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MONTAÑISMO - EXPEDICIÓN

Lorenzo Ortas revive 24 años después la tragedia sufrida en la expedición al K2

Un viaje de emoción y recuerdos hasta los pies de la segunda montaña más alta del mundo

Lorenzo Ortas revive 24 años después la tragedia sufrida en la expedición al K2
Lorenzo Ortas revive 24 años después la tragedia sufrida en la expedición al K2
L.O.

HUESCA.- Un viaje a la montaña y una experiencia de vida. Un cierre a un capítulo marcado a fuego en el alma y que además ya creía cerrado y olvidado. El montañero oscense Lorenzo Ortas ha regresado recientemente de su visita al Campo Base del K2.

Allí, hace 24 años, perdió a tres compañeros, y sobre todo amigos, en el trágico final de la expedición conjunta de Peña Guara y Montañeros de Aragón. Y allí pudo recordarles de nuevo, a Lorenzo Ortiz, a Javier Escartín y a Javier Olivar, revivir aquellos días tristes y grises, pero con un sabor no tan amargo, de emoción, de lágrimas, pero no de tristeza.

IMÁGENES DEL VIAJE AL K2 EN ESTE ENLACE

"Para nada pensaba en la posibilidad de volver, ni se me pasaba por la cabeza. Pero Alex Txikón me propuso hace un tiempo que la acompañara en su expedición invernal. Lo maduré y noté como una llamada del monte y de repente tenía ganas de ir. Me dieron permiso en casa y ahora puedo decir que me ha ido bien ir. También hay que decir que Alex se empeñó y le agradezco que lo hiciera".

Ortas acompañó al montañero vasco en el trekking de aproximación desde Askole, la última población habitada, hasta el Campo Base de la segunda montaña más alta de la tierra, donde todavía hoy Txikón prepara el asalto a la que sería primera ascensión en invierno. "Alex quería me quedara más tiempo, pero fue llegar al Campo Base, estar un par de días y volver. Alli lo único que podía hacer era consumir recursos y no ayudar".

SIETE DÍAS DE CAMINO Y RECUERDOS EN CADA RINCÓN

El viaje comenzó con el año recién estrenado, con un vuelo Madrid-Islamabad el 2 de enero. Una vez allí, 27 horas en autocar hasta Skardú, y luego otro día de viaje en todoterreno hasta Askole, la última población. Después, siete días de andar para ascender desde los 3.000 metros de altitud a los poco más de 5.000 a los que está situado el Campo Base. En estos días de ruta dio tiempo a pensar. "Todos mis compañeros hace 24 años habían vuelto y yo no, y se trataba de visitar a viejos amigos, ver el memorial de recuerdo que está colocado allí. Fue emotivo, pero estoy feliz por haber regresado. El sentimiento no es de tristeza, es más nostalgia y ha sido una experiencia gratificante. Pensaba que no tenía asuntos que cerrar, pero ahora no estoy tan seguro".

El trekking, dentro de lo posible, fue cómodo, sin grandes desniveles. Eso sí, en invierno el frío, la nieve y el hielo lo complican todo. "Viajas con más peso del habitual porque hay que llevar más equipo que en verano, pero fue confortable". Recuerda el paso por un río, que en verano, hace más de dos décadas, suponía vadear incluso con el agua hasta la cintura. Ahora, con el cauce totalmente helado, solo hubo que cruzar por encima, como si tal cosa. Además, la ruta fue más llevadera porque el grupo de la expedición era "muy majo" en palabras de Lorenzo. "No siempre ocurre, pero el ambiente ha sido muy bueno. La mayoría eran vascos, del entorno de Alex, y también estaba Pedro Palacio, que es de Nerín. Estuve muy a gusto con todos".

Y junto a ellos, los porteadores, para los que Lorenzo solo tiene palabras de agradecimiento. "Hace 24 años se portaron más que bien. Esperaron una semana en el Campo Base sin equipo y comida. No se me olvida, y desde luego que estoy muy agradecido. Ahora la mayoría no se acuerdan, porque entonces eran jóvenes, pero algunos recordaban que su padre o algún conocido sí que estuvieron". Como anécdota, en Skardú se le presentó el que fuera cocinero de Lorenzo Ortiz en la expedición a la Torre sin nombre del Trango, y rememoró vivencias con él.

De hace casi un cuarto de siglo a hoy no ha cambiado casi nada. "La carretera está un poco mejor, en Askole hay alguna zona de acampada, y ahora hay parabólicas y móviles por todos los lados. Antes les hacíamos fotos a los porteadores y ahora son ellos con sus móviles las que las hacen, y en todo momento están en contacto con su familia. Lo demás todo sigue igual".

El Base está en el mismo sitio que entonces, pero al ir en invierno la percepción cambia un tanto. "Está en la misma zona, y el glaciar está parecido, pero al haber tanta nieve, hasta medio metro, no ves toda la basura que hay debajo. El sentido de la limpieza la verdad es que no está muy asentado allí, pero al estar todo cubierto de nieve al menos no lo vimos".

Y lo que sí cambiaba mucho era la climatología. En verano durante el día se está bien, y por la noche sí que hace frío, pero como máximo -15 grados. Ahora dentro de la tienda llegamos a estar a -21 y -22 grados, por lo que fuera eran -30 o más. De hecho haciendo alguna foto tuve algún problema en los dedos y ahora mismo todavía estoy recuperando sensibilidad".

UNA VISITA A LOS VIEJOS COMPAÑEROS

Una vez en el Campo Base, tenía muy claro que su labor llegaba hasta allí. "Allí hace falta aclimatación y estar fuerte para poder ayudar en la expedición, y yo tenía claro que ya no estoy para eso. Era llegar y visitar a mis amigos, nada más".

Las emociones se agolpan en la cabeza recordando la llegada al campo y la visita al memorial. "Llegando al campo ya me emocioné, y cuando fuimos al memorial fue muy emocionante. Fui con dos amigos y como se suele decir tuvimos una buena llorera. Pero no fue triste. Me acordé de 24 años antes, de lo bien que empezó todo, cómo estábamos disfrutando, y lo mal que acabó. Pensaba que todo estaba cerrado y olvidado, pero ahora no estoy tan seguro. Me ha ido bien ir. Saludé a todos esos amigos y les dije que nos acordamos de ellos".

Ya de vuelta, tiene claro que si surgiera otra oportunidad parecida, la aprovecharía. "No perdería la oportunidad, pero algo parecido a esta vez, porque no necesito otra vez retos montañeros. Hago cosas en Alpes o en Andes y ahora no me han entrado ganas locas de repetir lo de hace treinta años. Aquello ya pasó".

Asegura que retomar expediciones como las de entonces, con otros montañeros, hoy por hoy es impensable. "Entonces había mucho apoyo público, por ser la primera expedición aragonesa, y nosotros teníamos fuerza como grupo, como equipo. Ahora todo es más individualista y no hay dinero para grandes grupos. Es diferente. Antes no importaba quién era el que hacía cima, y ahora es algo personal".

Sobre estas expediciones invernales, como la de Txikón, Ortas desde su experiencia entiende que es la evolución lógica. "Se han subido ya todos los ochomiles, incluso se ha banalizado un poco, y ahora toca el siguiente paso, o por vías más difíciles o en condiciones más difíciles, como es en invierno. Hace falta gente muy dura para aguantar esas condiciones, pero al final se subirán todos en invierno y habrá que pensar en otra cosa".