SD Huesca
Por
  • Nacho Alastruey

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Partido Getafe-Huesca
Partido Getafe-Huesca
LALIGA

EL 4 DE junio de 1094, una flecha se colaba por el costado del rey Sancho Ramírez mientras inspeccionaba las murallas de Huesca (entonces Wasqa). En su afán por hacerse con #LaCapitalMundial, el monarca había fortificado -entre otros- los castillos de Loarre y Montearagón, pero esa certera flecha le mandó al otro barrio con la tarea inacabada.

Su hijo, Pedro I, le prometió no reblar hasta lograr la conquista de la ciudad y, así las cosas, dos años después (hagan ustedes las similitudes) la volvió a sitiar. El rey del taifa de Saraqusta preparó un numeroso ejército con la intención de escarmentar a los cristianos de manera definitiva contando con la ayuda, manda narices, de tropas castellanas enviadas por Alfonso VI.

Así las cosas, el 15 de noviembre de 1096 se enfrentan ambos ejércitos en los campos de Alcoraz y ahí, cuando todo apuntaba a derrota de los de Pedro I, apareció San Jorge acompañado de un forano (alemán, dicen las crónicas) para cambiar el curso de la batalla y con ella de la Historia de una ciudad que sería rebautizada como Huesca. De aquella batalla viene la veneración al santo Jorge en cuyo honor se declaró en 1978 el 23 de abril como día de Aragón.

Casi 1025 años después, la cada vez mejor fortificada explanada del Alcoraz acoge hoy una contienda deportiva que -ojalá- puede suponer hito importante en el devenir del club, la ciudad, la provincia y, por qué no, del propio balompié. Es el momento de hablar alto y claro sobre el verde para contestar de manera irrefutable a quienes menosprecian a los clubes más humildes con el único fin justificar la anglucia dineraria de las grandes corporaciones futbolísticas.

Para añadirle más épica al envite, tendremos enfrente un rival de lo más áspero: un Getafe al que nos unen tan turbios precedentes como el del play-off por la permanencia en Segunda B del año 1997. El entonces entrenador de los azulgranas, García Calderón, terminaría “casualmente” dirigiendo a los madrileños apenas unos días después, dejando al Huesca en Tercera División y complicando la crisis institucional iniciada con la dimisión de Javier Tebas a finales de 1996 (la verdad es que no queda otra que admirar a quienes, casi cinco lustros después, todavía alcanzan su particular nirvana con el mantra de “el Huesca de Tebas”).

Con 27 puntos en el casillero, un trepidante mes de competición por delante y rivales al alza en la zona candente, huelga recordar la necesidad de una victoria hoy en El Alcoraz. Ahora bien, permítanme ser exigente y añadir un requisito adicional: seamos fieles a nuestros valores y ganemos tirando de talento, rasmia, humildad y nobleza. Cuidemos el legado que vamos a dejar a esa generación de canijos que hoy lucen con orgullo los colores del equipo de su ciudad. Empujemos para que podamos estar siempre orgullosos de nuestro equipo porque veamos reflejados en él los valores de una tierra, la nuestra, que no rebla. “Si ganamos, además estaremos contentos”, comentó Pacheta el día de su presentación. Eufóricos, me permito matizar, si lo hacemos en buena lid porque, aunque no nos garantizará que no terminemos descendiendo, mantendrá intacta nuestra categoría.