COLABORACIÓN
Y el abismo abrió sus fauces
No seré yo quien me convierta en portavoz de gargantas profundas que no existen. Para eso están tuiteros y feisbuqueros, una caterva de premios-nobel, guardiolas y mourinhos a los que la sucesión de los acontecimientos desnuda permanentemente hasta que llega el momento en el que el sino fatal se precipita y creen haber vaticinado ventajistamente lo que jamás supieron leer. Es como lo que sucedió con mi columna "Entender las lágrimas", un alegato para no perder los valores ni siquiera por el fútbol, o por Míchel o por la Sociedad Deportiva Huesca. El balón como excusa, una trampa saducea a la que entraron como moscas en la telaraña por su falta de atención. Lo mide Google: no más de 8 segundos en las pantallas.
Míchel ha sido cesado. Su sustituto se conocerá hoy. Fallarán los augures. En realidad, Míchel sucumbió en el momento en el que el instinto de supervivencia llegó de la mano de las urgencias. Cavó su tumba cuando vio peligrar el crédito -ese maldito rosario que va descontando la credibilidad-. La confianza, que es el tesoro de estos tiempos, se le desparramó definitivamente en los últimos choques, cuando adivinó que la vistosidad de sus planteamientos chocaba con la tabla clasificatoria de manera cruel.
Cuando alguien se traiciona, el abismo abre unas fauces tan magnéticas que es punto menos que imposible resistir. Y, así, el entrenador que nos devolvió a la Primera -con pandemia, como dicen algunos en la búsqueda de la excusa, como si el resto no hubiera competido en igualdad de condiciones- se ha mostrado ineficaz en LaLiga. No voy a emplear palabras gruesas, porque no creo que las merezca.
El caso es que, pese a la dificultad, si de verdad sostenemos que somos fieles siempre sin reblar, ahora tendremos que mirar hacia delante. No sé con quién en el banquillo -insisto, cada uno tiene que aceptar sus roles y sus responsabilidades-, ni siquiera qué refuerzos vendrán. Ahora mismo, me sumerjo en la misma tristeza que todos ustedes, queridos lectores. Pero mañana saldrá el sol y, si Filomena ha huido, quizás los negros nubarrones despejen. FSSR.