SD Huesca

COLABORACIÓN

Nueve

La buena afinación de los subalternos del Huesca es tan necesaria para el protagonismo de los primeros espadas como imprescindible

Levante - Huesca, segunda parte
Imagen de la segunda parte del Levante - Huesca
LaLiga

Hace ya casi treinta años, unos cuantos locos del balompié aprovechábamos la pausa del mediodía para disputar animadas pachangas en el oreado patio del Seminario en las que los fatos de pura cepa intentábamos torcer el brazo al potente combinado provincial que formaban los residentes del internado.

De aquellos partidillos con el depósito de agua como testigo, Joaquín Sorribas dice que recuerda un caño que me tiró ajusticiando una rencilla previa intramuros. Yo tengo el vívido recuerdo del Don José María Cabrero, incombustible párroco de Alquézar, jugando entre nosotros luciendo una añeja camiseta del Athletic con el nueve a la espalda.

La elección de ese número no era casual. Un año antes, durante una clase de biología nos había explicado que le gustaba el nueve porque era el de los finalizadores, el que proporcionaba el sobresaliente. Lo contraponía al diez, alegando que habitualmente los astros del balón que llevaban en la espalda la matrícula de honor solían tener un punto excéntrico (citaba a Platini o Maradona para refrendar su teoría) asociado a su excepcionalidad.

Tuvo el Huesca en Valencia muchos jugadores de nueve que, en excelente armonía coral, brindaron la oportunidad de lucirse a ese nueve con marchamo de diez que es Rafa Mir (vaya condiciones las suyas). Posiblemente en el Ciutat de València vimos la mejor versión hasta la fecha de un equipo en el que la buena afinación de los subalternos es tan necesaria para el protagonismo de los primeros espadas como imprescindible para poder sumar de tres en tres.

Con nueve batallas todavía por disputar, el actual desempeño de los músicos bajo la batuta de Pacheta suena a música celestial. Eso sí, no nos volvamos locos. A esta sinfonía le quedan nueve movimientos, alguno de los cuales -el próximo ante el Elche, sin ir más lejos- no permite la más mínima salida de tono.

Los músicos, a la partitura. Pacheta, a la batuta. Y los demás, a capear esta novena como buenamente podamos deseando poder estallar de júbilo cuando culmine el programa liguero. Sólo entonces podremos usar la “prueba del nueve” para validar nuestra (Primera) División.