Huesca

FERIA TAURINA

Toreros acelerados malbaratan la casta de los Torrestrella

Encastada corrida con dos buenos ejemplares que no encontraron toreo y López Simón se llevó dos orejas de generosidad

Toreros acelerados malbaratan la casta de los Torrestrella
Toreros acelerados malbaratan la casta de los Torrestrella
P.S.

HUESCA.- Cinco toros, cinco, de Torrestrella se quedaron sin torear. Dos de ellos se marcharon al desolladero sin haber encontrado quien los comprendiera; un par de ejemplares encastados y nobles dispuestos para el triunfo que padecieron el toreo malsufrido de López Simón y José Garrido: acelerados, sin quietud ni temple; apresurados ambos diestros, sin entender en ningún momento las distancias que requerían sus oponentes, sin embarcarlos en la muleta en dos faenas que fueron una mera colección de pases sin sentido ni sentimiento.

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López Simón, a favor de público, se llevó sendas orejas con las que un festivo y generoso respetable le obsequió tras una tarde de nadería taurina. Otro tanto puede decirse de un desconcertado José Garrido, que cortó un apéndice a su primero.

La premura taurómaca no pareció proceder por ganas de marchar; porque el festejo se fue a dos horas y veinte entre populismos taurinos: demoradas vueltas al ruedo o el beso al albero de López Simón.

El encierro de Torrestrella hubiera sido ejemplar de no ser por su escasez de pitones y la desigualdad en la presentación. Pareció una colección de restos ganaderos. Y sin embargo, los seis exhibieron casta y todos se comportaron con dignidad en caballo, en cuyo peto se encelaron dejándose picar, en algún caso (clamoroso en el segundo de un intrascendente Perera) con severidad excesiva. Ninguno de los toros manseó, ni se aquerenció; todos se aguantaron y cinco exhibieron movilidad y codicia en las telas. Sí desentonó el primero de la corrida, que pareció salir acalambrado, mostrando algún ligero espasmo, y que llegó desfallecido a la muleta de un Perera que dio esta vez la de arena, con parada en Huesca como estación de paso.

Como queda apuntado, dos toros sobresalieron sobre los demás. Fueron Vidabuena y Puntilloso, segundo y tercero de la corrida.

Vidabuena abría el lote de un López Simón que brilló con el capote saludando a su rival por chicuelinas rematadas con una estrecha media verónica, tanda que repitió en el quite para cerrar el tercio de varas.

Porque hay que señalar que los Torrestrella permitieron lucha de poder a poder de salida y lucimiento con el capote tras acudir al caballo, un comportamiento en el primer tercio que puede considerarse en esta plaza como un exotismo.

Rodilla en tierra inició López Simón su faena en el centro del redondel, reventando de palmas los tendidos. Pero la euforia se entibió hasta quedar forzadamente sostenida en el graderío por ganas de fiesta.

López Simón se ofuscó y su impaciencia forzó un toreo insustancial: pases destemplados que dejaron al toro sin colocación; tandas (por ambas muletas) sin ligar; citando fuera de sitio y ahogando la embestida de un burel al que expulsó de la suerte una y otra vez.

Mató de una estocada que valió flamear en los tendidos con oreja sin discusión porque es potestad del público y petición de segunda con un presidente que aguantó el pañuelo con entera justicia. Bien por el usía.

Copiapega para José Garrido en el tercero de la tarde, otro buen toro al que recibió también con prometedor acierto con el capote, que empujó en el caballo y que recibió un quite del coletudo entre chicuelinas y gaoneras.

A la muleta llegó el mejor toro de la tarde, que incrementó incluso las buenas condiciones de su predecesor: se arrancó con prontitud, con alegre tranco, codicia y recorrido. Pero quedó ¡ay! crudo, malmetido por un Garrido que en ningún momento halló ni sitio ni distancia. Despachó al toro con una estocada entera y recibió una oreja.

López Simón sumó otra oreja en el quinto de la tarde, en el que se empleó con el manual de conquista de la solanera, con mucho postureo y poco toreo en una faena deslavazada que culminó con un pinchazo y media estocada.

Para cerrar plaza, el ejemplar de mejor lámina de la corrida (con el baldón de las astas) y un José Garrido de nuevo confuso: quiso comenzar en la ortodoxia (con una tanda por cada pitón que fue lo más potable de la tarde) y en cuanto comprendió que el sol estaba a otra cosa -homenajeando por ejemplo al Chimy Ávila, presente en la plaza- puso rodilla en tierra para tratar de retomar la atención de unas peñas que pensaban ya en la noche que iba a venir.

Queda para el final un Miguel Ángel Perera que volvió al ejercicio del trámite. Una tarde a beneficio de inventario; eso sí, con aseo para justificar el contrato. Al primero, no lo vio porque llegó sin fuerza ninguna a la muleta. Al segundo, no lo lució porque tal vez la vara resultó excesiva.

Lo mejor de la tarde del pacense no fue suyo, sino de su cuadrilla. Fenomenal toda la tarde y en especial la lidia en el primer toro de Javier Ambel, que cuajó ayer una tarde espléndida.

Fabuloso el torero de plata, que puso cordura y torería en una tarde en la que hubo toros y faltó toreo.