Huesca

FERIA DE LA ALBAHACA

Una moruchada que destempla una tarde de valor y ofuscación

Triunfo de Ginés Marín con el único toro noble y cogida al tercero de Cayetano

Una moruchada que destempla una tarde de valor y ofuscación
Una moruchada que destempla una tarde de valor y ofuscación
R.G.

HUESCA.- Quien erróneamente crea que la condición de manso convierte al toro en buey, en un animal adocenado o directamente tontorrón, que repase la corrida de este lunes. La moruchada de Sánchez Arjona ha pedido el carné de lidiador y su intemperancia ha estado a punto de dejar el festejo en una mera crónica de sucesos.

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El único toro con cierta nobleza del festejo ha servido para que Ginés Marín abriera la puerta grande; y eso que ha dejado a su rival sin torear. Valor y ofuscación de los toreros con la misma abundante medida para una tarde destemplada en la que un torero de plata, Javier Gómez Pascual, ha pagado con sangre la dureza del toreo y en la que Pablo Aguado ha quedado prendido de la testuz de un astado tras perderle la cara al toro en un gesto al graderío de confundida torería.

Cada toro tiene su lidia y los de hoy han exigido seriedad, concentración máxima y faenas cuidadosas que limitaran los defectos de una corrida cuyas trazas de casta han redundado en peligrosidad: el que no ha salido abanto, se ha defendido echando la cara arriba, ha rehuído el combate en el caballo o ha protestado en cada pase.

Un único burel ha sido excepción en la tónica de atropellada agresividad de la corrida: el quinto de la tarde, que ha correspondido a un Gines Marín con mucho de valentía y otro tanto de desatino: ha confundido terrenos y distancias, ha desaprovechado la nobleza del rival sin parar, templar ni mandar y se ha entregado al populismo taurino del gesto y la gesticulación para despachar a su rival de un estoconazo que ha hecho reventar de palmas los tendidos, que ha recompensado al torero con un oreja que ha paseado junto al regalo presidencial de una segunda.

Ginés Marín ha recibido gallardo con el capote a su rival, con el que se ha ajustado en chicuelinas. Como casi todos sus hermanos de corrida, ha pasado por el caballo como un trámite y ha recibido unos primeros muletazos por bajo y en los medios que no han terminado de templar la atolondrada embestida de la res.

El toro se ha empeñado en repetir y en echar la cara abajo y con la misma pertinacia, Ginés Marín se ha empecinado en sacarlo a los terrenos de afuera pese a que el toro pedía la dirección contraria, y le ha pisado los terrenos sin darle la distancia requerida ni bajar la mano para domeñarlo.

Ha porfiado el coletudo por ambos pitones, más en arreones que pases compuestos, derrochando las cuatro o cinco buenas tandas que le pedía la res, a la que ha hecho rodar un señor espadazo, en el cierre de una faena plena de valentía y entrega que pese a sus deficiencias ha reconciliado al público con la tarde.

En el primero había sucedido otro tanto: Marín no ha comprendido que la mansedumbre del toro pedía sombra y no sol. Era el segundo de la tarde, atrabiliario en su embestida, como en general toda la corrida, y al que ha mandado al desolladero tras dos pinchazos y un bajonazo que ha enfriado los ánimos de un respetable agradecido con el jerezano.

Pablo Aguado ha aparecido clarividente que sus mansos (tercero y sexto de la corrida) exigían terrenos próximos a tablas, pero con el tino para elegir terrenos ha sido yerro para elegir distancias. Encimó a sus rivales y toreó a media altura, sin obligar jamás y dejando que ambos camparan por el albero como dos señores por sus predios.

Y de esos barros, estos lodos: dos avisos de sus contrincantes, el primero un susto mayúsculo que ha dejado la tragedia a la distancia de un hilo. Ha olvidado el sevillano que el toro requería más sudor que duende y le ha perdido la cara mirando al tendido, la res se arrancó e hizo por el torero que quedó prendido de la testuz entre las astas a las que se sujetó con agilidad para impedir ser prendido o volteado, mientras que los tendidos demudaban.

En su segundo, ha vivido la plaza casi una moviola, solo que en esta ocasión el toro se ha arrancado con fiereza menor y únicamente ha alcanzado el brazo del sevillano. Lo que ha ganado Aguado con ganas y valor, lo ha perdido con el acero.

Cayetano ha tenido una tarde tan oscura como el azabache de su terno: enredado en sus dudas, no ha entendido los requerimientos de dos mansazos de solemnidad con mucho que torear, como toda la corridar.

El primero ha sido lidiado como sobrero, después de que el titular saliera al albero tras doblar las manos varias veces. La res finalmente lidiada echaba la cara arriba, defecto que además exageraba su altura de agujas. No se dejaba sujetar y fue suelto al caballo que guarda la puerta. Javier Gómez Pascual ha impedido que tomara la vara y el toro ha ido primero hacia el matador, que no ha perdido pie en su cara por poco, y luego hizo lo propio con el mismo subalterno, que sí ha caído y ha sido alcanzado en la rodilla derecha.

Toro y tarde se han cruzado para Cayetano, que se ha ido de Huesca sin más, despachando a sus rivales como bien ha podido. No se le puede achacar falta de ganas, pero sigue exhibiendo carencias que se ponen en evidencia en dificultades como las de hoy, una corrida para torear con una enormidad de conocimiento y valor.

Un ítem más. Es vergonzosa la práctica de no pocos espectadores de sol de empeñarse en un concurso de lanzamiento de botes al ruedo antes de la corrida y entre los toros. Supone una falta de respeto a los profesionales que cada tarde faenan y torean y al resto del público. La autoridad gubernativa y las peñas deberían tratar de poner coto a estas prácticas, o al menos de aminorarlas.