Cultura

la entrevista

Pere Bover: “Los protocolos que utilizamos para obtener el ADN son mágicos”

El líder del laboratorio de paleogenómica de la Universidad de Zaragoza impartió un charla en Centro Cultural de Ibercaja

Pere Bover.
Pere Bover.
Laura Ayerbe

El ADN es una llave importante que nos conecta con el pasado y nos ayuda a entender el presente. Su estudio y los protocolos han mejorado a lo largo de los años y, por consiguiente, la información es más rica y ofrece claves más importantes.

Pere Bover es investigador ARAID y experto en ADN antiguo. Él trabaja con animales y, gracias a ello, proporciona información sobre la identidad, parentesco, poblaciones pasadas, cambios en dieta, características morfológicas, fisiológicas y ecológicas o enfermedades del ejemplar, lo que permite realizar valiosas contribuciones a los campos de la paleontología y de la arqueología. “El abanico de estudios que se puede hacer con el ADN es muy amplio”, afirma Bover.

Ayer compartió su conocimiento en la conferencia Revelando la historia a través del ADN antiguo: El laboratorio de paleogenómica del IUCA en el Centro Cultural Ibercaja. Un encuentro que cerró la I edición del ciclo Historias de la Tierra, y en la que también explicó, como líder del proyecto, los estudios que se están realizando en el laboratorio de paleogenómica del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales (IUCA) de la Universidad de Zaragoza.

Algo poco habitual en la ciencia española, dado que el número de laboratorios de ADN antiguo es muy escaso actualmente.

En este centro realizan análisis genéticos de muestras antiguas (más de unos 200-300 años de edad). “Nuestro laboratorio está separado de los otros y, además, tiene luz ultravioleta en el techo de manera automatizada que se dispara cada noche y una presión de aire que va de dentro hacía fuera”, cuenta Bover; y es que esa manera tan exhaustiva de cuidar la muestra es algo fundamental.

Precisamente, los primeros trabajos sobre el ADN antiguo empiezan en los 80. Unos años en los que tampoco se sabía muy bien cuáles eran los riesgos y cómo había que trabajar. “Queremos enseñar y hacer entender por qué es necesario la existencia de este tipo de laboratorio”.

Durante el paso de los años se han diseñado ‘recetas de cocina’ que han permitido trabajar con muy poca cantidad de ADN. “Los protocolos que utilizamos para obtener el ADN son mágicos porque hemos mejorado mucho: ahora somos capaces de distinguir qué es parte de la muestra y qué no”.

Trabajar con el ADN muchas veces se vuelve una carrera contrarreloj contra el tiempo; sobre todo, dependiendo en los lugares en los que tenga lugar ‘esa carrera’. Si es en un lugar frío, el tiempo parece detenerse, pero en cambio, en un sitio con altas temperaturas y humedad, el cronómetro se acelera. “El ADN se degrada a la velocidad que marca el lugar. El Pirineo es un gran enclave para que se conserven las muestras, aunque el récord lo tienen los huesos de un homínido y un oso de Atapuerca que tienen entre trescientos y cuatrocientos mil años”, señala.