SD Huesca

COLABORACIÓN

¿Alguien no suda por ahí?

¿Alguien no suda por ahí?
¿Alguien no suda por ahí?
GOFI

Son las 23:54. He tenido que ir directo a la ducha. Entre este calor, la adrenalina, el sufrimiento, Arcediano, el Alcorcón, el miedo, los nervios, el acompañamiento en los despejes, las carreras por la banda, los balones divididos y el VAR, al final estaba empapado en sudor. Y, si algún aficionado de la Sociedad Deportiva Huesca no lo ha hecho, tiene que acudir rápidamente a hacerse unos análisis -por raro, más que nada- o debe confesar abiertamente que finge y, en realidad, sus cariños recorren otros caminos. Porque no se puede ser FSSR y dejar a los de Míchel solos en la estacada ante el ogro visitante, ese Alcorcón despiadado que ha tardado 39 jornadas en caer abatido fuera de Santo Domingo. Como nadie en Europa, El Alcorcón es como el Huesca que ha crecido a golpe de mucho mérito. Un señor equipo que, sin demasiados recursos y sin siquiera tirar de cesiones del entorno capitalino, es audaz, ordenado y eficiente. Su primer tiempo fue de lo mejor que hemos visto en El Alcoraz, por no decir que evidentemente muy superior a todos los de arriba. Los azulgranas nos exasperaron más por impotencia que por efectividad, que derrocharon. De hecho, anotaron los tres goles... aunque uno en infortunio por el gol de Sá en propia puerta tras un error grosero de dos seguros de vida como son Mosquera y Rico. Pero antes Cristo había demostrado que merece más oportunidades, porque se sacrifica en la presión y además tiene gol. Y, en el último suspiro, Okazaki se volvió a vestir de acróbata para cabecear el 2-1. Once goles ya del jugador más castigado por las defensas y por los árbitros en toda la Liga.

Tanto esfuerzo amarillo le pasó factura en los segundos 45 minutos, cuando el Huesca controló y hasta pudo estirar el marcador ante la desesperación del invicto a domicilio. El Alcorcón fue aquí Mr. Hyde tras ser el doctor Jekyll. El único susto llegó con el gol anulado a Sandaza y Mir anotó otro en las postrimerías suspendido por falta imaginaria. La meta está ahí: a tres pasitos. A San Lorenzo pedimos...