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La experiencia de una oscense en el Mundial de Ironman

Tamara Vázquez, embajadora de ASICS, cuenta su vivencia en Hawaii

Tamara pudo disfrutar de los tres sectores de la prueba.
Tamara pudo disfrutar de los tres sectores de la prueba.
S. E.

Me sentí muy afortunada cuando logré, hace apenas tres meses, ese Slot que me permitía participar en el soñado Mundial de Ironman en Kona. Siempre recordaré esos momentos en Vitoria. Sin embargo, en esos momentos, cuando acepté aquella plaza, no sabía realmente la magnitud de la oportunidad que la vida me estaba otorgando.

Con firmeza, afirmo que el viaje que supone entrar en la histórica lista de participantes de Ironman World Championship es mucho más que un “viaje”, y desde luego, deja una huella de por vida, especialmente cuando lo haces con la mente totalmente abierta y te dejas llevar por la magia de esta isla, aunque ello suponga salir del plan deportivo establecido.

En la recta final, a punto de cruzar la meta.
En la recta final, a punto de cruzar la meta.
S. E.

El objetivo principal de este Ironman (que a veces sentía que me superaba) era disfrutarlo de principio a fin… es bien sabido que quien viene aquí a tratar de conseguir su marca personal lo tiene complicado, no sin razones se dice de Kona que es el Ironman más duro del mundo.

Partiendo de este único objetivo tan aparentemente sencillo (disfrutar de un día entero haciendo deporte con todo lo necesario preparado expresamente para que saborees al máximo esta experiencia de tener calles cortadas solo para ti, 7000 voluntarios dispuestos a brindarte toda su ayuda, sonrientes y agradecidos, amables y cariñosos, avituallamientos cada poco tiempo durante todo el recorrido, y personas a tu lado, con tu misma filosofía de vida, viviendo la misma experiencia).

Con la preciada medalla de finisher.
Con la preciada medalla de finisher.
S. E.

¿Qué más se puede pedir? Decidí maximizar este objetivo y procurar disfrutar no solo el día de la prueba, sino los previos y, por supuesto, los posteriores.

Nadar en las playas de la costa Oeste de la Big Island es una delicia, la vida marina aquí es tan variada y abundante, tan colorida y de tal belleza que, por primera vez, no sentí miedo al sumergirme en aguas abiertas. Definitivamente, todo ese precioso mundo marino no podía ser dañino, más bien, todo lo contrario.

Cierto es que la prudencia hizo que no pasara muchas horas encima de la bici los días previos (influenciada por lo que veía en las RRSS; pinchazos, caídas de última hora…), preferí realizar un par de tiradas para sentir el calor y la humedad en la bici y, por supuesto, para vivir con plena consciencia esos kilómetros de subida a Hawi, el punto de retorno (ya sabéis que luego en carrera, las sensaciones son diferentes y hay puntos que pasan volando y otros se eternizan debido a las emociones de ese gran día). La vuelta a Kona es famosa por las rachas de viento cruzado (de hecho, aquí están prohibidas las ruedas lenticulares), y decidí dejarla para el verdadero día del Ironman (con suerte, sería uno de esos momentos que psicológicamente pasan volando) y... ¡fue un acierto!

Lo que sí que hice fue correr en varias ocasiones por el mismo recorrido que días después conformarían el maratón del Ironman y, realmente, disfrutaba imaginándome recorriendo esos lugares emblemáticos el Gran Día; Ali’i Drive, Palani Road, la Queen-K, el Energy Lab… La humedad y el calor son dos de los factores que más afectan al rendimiento y, Hawai’i es sabedora de ello, pero en Kona, afortunada, se corre con el corazón, el único órgano que funciona al revés del resto; conforme pasan los kilómetros en carrera y tus músculos y articulaciones se van agotando paulatinamente, el corazón siente la proximidad a esa gran Meta, la cercanía de todas las personas que esperan en Ali’i Drive para aplaudir tu hazaña y hacerte sentir que, aunque no te conozcan, se sienten orgullosos de ti.

El corazón es el único músculo que, en esos momentos, funciona a pleno rendimiento cuando bajas, por fin, Palani Road y recorres los dos kilómetros más intensos de tu vida y… el corazón se queda parado cuando pisas la alfombra roja y, Mike Really te dice por última vez: “You are an Ironman”.