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ATLETISMO - PANDEMIA DEL CORONAVIRUS

Atletas de Zoiti en el "ojo del huracán"

Jorge Franco está en Bolonia, Christian Iguacel en Amberes y Eduard Fábregas en Igualada

Atletas de Zoiti en el "ojo del huracán"
Atletas de Zoiti en el "ojo del huracán"
S.E.

HUESCA.- Intec-Zoiti tiene a media docena de atletas "en el ojo del huracán" de la pandemia del coronavirus. Jorge Franco en Bolonia, Christian Iguacel en Amberes, Eduard Fábregas en Igualada, Ignacio Franco, Raúl Conde y Mikel Calle en Madrid y Hocine Bouchrak en Estados Unidos. Todos ellos hablan del confinamiento y de una temporada que dan por perdida.

Jorge Franco (jabalina) cumple su segundo año en Bolonia, donde tiene una beca para hacer el doctorado de Química, tarea que está realizando en una empresa y que le permite llevar a cabo confinado en su piso, que comparte con un compañero, y que "como soy muy casero" no le ha cambiado mucho la vida.

Bolonia, al norte de Italia, está recuperando la normalidad. "Italia fue el primer país occidental en el que entró. Al principio la pandemia estaba solo en Milán. y entró a lo bestia. Cuando empezaron a tomar las medidas de cierre de todo yo estaba en Génova y tuve que adelantar mi salida ante el temor de quedarme bloqueado allí", señala.

Admite que "lo más difícil fueron los cuatro primeros días, viendo que estaba solo aquí y que en España la gente hacía vida normal y que en las redes sociales habían muchas bromas y chistes de todo esto". Pero con cierta ironía reconoce que "cuando los españoles se "solidarizaron" conmigo se volvió mucho más fácil. Ahora no se me hace especialmente duro. De estar en casa trabajando a hacerlo en la oficina no veo mucha difrencia".

Jorge comenta que le sorprendió ver lo mucho que tardaba España en tomar medidas. "Pensé que lo iban a hacer mejor con lo que estaba pasando en Italia. Tenía la esperanza de que el resto de países aprendieran, pero hemos visto que ha sido un desastre. Aquí vinieron las autoridades chinas y ya dijeron que las medidas eran insuficientes".

Asegura tener "más miedo por lo que está pasando en España, donde está toda mi familia, las abuelas y mis padres, y mi hermano (Ignacio, también atleta), que está en Madrid y allí andan peor. Me preocupa más que lo de Italia", donde apenas sale de casa para comprar o tirar la basura, aunque el panorama que ve le hace pensar en que "se va saliendo pero a un precio muy alto y económicamente será un duro golpe".

"Da rabia no poder entrenar, en casa tengo muy poco material pero es lo que toca. Para todos es igual. Yo voy a competir en España, si es que se hace algo", indica, aunque no es menos cierto que también ahora tiene que lidiar con una lesión en el codo que se hizo en enero, en la única competición que ha lanzado la jabalina esta temporada. Y por si fuera poco, en Bolonia está encontrando muchas dificultades para entrenar. La única pista que hay está obsoleta y sin recursos. Tartán desgastado, sin gimnasio ni módulo cubierto, sin espacio para hacer cuestas, sin balones medicinales... Y para colmo, un clima frío y lluvia un día sí y el otro casi también.

Deportivamente, no tiene el panorana más halagüeño. Con un dolor que no termina de superar en el codo, procura mantenerse en forma como puede. "Hago cosas generales, salto a la comba, abdominales, flexiones y también hago muchas gomas, que me están ayudando bastante".

Prefiere morderse la lengua y no meterse en charcos y lanzar un mensaje conciliador. "El único consejo, respetar la cuarentena. Salir lo menos posible y tener paciencia".

FÁBREGAS, EN IGUALADA

La localidad barcelonesa de Igualada se ha convertido en uno de los grandes focos de la epidemia. Duramente castigada, toda la comarca permanece cerrada a cal y canto con sus 70.000 habitantes.

Allí está el saltador de altura Eduard Fábregas, que toca madera. Cuando llegó la pandemia, decidió aislarse en la localidad de La Font del Bosc, a 12 kilómetros, en una casa familiar. Se fue con un compañero de entrenamiento, que ha perdido a sus abuelos en el confinamiento. Su padre y su hermano tienen turno nocturno en un centro sanitario y su madre trabaja en un supermercado. "Aquí la situación es un poco agobiante con las noticias que salen cada día. Para el compañero que está conmigo ha sido muy trágico y conozco a mucha gente que también lo está pasando muy mal. Está todo infectado. Nosotros estamos de suerte, debemos ser de los pocos que nos hemos librado. Por eso tocamos madera", comenta.

A nivel deportivo se le hace llevadera la rutina. "Tenemos una terraza grande y podemos hacer cosas, pero los niveles de fuerza no son los mismos que cuando entrenas normalmente y tampoco se puede hacer técnica, que para la altura es fundamental", indica, en la creencia de que "esta temporada la vamos a dar todos por perdida".

Un consejo, "quedarse en casa, porque no hay otra solución. Hay que salir lo justo porque esto se contagia muy rápido".

IGUACEL, EN AMBERES

Con raíces altoaragonesas, su familia está a caballo entre Javierre de Bielsa y Huesca, Christian Iguacel reside en Amberes desde pequeño y fue uno de los fichajes que hizo Zoiti esta temporada como especialista en los 200 y 400 metros lisos.

En Bélgica el confinamiento es más llevadero para los deportistas. "Aquí hay menos fallecidos y menos contagios. En el momento en que hubo el primer muerto, las autoridades tomaron medidas para encerrarnos en casa. Lo hicieron a tiempo y se nota", señala Christian.

Es más, el país belga es de los pocos que permiten cierta "libertad" a los deportistas. "Podemos salir a correr o en bici, pero como mucho de dos en dos".

Y aunque las pistas de la Federación están cerradas, las del club belga al que pertenece sí están abiertas con un aforo máximo de cinco atletas pero a puerta cerrada y con vigilancia policial. "Se puede hacer musculación, correr y un par de vallas que me cogí para hacer algo en el jardín. Pero nada de técnica".

Con mucha incertidumbre en las competiciones españolas, por las que había puesto su ilusión este año, en Bélgica permanece todo suspendido hasta el próximo 10 de mayo.

Su consejo es "hacer caso a lo que dicen el Gobierno y los expertos, que hay que quedarse en casa".

MIKEL CALLE, RAÚL CONDE E IGNACIO FRANCO, EN MADRID

Zoiti tiene a tres mosqueteros en el centro nacional de la pandemia. Mikel Calle, Raúl Conde e Ignacio Franco trabajan en Madrid y lo llevan como buenamente pueden a través del teletrabajo y con entrenamientos bajo mínimos.

Mikel Calle (especialista en 400 y 400 vallas) hace su trabajo como geólogo tirando de ordenador en su pequeño piso en el céntrico barrio de Malasaña.

"Aquí en el centro el confinamiento se lleva a rajatabla. Por la noche es cuando se vive la sensación más curiosa porque hasta estos días no sabía lo que era el silencio. Llevo siete años viviendo aquí y nunca había visto una cosa igual", comenta.

Cuando sale a la calle muestra también precaución y recelo. "Es como si fueras el infectado y sigues las pautas para no contagiar a nadie. La gente está separada y seguro que hay muchos casos asintomáticos. Las primeras medidas que se tomaron estaban pensadas en que no iban a afectar tanto. Pero la OMS ya avisó en diciembre y no cambiamos nuestros patrones de vida. Así que no ha sido tan sorprendente lo sucedido".

Deportivamente, "en un espacio reducido, sin bici estática y con poco material, no se puede hacer mucho. Tampoco puedo saltar porque se quejan los vecinos. Sí intento hacer yoga para mantener la flexibilidad y ejercicios estáticos y mucho exométrico".

Su consejo es "no obsesionarse con querer seguir haciendo el mismo deporte que estabas haciendo, porque es evidente que no se puede hacer, y eso frustra. Y sobre todo, seguir moviéndote con lo que sea y con lo que te apetezca cada día y buscar el sol. Si tienes una ventana que te da al sol y puedes tomar unos rayitos al día, eso también te da vida".

El mediofondista Ignacio Franco vive al lado del Parque del Retiro y teletrabaja estos días en su departamento de logística de una empresa alemana del sector de la automoción. Se ha librado del ERTE (ha afectado al 80 por ciento de la plantilla) y confiesa que "los días se pasan muy largos".

Comparte piso con un compañero italiano ("desde hace un mes nos avisó lo que iba a pasar en España") y otro de Toledo. "Me gusta salir a la calle, aunque soy casero. Ahora estábamos para cambiar la rutina. A comprar solo va uno porque si van dos te multan. El ambiente en Madrid es muy gris. En la calle, la poca gente que se ve sospechan todos de todos. Con la que está cayendo, aún hay gente cachonda que hace cinco kilómetros para tirar la basura. Madrid es la ciudad más castigada, con diferencia, y se tiene que llevar todo muy a rajatabla. Es un auténtico drama, casi da miedo salir a la calle. Es todo muy surrealista".

Con su familia en Huesca en perfecto estado y su hermano en Bolonia también, la preocupación es menor por todos ellos. Y a nivel deportivo, señala que está prácticamente parado. "Me resulta difícil compaginar el trabajo con los entrenamientos. Hago algo de mantenimiento, abdominales... pero no me voy a correr al pasillo. Va a ser un año perdido", señala.

Su consejo es "quédate en casa, sal a comprar lo menos posible y haz acopio y organízate bien. Estar en casa es tener solidaridad con todo el mundo".

Raúl Conde (400 y 400 vallas) es ingeniero aeronáutico de Airbus y realiza su trabajo en casa (estos días de forma telemética) mientras sus compañeros de producción hasta el viernes estaban en la empresa.

Vive con dos compañeros en un piso próximo al Santiago Bernabéu. "El ambiente es de tensión. Madrid es muy grande y hay mucha gente trabajando. Hay que tomar muchas más medidas porque siempre puedes encontrar un foco de contagio. Que hayan habilitado una morgue en el Palacio de Hielo es terrible", comentaba horas antes de que el Gobierno ordenase el cierre del trabajo no esencial. En su opinión, las normas debían haberse impuesto antes y de forma más rígida "porque no se puede ir a comprar el pan cinco veces al día".

Está muy sensibilizado y a ello contribuye en buena medida que su padre es miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, y está expuesto por su trabajo, mientras su madre y su abuela están en casa. "Todos bien", señala.

Considera que hay que estar alerta y que los datos que se ofrecen no revelan totalmente la realidad. Se pone como ejemplo. "Antes de la cuarentena un compañero se fue de viaje y perdió el olfato y el gusto. Al día siguiente yo tuve 38,7 de fiebre pero se me pasó rápido, sin que nadie me mirara. Hay un montón de gente así, que ha tenido fiebre sin saber lo que ha sido".

A nivel deportivo, "está claro que este año poco se va a hacer y lo que hago, con pocos medios en el piso, es hacer lo que puedo para mantener la forna y que no me duelan las piernas".

Insiste en su consejo, "estar en casa y ser muy estrictos en el cumplimiento de las normas".

BOUCHRAK, EN CAROLINA

Hocine Bouchrak fue uno de los fichajes estrellas de Zoiti. Campeón de España Sub-23 en 3.000 obstáculos, décimo en el ranking nacional absoluto y octavo en el europeo, el obstaculista se encuentra en Estados Unidos, donde compagina el doble grado de Administración de Empresas y Comercio Global con el atletismo en la High Point University de Carolina del Norte.

Allí ha podido realizar completa la temporada invernal de cross pero en los últimos días se ha detenido la actividad. "Las competiciones y las clases están canceladas. Y tampoco se puede entrenar porque está todo cerrado. Sigo haciendo una preparación muy básica para mantener la forma", comenta. Y, por supuesto, mira con preocupación un año a priori ilusionante.