Huesca

FERIA TAURINA DE LA ALBAHACA

Un mano a mano entre la torería y el postureo

De Justo ha dictado la lección del valor con dos faenas en las que se puso en riesgo y Castella ha desperdiciado los tres mejores toros de la corrida, uno de ellos soberbio

El nuevo pliego de la Feria Taurina de Huesca saldrá a licitación en los próximos días
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P.S.

HUESCA.- El toreo es pródigo en suerte con el satisfecho pero compensa al desventurado con valor. No es la tauromaquia asunto para relativismos: existe una verdad, que dicta la valentía y el desprecio de la vida propia para sacrificarse en el altar de la belleza. Emilio de Justo ha sido este domingo el infortunado héroe generoso en arrojo al que la fortuna ha esquivado con dos marrajos, con los que ha estado en titán.

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Sebastián Castella, la figura colmada de éxito hasta el hartazgo a quien el sino ha regalado un soberbio toro, el tercero de la tarde, al que ha despreciado como a sus dos hermanos de corrida, en un lote para un triunfo al que el francés ha esquivado con un toreo displicente y desaseado. Ha resultado el de este domingo un mano a mano entre la torería y el postureo.

El público soberano ha premiado a De Justo y a Castella de la misma forma: con dos orejas. Dos apéndices los del cacereño aquilatados por su capacidad lidiadora y su vergüenza torera; dos regalos los del galo de un público siempre agradecido y cuya soberanía no se discute. Para mediar en la competencia, una corrida de Adolfo Martín de irregulares prestaciones y por debajo, muy por debajo, de la presentación del San Lorenzo precedente. Ha llegado a Huesca un ganado muy justo de presentación, con las defensas bajo mínimos y un par de ejemplares (primero y quinto) terciados y con el trapío al límite. Restos de ganadería, en definitiva.

Emilio de Justo se ha conducido lidiador en sus tres rivales. Los dos primeros -segundo y cuarto de la tarde- han sido dos mansos de solemnidad que le han exigido una lidia exquisita para taparles defectos y querencias y en la muleta se han convertido en dos peligros de cuidado.

Los toreó de verdad; es decir, con verdad: de frente y por derecho, porfiando ante una embestida premiosa y un recorrido breve a cuya cortedad ha respondido el coletudo con hercúlea determinación.

Al segundo de la tarde, lo quiso saludar a la verónica y le advirtió con dos aviesas coladas. Sabiamente, De Justo le ha enseñado el capote para modular la embestida y ha dado comienzo a la lección de torear en condiciones extremas. Nunca ha buscado aliviarse y jamás se ha excusado en una faena por los dos pitones que ha cerrado con una estocada en cuya ejecución ha sido alcanzado sin llegar a ser empitonado.

En el cuarto, otra res de alevosa condición, se ha superado el extremeño, con una faena en la que ha cobrado dos magníficas tandas al natural y un pase de pecho profundo que ha sido lo mejor de la tarde, en el conjunto de otra faena de osadía que ha cerrado con una estocada entera que quedó algo trasera pero que fue suficiente. Ha sido recompensado con una oreja.

Ha recibido el mismo premio en el que ha cerrado plaza, un animal de embestida remisa y lacónica, que ha puesto al diestro en menos dificultades y con el que se ha vuelto a aplicar en ortodoxia taurina: tandas por ambos pitones bien ligadas y ausencia absoluta de alharacas, con renuncia a la complicidad fácil del respetable. Estoconazo tras un pinchazo para despachar al toro que cerró corrida.

Castella ha desaprovechado el mejor toro del festejo. Ha sido Verduras, el tercero, un ejemplar bien cuajado y con trapío, con movilidad y ambición en las telas y que, además, ha soportado estoico las trapacerías del coletudo y su cuadrilla en una lidia de desgaste: ha aguantado tres puyazos, el primero inmisericorde tras haberlo sido paradójicamente muy bien sujetado por el varilarguero, que ha rectificado alevosamente la puya para ejecutar una segunda vara delanterísima. El diestro lo ha puesto de nuevo en suerte y ha probado el hierro una tercera vez, sin que la res se descompusiera. De manera incoherente, Castella ha pedido el cambio de tercio tras el segundo par, y así lo ha concedido la presidencia, que ha autorizado por cierto esta práctica a ambos toreros en tres ocasiones.

El comienzo de la faena ha sido aviso de lo que venía: cuatro muletazos por alto a cuya salida golpeó el toro en el olivo otras tantas veces. Lo que ha seguido ha sido una apoteosis del pegapasismo, fuera de cacho y con el pico; idéntico manual del destoreo que el primero y en el quinto. Y todo lo ha aguantado el toro como un campeón.

En este, un espectador ha gritado "¡Castella, llevas tres!", harto de otras tantas oportunidades perdidas. Un lamento que valía por toda una crónica. Para qué gastar más papel.