Huesca

CONCIERTOS

Verbena sin tregua

La Pegatina congregó a más de 6.000 personas en el Exterior del Palacio de Congresos

Verbena sin tregua
Verbena sin tregua
P.S.

HUESCA.- Si hay algo que sigue uniendo y sirviendo de argamasa a los habitantes de este país al que todavía llamamos España, ese algo es la verbena. Sean catalanes, andaluces, vascos, gallegos, aragoneses o madrileños, jóvenes, niños, adultos o ancianos, todos creen en el poder mágico de la verbena. Los políticos deberían tomar buena nota de este hecho. Quizá así se solucionarían muchos problemas que parecen irresolubles. En fin... todo esto viene a cuento de que el domingo, en el ecuador de las fiestas laurentinas, regresó a la capital oscense La Pegatina, el grupo que ha conseguido revitalizar y actualizar la verbena al darle una pátina de contemporaneidad a través de conceptos más de ahora como son la fusión y el mestizaje. Herederos de la pachanga de Mano Negra, La Pegatina han sabido darle una vuelta a ese concepto, acercándolo al mainstream y a la verbena en su sentido más estricto, sin buscar coartadas alternativas. ¿El resultado? Fácil: más de 6.000 espectadores (jóvenes en su mayoría) abarrotaron el Exterior del Palacio de Congresos para disfrutar con esta banda catalana de Montcada i Reixac.

Pero antes que ellos aparecieron sobre el escenario Los Caligaris, una multitudinaria banda argentina, de Córdoba, que ha hecho también del ska su bandera y que desde 1997 lleva difundiendo una música emparentada también con la de algunas figuras del rock argentino o incluso de añejos grupos españoles como Los Diablos y Fórmula V. Interpretaron canciones de su amplia trayectoria, como "No estás", "Razón" y "Quereme así", y se despidieron con el tema "Que corran", para el que contaron con la colaboración especial de su amigo Adrià Salas, cantante de La Pegatina.

Y tras media hora para el cambio de escenario, que originó ciertas quejas entre el público, salieron los miembros de La Pegatina envueltos en una lluvia de confetis al son de "Non è facile". La base de su música la constituye una amalgama de rumba, reggae y sobre todo mucho ska, que hace posible que tanto los miembros del grupo como el público se pasen toda la actuación bailando y botando. Una verbena sin tregua. ¡Siempre arriba! Y así, tras una versión ska-reggae del clásico cubano "Quizás, quizás, quizás" de Osvaldo Farrés, se fueron sucediendo temas como "Miranda", un guiño al "Fiesta" de los Pogues, "Mama", "La voisine" (que, al estar interpretado en francés, recordó a grupos como Les Negresses Vertes), "Muérdeme", "Sonqueson" o "El curandero", que suena como una frenética mezcla de merengue y ska. Pero esto era solo el comienzo de una larga noche que continuó con "Mamma mia", "Y se fue", "Olivia", "Ahora o nunca", "Algo está pasando" o una versión de la ranchera "Volver, volver" de Vicente Fernández en clave de... ska, ¡lo han acertado! Todo ello era recibido con regocijo por los miles de fans congregados.

Pero aún faltaban muchos otros himnos, como "Gat rumberu", "Y volar" (con la colaboración de Martín Pampiglione de Los Caligaris), que desató el delirio entre el público, "La ciudad de los gatos negros", "Cómo explicarte?", "Ni chicha ni limoná", la baladística "Solo yo" o "Stand & fight", en inglés y con aires de jiga celta. Ya al final del concierto, sentados, ofrecieron un medley de rumba catalana, en el que, entre otras, sonaron una versión de "La vida es un carnaval" de Celia Cruz y "Tomasín". El final llegó con "Heridas de guerra", "No som d´aquí" (infiltrado con las notas del "Para Elisa" de Beethoven) y, en medio de un jolgorio generalizado, su hit "Lloverá y yo veré". Pero a pesar de que llevaban ya casi dos horas de concierto, la gente quería aún más. Así que, por supuesto, hubo bis, que consistió en la interpretación de otros tres temas: "Alosque" (con un toque a lo Kiko Veneno), "Una mirada" y, sí, claro, la canción más reclamada, "Maricarmen", coreada por miles de almas a pleno pulmón ("tú no lo sabes, tú no lo sabes, tu hijo es el último en salir de todas las raves"), en medio de un ambiente de alocada euforia y con una explosión final de confetis. La verbena, ya se sabe, cura todos los males.

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La Pegatina congregó a más de 6.000 personas en el Exterior del Palacio de Congresos

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LUIS LLES