encuentra Regalos Agustí, un espacio acogedor que en sus 47 años de historia ha sufrido una metamorfosis, pasando de ser una tienda de regalos a convertirse a principios de siglo en una galería. En ella, se encuentra la familia Agustí: Paco, su mujer Pilar y su hijo Jorge, quienes a lo largo de estas décadas han decorado cientos de salones oscenses. El tiempo pasa, las etapas también y tras años difíciles han decidido despedirse. El 30 de septiembre será el último día en que esa cálida luz se pose sobre sus obras.
Paco Agustí tiene 78 años y ha pasado literalmente toda una vida alrededor de esas cuatro paredes. Y como si fuese ayer todavía recuerda la primera vez que abrió la tienda. “Nos hizo mucha ilusión”, afirma. Él y su mujer Pilar venían de tener una pequeña tienda en la Plaza de San Pedro. Era de regalos y tras unos cuantos años estando ahí, dejaron esa localización porque la “plaza se iba despoblando” y decidieron bajar a la Calle Duquesa Villahermosa que en ese entonces “era como bajar a la Calle Alcalá (risas)”.
Con el tiempo y gracias a su mujer, la tienda fue poco a poco mutando. “Mi padre siempre pintó. Hacía exposiciones de vez en cuando y vendía muy bien. Pero, claro, parte de los beneficios no eran para él”, dice su hijo, Jorge. Y continúa: “Mi madre le decía: ‘Tienes que poner cuadritos pequeños’. A esta idea nos negamos mi padre y yo, pero cuando los puso…”.
A principios del año 2000 la cosa se puso sería y llegó la transformación total. La tienda pasó a ser una galería y el escaparate pasó de albergar regalos a que los cuadros invadieran el espacio. “Pensaba que iba a salir en los libros al lado de los más grandes (risas). Oye, si no empiezas con ilusión de qué sirve”, considera Paco. Ambos lo recuerdan como una época feliz, pero todo esto duró hasta el año 2008 cuando empezó la crisis económica. Pasaron a vender la mitad. Y luego con la pandemia, hubo otro bajón. “¿Quien pensaba en ese momento en comprar un cuadro? Nadie”, asevera Paco.
Aún así, ambos dejan claro que existen otros factores. No todo es dinero, también sienten que han copado por completo su nicho de mercado: “Un amigo que trabaja arreglando lavadoras me decía que a cualquier casa que iba había un cuadro nuestro (risas)”, sostiene Jorge.
En su galería se pueden encontrar pequeños trocitos de la provincia, pero hay uno que se repite. “De todos los encargos que he recibido, Montearagón es el que más veces me han pedido. De hecho, el que está en el escaparate pronto se irá a Varsovia (Polonia). Un chico vive ahí y me pidió por favor que le pintara algo de su tierra… A mi esas cosas me emocionan mucho. Prueba de ello, es que ha salido un cuadro precioso”, considera Paco.

Montearagón es su tema hasta tal punto que recuerda una anécdota que le sucedió con su mujer. “Pasábamos con el coche por la zona y mi mujer me decía: ‘Esas cuatro piedras te han hecho ganar ‘pelas’”, se ríe. Precisamente, él siente que sin su mujer no hubiese sido nadie y nada habría sido lo mismo. “Ella me animó, aún sacrificándose. Hablan de la sutileza de mi pintura: no es mía, es de ella. Yo soy un agonías. Ojalá quedase escrito detrás de cada cuadro mi nombre y el de ella”, dice emocionado. Padre e hijo saben que el 30 de septiembre llegará pronto y es momento de mirar atrás y reflexionar sobre cuál es el recuerdo que quieren que se quede en la gente de Regalos Agustí. “Yo voy a continuar vendiendo mis acuarelas. Se hubiese quedado mi padre más feliz si yo continuará con esto, pero no se puede. Y creo que la gente recordará con cariño las dos facetas de la tienda. Tanto la galería como la parte de regalos”, señala Jorge. Mientras que su padre opina: “Para mí, el hecho de que se recuerde ya es suficiente”.