Huesca

UN AÑO DE LA COVID 19

Ignacio Almudévar: “Me arrodillé ante las personas que se jugaron la vida por mí”

El empresario pasó 50 días en el Hospital San Jorge, 35 de ellos en la UCI  

Ignacio Almudévar, en una dura imagen tomada en la UCI, pero con la partida ganada a la covid.
Ignacio Almudévar, en una dura imagen tomada en la UCI, pero con la partida ganada a la covid.
S.E.

Superó 50 días hospitalizado, 35 de ellos en la UCI, y no fue fácil. Permaneció sedado y entubado, soñó escenas que le causaban un profundo desasosiego, luchó por la vida sin ser consciente y murió un amigo en la cama de al lado. Tuvo que aprender de nuevo a comer, escribir, hablar y andar. Y se ha convertido en uno de los iconos de la pandemia de covid-19, un ejemplo de lucha y superación, de gratitud hacia los profesionales de la sanidad, un defensor de su labor y alguien muy importante para otras personas que han pasado también por su enfermedad y que han necesitado, ellas o sus allegados, un mensaje de ánimo o un referente para abordar esta inédita situación.

El caso de Ignacio Almudévar Bercero fue especialmente impactante para la sociedad oscense al tratarse de una persona muy apreciada y conocida como presidente de la Federación de Polígonos Empresariales de Aragón y director general de la empresa Agropal. Ingresó en el Hospital San Jorge el 23 de marzo, después de permanecer 9 días en cama, en su casa, con fiebre y otros síntomas que se fueron agravando y con el añadido de padecer párkinson.

El 24, lo llevaron a la UCI. “No tenía miedo, pensé que estaría más controlado. Nunca pregunté cómo estaba, me agarraba a los sanitarios. La expresión de sus ojos era un espejo que no mentía, un termómetro, la radiografía que me indicaba cómo estaba”, explica.

Ignacio, que siempre ha sido pura sensibilidad, no puede evitar que se le escape alguna lágrima cuando evoca aquellos días, no por su propio sufrimiento, sino porque le emociona recordar cómo fue tratado en el Hospital San Jorge, él y todos los pacientes, con qué afecto, con qué familiaridad, cuántos detalles, cuánto cariño y respeto. “Vivimos situaciones muy dramáticas, pero todo el mundo trataba de que no nos afectasen a los enfermos”, apunta y pone en valor, entre otros ejemplos, la labor del Equipo de Humanización de la UCI, siempre preocupado de que pacientes y familiares mantuvieran el contacto.

Tras su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos, pasó a la cuarta planta y se encontró de golpe con la soledad. Debido a un “estricto y necesario” protocolo sanitario, el personal acudía a las habitaciones solo en los momentos imprescindibles. Pero tampoco se vino abajo.

Ignacio experimentó una especie de “renacimiento filosófico y también físico”. En la UCI le habían practicado una traqueotomía que por un tiempo le dejó sin habla, pero cuando recuperó todas sus capacidades motoras quiso aportar su entereza y su espíritu combativo, y se dedicó a visitar a otros enfermos para animarles a progresar en su recuperación. Y se entrecorta de nuevo su voz cuando recuerda a sus compañeros, casi todos mayores que él, otros “campeones” que libraron hermanados la misma batalla contra la covid.

El 11 de mayo apareció en su habitación una doctora con un sobre enorme que contenía su historial médico. Al darle la vuelta vio dibujado un enorme corazón. Le estaban anunciando, por fin, el alta hospitalaria.

Un vídeo que se hizo viral mostró en las redes sociales a Ignacio avanzando por un pasillo hacia la salida, flanqueado por el personal del centro sanitario, que le despedía con una gran ovación, como ya había hecho en otras ocasiones con otros pacientes. “Con cada paso sentía una gran carga de emoción. Hice lo que me pidió el corazón, me arrodillé ante aquellas personas que se jugaron su vida y la de sus familias por mí y por todos los pacientes”.

Allí descubrió también rápidamente el rostro de su mujer y de su hija, y fue su padre la primera persona a la que visitó.

Pero el regreso a casa no supuso el final de este pasaje tan duro de su vida, porque a continuación comenzó un largo proceso de rehabilitación que todavía no ha terminado. Diez meses después, sigue trabajando con los fisioterapeutas y, sobre todo, realizando ejercicio físico y manteniendo el contacto con la naturaleza, algo que considera vital para su salud física y mental. Y no escatima ni un solo minuto de su tiempo, si puede ayudar a alguien con su experiencia. Ignacio es el amigo indispensable que siempre está animando.

Mantiene la relación con personal del Hospital San Jorge y participa en un proyecto para mejorar la atención a los pacientes. En Nochebuena, quiso compartir con ellos su ascenso al pico Navaín y desde la cima les envió una fotografía cargada de simbolismo.

No le desea a nadie pasar por algo parecido, pero observa que aquellos días de hospital sintió emociones extraordinarias que posiblemente no habría llegado a vivir de otra manera. Y con ese poso ha decidido reconstruir una vida más rica todavía en valores, volcado en los demás.